Historias Paranormales de Argentina

La Copa Maldita

Siempre había sido escéptico en lo que se refiere a lo paranormal, pero cuando un grupo de amigos me invitó a jugar con la copa, no pude resistir la tentación de probarlo. Era una especie de ritual que prometía arrojar luz sobre el más allá, o al menos eso decían. La idea de comunicarnos con los espíritus me parecía intrigante, aunque también un poco estúpida. Sin embargo, mi curiosidad me ganó.

Nos reunimos en la antigua casa de una de mis amigas, un lugar con un pasado envolvente. La decoración era escalofriante, con muebles cubiertos de polvo y un aire de abandono que parecía alimentar mis nervios. El ambiente se oscureció cuando comenzamos a encender las velas, creando sombras inquietantes que danzaban alrededor de la sala.

Nos sentamos en círculo en la mesa, la copa en el centro. Las reglas eran simples: hacer preguntas y mover la copa entre todos, esperando que se detuviera en una letra que formara palabras. Durante los primeros intentos, no sucedió nada. La copa permanecía inamovible y mis amigos comenzaron a reírse, burlándose de la situación. Pero cuando todo parecía perder el interés, ocurrió lo inesperado.

Una brisa helada recorrió la habitación y, por un momento, perdimos el control de la copa, que comenzó a moverse con rapidez sobre la mesa. Todos los rostros se tornaron serios. "¿Hay alguien aquí?", preguntó una de mis amigas. La copa se detuvo en "SÍ". El ambiente, que antes era ligero, se volvió tenso y pesado.

Las preguntas comenzaron a fluir. "¿Te llamas...?" La copa deletreó “E-L-I-S-A”. Un silencio incómodo llenó la sala. Mi mente trataba de encontrar una lógica a todo, pero algo en la atmósfera me decía que nos habíamos adentrado en aguas peligrosas.

“¿Quieres comunicar algo?” preguntó otro amigo, casi a regañadientes. La respuesta fue otra vez un “SÍ”, seguido de un patrón agresivo que deletreó “D-E-M-O-N-I-O”.

El terror comenzó a implantar sus raíces en mi pecho. Mientras los demás insistían, sin darse cuenta de las implicaciones, el aire se volvió aún más frío. Las velas parpadearon, y un estruendo en el piso de arriba resonó como un trueno. Algunos se miraban entre sí con miedo, pero la ambición de saber más seguía presente.

"¿Cómo podemos ayudarte?" pregunté, sintiendo que debía ser el valiente del grupo. La copa se movió lentamente, deletreando “U-N-E-S-C-A-P-E”. A medida que las palabras atravesaban nuestra mente, la habitación pareció oscilar. Las sombras se alargaron, y en algún lugar lejano, un grito desgarrador resonó.

“No, no, esto no está bien”, murmuré. Todos parecían paralizados, como si hubieran perdido la conexión con la realidad. Fue entonces cuando las luces comenzaron a parpadear y una risa profunda y oscura resonó alrededor de nosotros. “¿Qué has hecho?” Un susurro, cargado de malevolencia, emergió de la penumbra.

El pánico se apoderó de mí. Rompí el contacto, levantando las manos de la mesa. “¡Basta!”, grité. Pero el daño ya estaba hecho. La copa brincó fuera de control, y de repente, una sombra densa emergió de la oscuridad, tomando forma. Una figura semi-humana se alzó ante mí, sus ojos como brasas rojas iluminando la noche.

“¿Recuerdas lo que deseabas saber?” dijo, su voz un eco ominoso. Mis amigos comenzaron a gritar, pero el sonido se paralizó en el aire. Yo, paralizado por el terror, me di cuenta de que habíamos liberado algo que no debíamos haber tocado.

La sombra se acercó a mí. Sentí su aliento helado en mi cara y, en ese instante, entendí que el juego de la copa era mucho más que un simple ritual; era un portal a algo terrible. “No hay escape”, susurró, y el suelo debajo de mis pies comenzó a temblar.

En un arranque de supervivencia, corrí hacia la puerta, empujando a mis amigos, tratando de arrastrarlos con ellos. Pero uno de ellos se quedó atrás, atrapado en la oscuridad, gritando mientras la sombra lo absorbía. Su voz se desvaneció rápidamente en un grito, y solo quedé yo, luchando contra el terror que me paralisaba.

Logré abrir la puerta y salir a la noche oscura, pero el eco de sus gritos aún resonaba en mi mente. Fui incapaz de mirar hacia atrás, corrí por el camino empapado de la lluvia hacia la seguridad de la carretera, buscando cualquier resquicio de luz.

Desde esa noche, no puedo escapar de los recuerdos, de la sombra que liberamos en la casa y de la desesperación de mis amigos. Los días se convierten en pesadillas, y en mis sueños, la figura oscura acecha constantemente, recordándome que a veces, hay fuerzas en este mundo que es mejor dejar sin tocar. Jugar con la copa fue un error que cambió mi vida para siempre.




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