Hojas De Otoño

Cpt. 01- Xandru.

 

Sinceramente, necesitaba esto. Un cambio de aire, debía venir aquí hace tiempo.

Mierda, acabo de pisar lodo.

Mi bota derecha está manchada un poco en la parte de la suela y tengo una pereza inigualable de agacharme para limpiar. Me acerqué a una piedra grande y restregue mi bota a esta, quitando un poco el lobo, lo suficiente para poder caminar.

Mire a mi alrededor. Árboles, solo árboles. Muchos.

No es como si me gustará el campo, de hecho, si me hicieran elegir entre la cuidad y el campo, me quedaría con la ciudad.

Pero este viaje es importante, en este pueblo creció mi difunta madre, aquí solamente esta el único familiar que tengo –aparte de David–, mi abuela Martha, a la que sólo vi unas seis veces en mi vida –gracias a David– pero siempre mantuve contacto con ella. Claro, cuando David iba a trabajar o salía con sus amigos.

Además, por lo que veo, es un buen lugar para relajarse, y vine también para eso.

Hay un lago y desde aquí puedo ver un pequeño puente con escaleras cerca a unos botes. Tal vez pueda alquilar uno, y también tal vez luego recorra el bosque.

Cuando llegué a la casa de mi abuela, toque la puerta, muchas veces. Pero nadie abría. Me senté en los escalones del porche.

Un rato después, miré la pantalla de mi celular, esperando que mi abuela llegue. Al parecer hace unos veinte minutos se había ido a hacer una compras a un mercadillo cerca, pensando que yo llegaría más tarde. Llegué temprano. 
No debí decirle que llegaría tarde.

Entre en uno de los juegos de mi celular y con eso me distraje mientras esperaba la llegada de mi abuela.

—¿Xandru? —la voz de una mujer hizo que guardará el móvil y levante la cabeza.

La señora de cabellos negros me sonrió. Y como se activará algo dentro de mi cerebro, yo también lo hice.

Mi madre era igualita a la suya. Y en mi abuela, ahora mismo es como si estuviera viendo a mi mamá.

—Abuela —me levante para ir a ella, para abrazarla.

—Pero mira que grande estas, cariño —me acarició los brazos cuando la aleje para mirarla a la cara. Sus ojos mieles seguían ahí, con la misma alegría y el mismo toque cálido.

—Pues he crecido mucho —encogí los hombros.

—Claro que sí.

—Señora Martha —una voz suave sonó a nuestro lado.

Mi abuela y yo miramos a la joven de cabello marrón, que traía consigo unas bolsas de tela.

—Le dejo aquí sus compras ¿de acuerdo?

—¿No quieres pasar un momento para comer unas galletas, linda?

Mire a la chica de pies a cabeza, piel clara, tiene buen cuerpo, pechos de tamaño normal, ojos grandes de color... juraría que son negros o… marrones.

Y como si ella sintiera que le estoy mirando, me mira con esos ojos grandes y alza una ceja.

—Oh, lo olvidaba. Xandru, ella es Paulette. Pau, él es mi nieto.

Paulette miro a mi abuela un momento y luego a mi.

—Eres un idiota.

Mire a mi abuela, sorprendido. Mi abuela me mandó la misma mirada.

—¿Me estas hablando a mi? —me toque el pecho con una mano.

—Sí, a ti ¿Siempre miras los pechos a las mujeres o que?

—Yo... no... ¡Yo no te he mirado lo pechos!

—Ya. La ciega soy yo ahora. Señora Martha, sus bolsas.

—Damelas —me acerqué a ella y agarre las asas de las bolsas, de tirón se las quite—, Puedes irte.

—¡Xandru! —me reclamo mi abuela entre dientes.

—Hasta luego, señora Martha —dicho esto, volteo y empezó a caminar.

—¡Hasta mañana, cariño! —el grito de mi abuela le llegó a los oídos de la chica, pues, está volteo y le sonrió. A mi me puso mala cara.

No le he mirando mucho tiempo lo pechos ¿Cómo se dio cuenta?

—¿Le miraste los pechos? —me pregunto mi abuela cuando estaba a su lado, observando como Paulette caminaba por el mismo camino que yo había pasado.

—No, abuela. Esa chica está loca ¿Quién es?

—Paulette.

—Eso ya me lo dijiste.

—Es una buena chica —sonrió mientras volteaba y iba a la puerta para abrirla— Se mudo hace doce años aquí, y desde niña me pareció simpática. Pobre.

La mire a los ojos, ellos reflejaban una tristeza, supe que se dirigía a Paulette.

—¿Por qué? —entramos lo dos, y me llevo a la cocina de la casa.

—Sus padres son unos borrachos, no se merecen una hija como Pau.

—¿Y es por qué...?

—Paulette es una excelente chica y como ves, no tiene pelos en la lengua al decir lo que piensa.

—En eso último te creo —reí al recordar como me dijo “idiota” al darse cuenta de que le mire lo pechos.

Y todavía me sorprende, porque me lo dijo al zas, rápidamente.

—El punto es que, todos lo piensan. En muchas ocasiones he visto marcas en los brazos de Pau.

—¿Y ella por que no se va?

—No lo se, nunca quiere hablar del tema. Lo evade.

—Ah, okay.

(****)

—¿Tienes hambre? —me pregunto mi abuela cuando volvimos de caminar.

Habíamos ido al bosque y me enseñó un poco del paisaje de este pueblo. Juraría que si algún empresario hotelero viera este lugar haría una fortuna invirtiendo en la creación de un hotel aquí.

Pero, por lo que mi abuela me está contando, ya lo han intentando. David. Sí, él mismo.

—Un poco ¿Puedes seguir?

—Todo el pueblo intervino, yo entre ellos. Fui la primera que lo enfrentó —me miro un rato y luego el fuego de la hornilla—. Hizo lo posible, hablo con todas las autoridades posibles para la venta de esa parte del bosque, pero se la negaron, ese lugar era parte del pueblo y no tenía dueño. Por supuesto, a él no le gusto eso, y se desquito conmigo porque lo rete —suspiró— El resto lo sabes.

—Enamoro a mamá, la embarazo, la llevo a la cuidad y nací yo. David es un alcohólico, abuela. Maltrataba a mamá.

—Le rogué a tu madre que lo dejara. Ella nunca quiso hacerlo, aún cuando le amenazaba con quitarte de sus brazos, ella no quería.

—Amaba a David. Fue muy masoquista, murió con la esperanza de que el hijo de puta cambiara.




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