April
—¿Esa es mi nota?
Dios, ¡este tipo es persistente hasta el infinito! Fui a limpiar la mesa de Darren y él me dio pena una vez más, ¿no podía tan solo dejarlo ir?
—Quizá. —Me volví para regresar al mostrador.
Él agarró mi brazo, manteniéndome allí. Lentamente, me volví para mirarlo. ¿Quién era él para tocarme cuando no era ni necesario?
—¿Cómo conseguiste ese papel? —demandó.
Vale, Darren McGavern, ¿pero no podía darle un descanso a una chica?
—Busqué en la basura algo que hubieses tocado para poder fingir que te estaba tocando a ti —dije arrastrando las palabras.
Habría sido una línea de salida maravillosa, pero la mano de Darren seguía apretada alrededor de mi muñeca y no valía la pena lastimarlo solo para escapar.
—¿Es eso verdad? —preguntó.
Oh, qué considerado. Es lamentable que las chicas de la escuela hiciesen algo así.
—Quizás.
Intenté alejarme, pero su agarre era firme. Más fuerte de lo que parecía. Él debía tener unos músculos...
—¿Sí o no? —insistió.
Aunque tuviese un cuerpo al parecer musculoso, este tipo era un bastardo, uno demasiado persistente.
—Quizá. —Le sonreí con picardía, y fruncí el ceño cuando su agarre se hizo más fuerte. Si continuaba apretando, como buena pacifista que era, iba a ser asesinado—. Ahora, necesito ir a trabajar.
—Entonces ve —escupió.
—Sigues agarrándome —observé—. Es decir, si me encuentras tan irresistible...
Soltó mi mano como si tuviese alguna enfermedad desagradable. Me froté la muñeca. Era mejor que no hubiese dejado un hematoma o le pondría a Allan encima.
—¿No puedes decírmelo? —presionó, con suerte, por última vez.
—Sí, podría.
—¡Entonces hazlo!
—Si no te importamos mis opiniones ni yo, ¿por qué eres tan insistente?
—Me gusta conocer a todas mis acosadoras —respondió con frialdad, reclinándose en su silla como si hubiese llegado a una conclusión con la que había tenido dificultades—. Parece que necesito agregarte a la lista.
—Eres un bastardo arrogante.
Quise que fuese casual, una observación diferente. Debió de salir mucho más vicioso de lo que pretendía, ya que sus ojos brillaron con lo que podría haber sido dolor en otra persona. Tal vez no era tan buena para contener mi enojo o él no podía tomar la verdad. Yo prefería lo último.
Pero él mostró una sonrisa brillante y burlona.
—Parece que eso es algo malo.
Lo fulminé con la mirada. Él me la devolvió. Un punto muerto.
—¡April! —Allan se acercó a la mesa y notó con quién estaba hablando—. ¿Hay algún problema?
Tener a un jugador de fútbol enorme y voluminoso cuidando tu espalda hacía maravillas para el coraje, incluso si hubiese podido con Darren por mi cuenta. Nunca era de las que dejaba pasar a los guardaespaldas.
—Oh, no, Allan. —Le sonreí a Darren—. McGavern y yo estábamos teniendo un debate amistoso.
Darren frunció el ceño, pero no me contradijo. Incluso él estaba intimidado, aunque no lo demostraba.
—Entonces, ¿querías algo? —pregunté, volteando hacia Allan y bloqueando por completo a Darren.
—Solo quería saber cuándo sales de tu turno y si querías que te lleve a casa.
—Allan, te he dicho un millón de veces...
—Y todavía no tiene sentido —se quejó.
—Espera —interrumpió Darren—. Lex, ¿la conoces?
—Tu incredulidad me halaga tanto —dije arrastrando las palabras, sobresaltando una sonrisa divertida de Darren.
—Sí, la conozco —dijo Allan—. Parece que tú también.
—Vamos, Allan. —Sonreí ante la mirada afligida de Darren—. Tengo que volver al trabajo.
Me alejé. No estaba retrocediendo, estaba dejando al enemigo derrotado lamer sus heridas. Allan me siguió, sacudiendo la cabeza con pesar.
—No deberías hablar con él —amonestó.
Eso me confundió. Allan era la última persona que diría algo así acerca de cualquiera. Nunca conocí a alguien menos suspicaz, excepto quizá Brock.
—¿Por qué no? —pregunté desconcertada—. Puede ser imbécil o engreído, pero es inteligente.
—Es peligroso. ¿Oíste lo que le hizo a Mia Smith el año pasado?
Por supuesto. Ella había pedido a otra persona, pero antes de que yo llegase, Darren la sorprendió, y ella no era una prueba en contra de sus encantos. El otro tipo que habría sido bueno para ella fue olvidado, y Darren fue un bastardo. Todo porque no había llegado a tiempo.
—Darren McGavern nunca me vería de esa forma —le aseguré a Allan con una risa falsa que no captó—. No ni por todo el dinero del mundo.