Historias Paranormales de Argentina

La Sombra en el Hospital

Era una noche como cualquier otra en el hospital donde trabajaba como enfermero. Los pasillos estaban en silencio, sólo interrumpidos por el sonido de los monitores y el susurro del aire acondicionado. Era un turno de noche, y aunque había realizado esta rutina innumerables veces, siempre había algo inquietante en ese lugar. Las historias sobre fenómenos paranormales abundaban entre el personal, pero las ignoraba, convencido de que eran simples leyendas.

Esa noche, estaba a cargo de la planta de cuidados intensivos. Se sabía que algunos de los pacientes ahí tenían un pronóstico sombrío, pero eso nunca había afectado mi forma de trabajar. Después de hacer la ronda habitual, decidí sentarme en la sala de descanso durante un breve momento. Mientras revisaba algunos informes, noté una sombra moverse por el pasillo. No pensé mucho en ello, quizás solo era mi mente cansada.

Al poco rato, me levanté para chequear a los pacientes. Cuando llegué a la habitación de la habitación 302, noté que, a diferencia de las demás, la puerta estaba entreabierta. Había un aire frío que emulaba de dentro, y a través de la rendija, vi una figura sentada en medio de la habitación.

Al acercarme, vi que era una mujer de aspecto delgado, con ojos hundidos y piel pálida. Su mirada era distante, como si estuviera atrapada en un profundo trance. "¿Está bien?" pregunté, pero no obtuve respuesta. Entonces, noté que el monitor de signos vitales mostraba una línea plana.

El corazón se me detuvo. Intenté acercarme, pero el aire se sentía espeso, como si existiera una resistencia invisible. "¡Necesito ayuda! ¡Llame a un médico!" grité, mientras intentaba tomar el pulso de la mujer, pero fue en vano. En cuanto toqué su brazo, sentí una descarga helada recorrer mi cuerpo. En ese instante, la mujer levantó la vista y sonrió, su boca curvándose en una mueca vacía.

Reculé, aterrorizado, tropiezo con un carrito. Al mirar hacia atrás, la mujer no estaba. Solo quedaba la cama vacía, el monitor aún mostrando esa línea plana. Fue un momento que me dejó paralizado. Sabía que no podían haber sido efectos de mi imaginación. Regresé corriendo a la sala de descanso, mi mente agitada y llena de preguntas.

Unos minutos después, una enfermera entró, notando mi incomodidad. "¿Te encuentras bien?" me preguntó. Le contó lo que había visto, pero en lugar de asustarse, frunció el ceño. "Esa habitación ha tenido un historial extraño. Enfermos estables que de repente caen en coma… algunos dicen que el espíritu de una paciente anterior ronda aquí."

Mis nervios se dispararon. No quería pensar en eso, pero mi deber era verificar la habitación nuevamente. Salí contra mi mejor juicio, dirigí hacia el final del pasillo, cada paso resonando como un tambor en el silencio.

Al volver a abrir la puerta de la 302, todo estaba en calma. La habitación parecía normal, sin signos de vida, pero el frío persistía. Mirando más de cerca, vi el diario de la paciente anterior en la mesita de noche, su nombre estaba escrito en la portada: Emilia. Temblando, decidí hojearlo y rápidamente me di cuenta de que cada página contenía relatos sobre visiones, sombras y un abrumador sentimiento de desesperación. Emilia hablaba de una sombra que la seguía, un espíritu que nunca la dejaba en paz.

Cuando terminé de leer, la temperatura en la habitación descendió drásticamente. De repente, sentí un soplo helado que atravesó mi cuerpo. Me giré lentamente, y allí estaba la sombra, delineando la figura de la mujer del lecho. La mueca en su rostro era ahora una expresión de ira.

No supe cómo reaccionar. Antes de que pudiera gritar, la sombra se arrojó sobre mí como un torbellino de oscuridad. Mis sentidos se desvanecieron, y todo se tornó negro.

Desperté en la sala de descanso, rodeado de colegas que me miraban con preocupación. "Estabas desmayado", dijo uno de ellos. "Te encontramos tirado en el suelo", comentaron. Sin embargo, algo dentro de mí sabía que lo que había visto era real. No había sido solo un sueño.

Desde esa noche, los turnos de noche se volvieron una tortura. El monitor de la habitación 302 seguía mostrando líneas planas, y la sombra a menudo parecía acecharme en los pasillos, recordándome que hay cosas en este mundo que no pueden ser explicadas. Y aunque la razón me decía que debía olvidarlo todo, mi corazón sabía que Emilia aún estaba atrapada en ese lugar, y yo había sido testigo de una realidad aterradora que superaba cualquier historia de terror que pudiera haber imaginado.




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