Historias de Hyrule [ The Legend of Zelda ~ Fanfic ]

1x02: [Capítulo 2]

 

☘️ Capítulo 2 ☘️

«Un regalo inesperado»

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Muy muy lejos del Castillo de Hyrule, acunada entre las verdes colinas —esas que bajaban y subían cual jorobas de camellos— de los frondosos valles del sureste, yacía Etserus, una pequeña villa en donde la paz y la armonía prosperaron por muchísimos añares. Poco más de cien Hyrulianos vivían allí, aislados de los inminentes peligros que asechaban a los alrededores del reino. Aunque aún los rigieran las leyes de la Familia Real de Hyrule, se podría decir que se trataba de un pueblo independiente puesto que yacían muy alejados no solo de La Ciudadela, sino también del resto de poblados regidos. Aún así, la tranquilidad era una de las peculiaridades de Etserus, el hogar de Link.

“¡Link!”, llamó, una vez más, aquella voz familiar en sus sueños, esos sueños que la trasnochaban noche tras noche desde aquel invierno que juró no aventurarse en «ese lugar maldito»: el Bosque Perdido. Habían pasado casi cinco años, ya.

La mañana antes de su doceavo cumpleaños fue la ultima vez que aquel llamado la despertó; como de costumbre, amaneció empapada de sudor. Luego realizó su rutina diaria: fue al baño y se aseó; cubrió sus puntiagudas orejas con el gorrito verde que la tía Telma le tejía y le obsequiaba cada año; ocultó el triangulo verde de su mano izquierda con el polvo de arroz que preparaba la mamá de Van; hizo los quehaceres del hogar; y cocinó el desayuno picante que a su padre tanto le gustaba pues la resaca le curaba.

—¡Por la Diosa! —exclamó Hefest Smith al ver su platillo favorito servido sobre la mesa, y sus ojos brillaron como si de rupias doradas se tratase—. ¡Huevos picantes!

Un enchiloso olor podía degustarse entre la madera y la piedra con la cual la casa estaba hecha.

La casa de los Smith era una de las más bellas de Etserus, sus paredes eran de piedra, sus puertas de madera, y en las ventanas había decoraciones con coloridas flores del valle. A la señora Smith —que en paz esté sobre el regazo de la Hacedora— le fascinaban, al principio ella era quien adornaba, pero ahora que no estaba era Link, su hija, la que se encargaba. Cada vez que decoraba, a su padre le encantaba como le quedaba, y la alagaba, jurando que tenía un don, uno que heredó del amor de su vida. Lo que él no sabía era que Van y Ailyh le ayudaban, o, más bien, ellas hacían todo el trabajo mientras la astuta de la rubiecilla entrenaba el arte de la espada con el palo de un árbol.

Luego del tan picante desayuno, padre e hija se fueron a trabajar. Ellos eran dueños de un negocio de herrería famoso por todo el sureste. El sueño de Link, en ese entonces, era ser la mejor forjadora de Hyrule, pero, para lograrlo, debía de superar al alegre barbón de Hefest Smith.

Un intenso calor sofocaba la herrería. La gran fragua de piedra ardía fogosamente, derritiendo los metales del caldero hasta el rojo vivo. Sobre una mesa de piedra, plana y cuadrada, Link forjaba la hoja de una espada, mientras que el jefe se encargaba de los acabados de otra.

—No, no, no. Así no, Link. Trata con más cariño la hoja, con más delicadeza, ¿sí?

—¿Y cómo se supone que es eso?

—Usa el martillo con cariño y golpea con delicadeza.

Desvió la mirada y puso los ojos en blanco pues no entendió a lo que su padre se refería, mas tuvo que ingeniárselas para así poder terminar con todos los pendientes que tuviese lo mas pronto posible puesto que iba a desvelarse en las Fiestas de la Noche de Paz, una festividad que se celebraba cada año por todo el reino. Esta comenzaba cuando el ultimo rayo del ocaso desaparecía, y terminaba cuando el primer rayo del alba aparecía. En este festival habría: música, bailes, espectáculos y muchísima comida. Asimismo, Ailyh —la única hija del alcalde y, al mismo tiempo, mejor amiga de Link— formaría parte de una obra que había estado ensayando desde hace semanas, una en donde encarnaría a la mismísima deidad de la vida, de los bosques, de los vientos y, principalmente, del valor: Farore.

—¡Listo! —exclamó justo a medio día, eufórica—. ¡He terminado, padre!

—Bien hecho, Link. En cuanto enfríes la fragua te puedes ir a casa, y no te olvides colgar el Escudo del Héroe en la puerta, ¿sí? Yo tengo que hacer una entrega de urgencia al Rancho Lon Lon, pero volveré pronto, no te preocupes.

—¿Al rancho de Talon? ¿Puedo ir con usted? —le preguntó con entusiasmo, aunque, en el fondo, conocía la respuesta.



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En el texto hay: espadas, accion y aventura, escudos

Editado: 15.07.2019

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