Historias de una muerte lenta.

Calias.

Poco a poco la nieve cubría las calles, varias veces estuve a punto de caerme por lo resbaladizo del camino pero solo falta un poco para llegar a mi hogar. Esta vez tuve que hacer horas extras por un pequeño error así que ya no había transporte; esta noche es particularmente fría en comparación de las otras veces en las que he tenido que caminar. Ya no pude comprar comida para Calias, mi perro y a esta hora él seguramente estaba intranquilo. Creo que aún queda un poco de pollo en la nevera así que está bien. Ahora solo falta cruzar un callejón y el caminar unos cuantos metros más. 
Sin embargo el recuerdo hace que mi cuerpo se paralice y un escalofrío recorría mi ser. Ahí mismo unos meses antes, tal vez a esta misma hora, sin darme cuenta del hombre que me seguía fui atacada; el tipo me atrapó desde atrás, el pánico sacudió mis sentidos, creí que solo podría ser un asaltante pero no. Por suerte Calias estaba conmigo esa noche, él intento morder al hombre varias veces pero no podía conseguirlo, mientras me adentraba en la profunda oscuridad del callejón, Calias seguia intentando, incluso cuando fue lanzado contra la pared, incluso cuando le dispararon. Al final por el sonido los vecinos se alertaron y llamaron a la policía, pude safarme lo suficiente de su agarre para golpearlo en la cara, pero no fue suficiente, solo provoque su ira aún así no iba a dejar que me tomara. Así que comencé a rasguñarle y a golpear dónde pude, Calias, mi valiente Calias, aún tuvo la fuerza para saltar y morder su pierna, cuando el segundo disparo lo alcanzó pude correr y alejarme. Calias estaba muerto cuando la policía llegó, el hombre se había ido también. 
Ahora estaba sola a tan solo metros del mismo callejón. Mire a la nieve que se había juntado en la banqueta, me arme de valor y continúe mi camino. Sabía que estaba ahí, sabía que me estaba esperando así que cuando el hombre salió de las sombras no fue una sorpresa, ni siquiera cuando intento atacarme y mucho menos me sorprendió cuando su cuerpo fue despedazado en segundos. Calias nunca se había ido en verdad, lo había sentido el día en que lo enterre en el jardín, ahí junto al montón de tierra que quedaba pude ver sus huellas, justo como ahora en la nieve. No tenía miedo, ya no. Porque mientras pueda ver sus huellas junto a mí sabré que Calias está conmigo. Ahora los restos del hombre estaban desapareciendo poco a poco, al menos ya no tendría que preocuparme por no haber comprado comida para perro. 



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En el texto hay: miedos, cuentoscortos, terror miedos suspenso

Editado: 24.03.2020

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