Historias de Hyrule [ The Legend of Zelda ~ Fanfic ]

1x01: [Capítulo 1]

 

☘️ Capítulo 1 ☘️

«Los hombres ebrios cuentan cuentos»

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“Jamás te aventures hacia el Bosque Perdido”: fue lo que su padre, el mejor herrero del sureste de Hyrule, Hefest Smith, le decía cada noche que llegaba ebrio de la Taberna de Telma. La primera vez que le narró esa historia sobre la penumbrosa maldición que acunaba en el forestal de al lado, esa niñita de piel clara, de cabello dorado, cuyas orejas puntiagudas las cubría con un distintivo gorrito verde que llevaba puesto, tenía apenas siete años.

Fue en una noche de invierno, cuando las heladas venticas golpeaban más fuerte que nunca a sus alrededores. Debido al insoportable frio, ella se hallaba acurrucada junto a Ailyh, su mejor amiga, ambas muy cerca del calor que emanaba la chimenea, compartiendo un peludo abrigo de piel de oso de su padre que, aunque estuviesen las dos adentro de él, les quedaba grandísimo. En casa también los acompañaban otros camaradas de la villa, en su mayoría niños que se habían juntado para contar cuentos de terror.

“El bosque está encantado, el bosque tiene vida” —narraba el padre de la niña con voz dramática, ebrio, moviendo sus manos de un lado a otro, aportándole un tono mágico a la historia—: el niño nunca entendió esas palabras que su madre tanto le remachaba; era travieso y testarudo. Pero una mañana común y corriente, soleada por la temporada de las flores, el pequeño vivaracho se adentró al Bosque Perdido queriendo atrapar un hada que rondaba por la villa, haciendo caso omiso de lo que su madre tanto le remachó.

—¡Señor herrero, yo una vez vi un hada en el rancho!

—No seas mentirosa, Malon. Todos sabemos que las hadas solamente viven en los bosques. ¿Qué harían en nuestro feo y viejo rancho?

—¡Yo no soy una mentirosa, Roman!

—¡Mentirosa! ¡Osa, osa, mentirosa!

Y esos eran los hermanos Malon y Roman, hijos de granjero Talon, el dueño del Rancho Lon Lon. Él era mayor que ella por cuatro años, y la hija del herrero solo le llevaba uno. Como todos los hermanos, ese dúo tenía una relación de amor-odio: hablaban y gritaban, jugaban y peleaban, y vaya que se golpeaban, pero lo más importante es que el uno al otro se cuidaba. Al igual que la niña de cabellos dorados, ese par de pecosos rojicastaños perdió a su madre durante el «Día de la Purgación».

Luego de que el señor del rancho, tan borracho como Hefest Smith, los tranquilizara, el mágico relato prosiguió:

—A causa de su terquedad, el niño se perdió en el verdoso y sombrío forestal. Ni siquiera la brújula que su padre le obsequió lo salvó. Él nunca volvió a jugar con sus amigos, nunca volvió a comer golosinas, ni sus padres nunca le volvieron a desear sus buenas noches. Mas eso no era lo peor, ¡no, no lo era! —decía el viejo barbón del herrero casi dando de a gritos, provocando que su única hija y sus amigos se inquietaran y se horrorizaran—. Al respirar los aires de su interior, cuando el miedo lo invadió, el bosque lo hechizó, y lo transformó, en un Skull Kid.

—¡AHHH! —gritó Ailyh, aterrada.

—¿P-p-por qué gritas, Ailyh? —le preguntó Billy, uno de los chicos de la villa cuya peculiaridad era su tartamudez. Sus sentimientos hacia la hija del alcalde eran tan obvios que podían notarse hasta las tierras de Termina, pero Ailyh ni cuenta se daba pues era un tanto despistada.

—¡Porque no quiero convertirme en un Skull Kid!

—Pero niña, ¿siquiera sabes los que es un Skull Kid?

—¿...? —Ailyh quedó pensativa ante la pregunta que el herrero le hizo, sin saber que responder.

—¡Señor herrero, yo sí sé lo que es un Skull Kid! —intervino Roman.

A la rubiecilla no le extrañó que el hijo mayor del camarada de su padre si supiese lo que era un Skull Kid. Para cuando este comenzó a relatar todo lo que sabía sobre esos individuos, ella ya se hallaba embobada en los ojazos miel que lucía y en esa melena rojicastaña que hasta las orejas le colgaba. Le encantaba verlo sonreír pues cuando lo hacía se le formaban unos curiosos hoyuelos en sus cachetes pecosos y carnosos. No le parecía guapo, solo un poco lindo, y el que fuese tan inteligente le era genial.

Durante esa misma noche, cuando todos se marcharon, la niñita ayudó a que su padre se recostase, pero no sin antes obligarlo a que tomase una ducha de agua caliente. Desde que su madre ya no estaba, las idas y vueltas a la taberna se volvieron más recurrentes, y ahora ella debía ocuparse de ello. No le molestaba en lo absoluto cuidarlo, le gustaba hacerlo, aprendió de la mejor, mas le preocupaba que la situación empeorara puesto que antes bebía solo una vez a la semana, cosa que se volvió una rutina casi diaria.



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En el texto hay: espadas, accion y aventura, escudos

Editado: 15.07.2019

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