Hoja y cruz: el legado

Capítulo I

Nesh Lopru nunca fue creyente, de pequeño veneraba escuchar a su madre hablar de asombrosos héroes que saltaban sin pensarlo para salvar a desconocidos, dioses bondadosos que compensaban las buenas acciones o destinos apoteósicos para todas aquellas almas puras. Pero, aunque la mayor parte del tiempo se dejaba llevar por la imaginación, nunca prescindió del hecho de que nada superaba la ficción.

Era duro, pero realista.

Aun cuando quisiera que no fuera así, ese era un hecho que lo había estado persiguiendo desde su niñez. No había tal poder no desperdiciado, ni un héroe esperando ser despertado para encargarse de lo que era deplorable. Era simple para él: creer y esperar, o actuar y luchar por abrirte tu propio camino.

Pero entonces llegó él. Ahora estaba yendo en contra de eso que tanto se decía cuando su mente se llenaba de expectativas cándidas. La línea que separaba la dulce fantasía de la cruel realidad empezaba a hacerse difusa; lo frustraba bastante, llevando esos sentimientos negativos a esa sola persona.

Shargu Leafwind.

No había forma de aceptar cómo es que estaba perdiendo el tiempo en ese momento, o más bien, de la forma descarada en la este le estaba respondiendo; con ganas lo culpo de todo a él, como lo había jurado hasta que fuera su último respiro.

Porque claro, estaban en el borde del abismo y lo primero que se le ocurría a Leafwind era jugar a los acertijos. Era su profesor, pero de verdad a veces dudaba de su buen juicio y de la frivolidad que empleaba al tomar decisiones. Había perdido la cuenta de las veces que lo había llevado por ese camino estresante y carente de seriedad; aunque nunca dejaba de ser impactante la forma sorprendentemente fácil con la que salía de cualquier aprieto. Por tonto que fingiera que fuera, Leafwind tenía una profunda experiencia para todo tipo de situación.

Sin embargo ahora, estando en medio del fuego cruzado, lo único que podía pensar es que esta vez estaba siendo víctima de un impulso insensato proveniente de él.

Era medianoche, Nesh recorría las calles de la ciudad sin una meta fija en mente, solo acompañado de un profundo hastío y de las ganas de dormir sobre cualquier superficie que le brindara tranquilidad; no era propio de él, por lo que se resistió lo suficiente para que sus ojos buscaran aquello a lo que había catalogado «algo patoso e imposible» unos días atrás, y se adaptó al iluso pensamiento de que existía una posibilidad remota de que sucediera. Era su decimosexto intento en el día por dar con alguna respuesta. Sin importar lo negativa o positiva que fuera quería terminar con eso pronto.

«Encuentra a la mujer del don poderoso» era lo que le habían dicho antes de sacarlo —prácticamente— a patadas de la academia. Si bien, aunque su alcurnia era bastante baja, se sentía ofendido de que le encomendaran aquella tarea como algo relativamente serio. Una mujer con el don de conectar su ser con la naturaleza, eso es lo que había escuchado y lo que más certeza tenía, pero era casi como una leyenda, un desvarío.

Sería como intentar encontrar a un personaje sacado de la ficción o de algún libro de religión antigua, y su información era tan escasa como imprecisa.

Caminaba por un callejón desolado de la Ciudad del encanto cuando su móvil timbró dentro de su bolsillo, tuvo que detener sus maldiciones y levantó el aparato que con cierta circunspección traía siempre consigo. El nombre del recién mencionado profesor brillaba en la pantalla.

Oye, oye —saludaron con entusiasmo en cuanto respondió la llamada—, ¿cómo va todo? ¿Comiste? ¿Estás comiendo bien? No has contestado mis mensajes.

—Quiero regresar a Hoja y cruz —soltó sin previsto alguno. Hoja y cruz era la academia donde cursaba para ser oficialmente un hechicero, y ahora estaba demasiado lejos de ella.

Escuchó la risa suave de su profesor, mordaz, quizá un poco condescendiente. Se sintió incrédulo al pensar que, después de todo el tiempo que habían pasado en compañía el uno del otro, lo creyera capaz de bromear sobre algo.

Nesh... Nesh, ¿de nuevo has cedido ante la impaciencia? Recuerda mirar a tu alrededor, hay muros bloqueando el camino. Tonto.

Ahí estaba, sus adivinanzas y juegos que lo único que hacían era restarle tiempo y paciencia. Soltó un suspiro, emociones contradictorias lo albergaron, quería llevar a cabo su deber, como también deseaba dejar de perder el tiempo.

—Tonterías, esto no tiene sentido. Esa mujer no está aquí —refunfuñó, haciendo un gran esfuerzo para hablar con serenidad. Estaba llegando al final de la calle y se topó con otra pared que bloqueaba el camino. Gruñó, ya había pasado por eso repetidas veces, y lo irónico que era la situación respecto a las palabras de Shargu casi lo hizo maldecir.

Sí está, ahí debe de estar.

—Que no está.

Sí está.

Chasqueó la lengua. Shargu lo imitó fastidiosamente. Un breve lapso de silencio surgió entre el altavoz y él, que pronto fue interrumpido por la voz taimada al otro lado de la línea.

¿Y qué? ¿Ya comiste? ¿Qué comiste? —expresó.

—Demonios, demonios. Come mier...

¿Quieres saber qué comí?




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