Historias de una muerte lenta.

Diez.

El dolor de cabeza había pasado de ser solo una pequeña punzada a sentirse como vidrio roto incrustándose en su cerebro; los médicos le habían informado de los efectos secundarios que conllevaba el tratamiento y él había aceptado de buena gana así que podía soportarlo. Pero la voz que se colaba en su mente para gritarle era insoportable.

Hace unas semanas había sido seleccionado para hacer un viaje de estudio a otro planeta, los avances fueron lo maravillosamente mejorados hasta el punto de haber hecho contacto con los otros seres que vivian en el mismo espacio que ellos. Fue una gran noticia, se hicieron tratos para intercambiar información, por fin pudo cumplir su sueño de explorar otros planetas cuando ese mensaje de aprobación llego a su hogar.

Se sintió invencible en el momento en que se puso el traje protector, incluso su orgullo se hincho cuando monto finalmente en la nave, él era el décimo pasajero y su tarea era simple; juntar información por medio de la conversación y observación. Otros tenían las tareas un poco más difíciles, Uno tenía que comandar la nave y a los demás; Ocho, Cuatro y  Tres tenían órdenes de proteger a los otros de cualquier amenaza. Cinco era el virólogo que mantendría su salud al margen junto con Dos quien era médico. Siete se encargaría del mantenimiento de la nave y los trajes; por ultimo Seis junto con Nueve tendrían que encargarse de la diplomacia.

Aunque cada uno tenía tareas específicas que cumplir fue obligatorio tomar los cursos de preparación que posiblemente fue lo más estresante y difícil, al menos para Diez, cada uno compartió sus conocimientos con el otro hasta el día del despegue.

El tiempo en la nave fue bueno a pesar de que tenían que acostumbrarse a estar en lugar reducido, la ración de los alimentos, el buen uso de las instalaciones y sobre todo, tenían que lidiar contra el aburrimiento antes de llegar a su destino.

Pero cuando sintieron los primeros indicios toda la espera había valido la pena;  el calor del sol incluso traspasaba los trajes, estaban tan cerca, mucho más cerca de lo que estaban en su planeta, fue increíble. Fueron recibidos con alegría, música, comida, y sensaciones tan extraños. Había cientos, tal vez miles de seres esperando su arribo. Al parecer también había sido una noticia espectacular en este lado. Los primeros meses fueron buenos, Diez pudo aprender de su cultura, su estilo de vida, sus costumbres pero todavía había más por saber puesto que no solo eran una sola civilización, eran demasiados y diferentes seres conviviendo en el mismo lugar, todos tan parecidos en forma pero tan diferentes a la vez.

Sus demás compañeros experimentaron el mismo sentimiento, había tanto conocimiento en cualquier parte que miraran, la vegetación, los animales; todo era tan irreal.

El recuerdo ahora lo repugnaba, si bien el conocimiento había sido lo más hermoso que pudo encontrar ahí nunca se imaginó que toda la hospitalidad se fundiera en caos y desastre, mucho menos en muerte. El dolor arremetió contra él, sus extremidades habían sido manipuladas por esos horribles seres dentro de uno de sus laboratorios, experimentando por horas, intentando encontrar la fuente de su vida o lo que sea que querrían lograr. Ahora los expertos hacían lo posible por encontrar una cura a lo que les habían hecho.

Cuando las cosas comenzaron a cambiar no fue un golpe como podría pensarse, no. Los extraterrestres lo habían estado planeando durante mucho tiempo, tal vez incluso antes de que tuvieran su primer contacto pero se tomaron el tiempo de hacerse con Diez y sus compañeros, y cuando comenzaron a infectarlos fue gradualmente tal vez desde el momento en que llegaron comenzó la infección y ellos habían sido tan estúpidos por el nuevo conocimiento que no pudieron discernir el peligro.

El primero en revelar signos de enfermedad fue Cuatro, sus pies se hinchaban de una forma extraña y preocupante que a pesar de ser revisado por Cinco y Dos no pudieron saber el origen, ni curar su dolor asi que nadie dudo cuando los médicos del planeta se lo llevaron. Solo pudieron verle un par de veces antes de que todos ellos cayeran, e incluso en los momentos en que hablaron con él todo parecía bien, lo habían tratado aunque aún no sabían la causa pero su dolor disminuyo, sus pies ya no se hinchaban y él con gustó se mantenía en observación ya que la hospitalidad y el cuidado eran de lo mejor.

Posteriormente uno a uno fueron cayendo, Cinco, Tres y Dos fueron después de Cuatro, a ellas no las vimos tanto como a Cuatro por la noticia de que era contagioso y al ser ellas las que más tuvieron contacto con Cuatro era normal que se infectaran, nada sospechoso. Luego fueron Uno, Siete y Seis. No se nos permitió verlos, hasta que Ocho, Nueve y yo fuimos puestos bajo observación, hasta que escuche los gritos de Uno que las alertas sonaron en mí.

Pude ver a todos mis compañeros sobre las camillas, sus cuerpos de habían deformado de una forma tan vil que solo su voz podía reconocer. Cuatro estaba siendo limpiado por las asquerosas manos de las diferentes asistentes de bata blanca, de su forma original ya no quedaba nada, ni de su pelaje, ahora solo tenía un poco en lo que parecía ser su cabeza, su tamaño había cambiado considerablemente; ya no tenía el color azulado con el que todos en su planeta habían nacido, ahora era de un tono amarillento, pálido, repugnante.

Así cada uno de sus compañeros había cambiado. Y no solo ellos, Diez pudo ver mientras lo llevaban a los laboratorios a varios tipos de seres, cada uno seguía vivo mientras cortaban partes de ellos, cada uno eran tan diferente y tan comunes en su sufrimiento. Ellos no habían sido los primeros.



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Editado: 24.03.2020

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