Historia 4

En un pequeño pueblo rodeado de bosques espesos, había una antigua librería que apenas recibía visitantes. Su dueño, un hombre mayor llamado Don Esteban, era conocido por ser un coleccionista de libros raros y, a veces, inquietantes. La tienda, con estanterías que se alzaban hasta el techo y pasillos estrechos, estaba siempre en penumbra, como si el tiempo se hubiera detenido en su interior.

Un día, un joven llamado Martín, amante de los libros y de lo sobrenatural, decidió visitar la librería. Había escuchado rumores de que Don Esteban poseía un libro muy particular, uno que nunca se exhibía al público y que, según decían, estaba maldito. Impulsado por la curiosidad, Martín se dirigió a la tienda, decidido a descubrir la verdad.

Al entrar, fue recibido por el sonido de una campanilla y el crujido de la madera bajo sus pies. Don Esteban, con sus ojos cansados y su expresión enigmática, lo saludó desde detrás del mostrador. Martín se presentó y, después de un rato de conversación, se atrevió a preguntar por el libro maldito.

Don Esteban lo miró fijamente durante un largo momento antes de responder. "No es un libro para cualquiera", dijo en voz baja. "Ha traído desgracia a aquellos que lo han leído. Pero si insistes..."

Martín, decidido, aseguró que estaba preparado para cualquier cosa. Don Esteban, suspirando, lo guió hacia una puerta oculta detrás de una de las estanterías. La puerta chirrió al abrirse, revelando una habitación pequeña y oscura, iluminada solo por la luz de una vela. En el centro de la habitación, sobre un pedestal de madera, descansaba un libro encuadernado en cuero negro, con símbolos extraños grabados en la portada.

"Este es el *Libro de las Sombras*," dijo Don Esteban. "Contiene historias que parecen cobrar vida. Algunos dicen que el libro escribe su propia historia con cada lector que lo abre. Pero ten cuidado... una vez que empiezas, no puedes detenerte."

Martín, cautivado, tomó el libro entre sus manos y salió de la tienda, agradeciendo al anciano. Esa misma noche, se sentó en su escritorio, encendió una lámpara, y comenzó a leer.

El libro contenía relatos de horror indescriptible, cada uno más perturbador que el anterior. A medida que avanzaba en la lectura, Martín comenzó a notar que los personajes y situaciones descritos en las páginas se parecían inquietantemente a su propia vida. Uno de los relatos hablaba de un joven que vivía solo en una casa antigua, que una noche empezó a escuchar ruidos en el ático.

Martín, sorprendido por la coincidencia, levantó la vista, y en ese momento, escuchó un ruido sordo proveniente de su propio ático. El sonido de pasos arrastrándose lentamente sobre el techo de su habitación lo hizo estremecerse. Decidido a enfrentarse a su miedo, tomó una linterna y subió al ático.

El ático estaba oscuro y frío. El aire olía a polvo y humedad. Martín iluminó cada rincón, pero no vio nada fuera de lo común. Sin embargo, el sonido continuaba, ahora más cerca, como si algo se moviera entre las sombras. De repente, la linterna parpadeó y se apagó. Quedó sumido en la oscuridad total, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Desesperado, intentó regresar a la escalera, pero tropezó con algo blando en el suelo. Al tocarlo, sintió una textura fría y viscosa. Cuando la linterna volvió a encenderse brevemente, vio a sus pies una figura sin rostro, una sombra que se levantaba lentamente del suelo, extendiendo sus brazos hacia él.

Martín gritó y corrió hacia la salida, dejando caer el libro en el proceso. Bajó las escaleras de un salto y se encerró en su habitación, sudando y temblando. Los ruidos en el ático cesaron, pero el terror permaneció. Cuando se armó de valor para regresar al ático al día siguiente, el libro había desaparecido.

Esa noche, y todas las noches siguientes, Martín escuchó pasos arrastrándose por la casa, susurrando su nombre en la oscuridad. El *Libro de las Sombras* había escrito una nueva historia, y esta vez, él era el protagonista, atrapado en un ciclo interminable de horror.