Hola extraño: me gustas.

27

 

Estaba de espalda a la entrada cuando escuché la puerta abrirse, intenté mirar sobre mi hombro, pero la pila de cajas que tenía detrás me impedía la visión, así que seguí con mi trabajo.

Si Ivy estuviera allí me habría dicho que debía prestarles atención a los clientes, pero yo tenía mi propia técnica y sabía muy bien que la mayoría de las veces la gente no quería que se le atosigara; en la mitad de los casos ni siquiera querían comprar flores, solo mirar un poco y disfrutar del aire acondicionado. Ya si deseaba algo podía acercarse al mostrador.

Coloqué otro ramo de Gladiolas amarillas en su lugar e intenté ver quien había entrado en la floristería.

—Bienvenido. ¿Puedo ayudarle en algo?  

Nadie respondió, así que bajé los pequeños peldaños de la escalera que usaba para alcanzar los últimos tramos y organizar las flores. Rodeé las cajas que importunaban mi vista y me frené de golpe cuando mis ojos chocaron con un par de ojos que llevaba meses viendo.

—Perdón, no quería asustarte, solo estaba mirando las flores.

La misma voz que por muchas mañanas escuché dar los buenos días y que muy pocas veces se había dirigido exclusivamente a mí, acompañando al hermoso hombre que la empleaba, acababa de acariciar mis oídos y mi cerebro tuvo que gritarme un par de veces que debía cerrar la boca y comportarme como una persona normal porque si había algo peor que el hecho de que él se enterara de que me gustaba, era que pensara que yo tenía algún retardo mental.

Así que me obligué a sonreír y rogué para que no fuera una mueca aterradora.

—¿Puedo ayudarlo en algo?

¡Maldición! Me contuve para no disculparme por mis palabras. Estaba nerviosa, sí. Tenía frente a mí a mi crush, por supuesto. Y no quería que el pensara que era idiota o descortés. ¿Aquella pregunta le habría parecido pasivo agresiva?

Si fue así, él no dio ningún indicio. Al menos eso me ayudó a fingir que me quedaba más tranquila.

Omar. Omar Garza, se apoyó contra el mostrador y ensanchó su sonrisa.

—Quiero algún ramo de flores, pero creo que tendrías que ayudarme a escoger alguna.

Asentí, porque no tenía idea de qué decir, entonces me fijé de que él esperaba que de mi boca saliera alguna palabra y de que había una media sonrisa en sus labios. Definitivamente se estaba burlando de mí, por supuesto que creía que era idiota. Ay por Dios, me quería morir, pero no lo hice. Respiré profundo para despejar las ganas de desmayarme.

—¿Algo en particular?

Él dudó unos segundos.

—¿Rosas?

En otras circunstancias, con otro cliente, tal vez uno que no me pusiera tan nerviosa, yo me habría reído de aquello porque las rosas era lo que los hombres siempre pedían cuando en verdad no tenían idea de nada.

Omar no tenía idea de flores, apunté mentalmente para agregar a mi lista. Aunque tal vez lo que realmente debía apuntar era una pregunta, ¿Para quién las flores? ¿Alguna novia, o estaba de aniversario con su esposa o deseaba conquistar alguna de esas chicas bonitas que entraban y salían de Visual todo el día?

Como la ridícula que era, sentí un frío de decepción en el estómago. Ni siquiera habíamos tenido una conversación real y ya había perdido mis oportunidades con él.

Mi subconsciente me gritó que ni loca habría tenido alguna oportunidad con un hombre como él. Lo miré un segundo antes de que se hiciera raro; su postura, su piel tostada, ese traje que le quedaba perfecto y esos ojos… No tanto los ojos, esa mirada que despertaba deseos de hacer cosas poco cristianas.

Omar Garza era una tentación y yo era un meh. ¿Qué diablos estaba haciendo?

Volví a la realidad cuando él carraspeó y sentí como la cara se me ponía roja. ¿Se me notaría que estaba fantaseando con quitarle ese traje con los dientes? ¡Ay por Dios no!

Carraspeé yo también, solo para ganar tiempo y fingir una profesionalidad que no sentía.

—Las rosas están pasadas de moda. ¿Por qué mejor no piensa en qué le gustaría a la persona que quiere regalárselas?

Asentí, satisfecha conmigo misma. Tremendo truco para que me hablara de esa mujer, ¿no? Era un genio. Sin embargo, el sorteó mi trampa con maestría.

—Mejor me dices cuales te gustarían a ti y yo llevaré esas. Tienes cara de tener buen gusto en flores.

No me gustaba cuando las conversaciones se volvían en torno a mí. Me hacía sentir demasiado expuesta para que la gente pudiera criticar o no estar de acuerdo y Omar no era la excepción.

—No creo que yo sea de ayuda…

—Claro que sí —me interrumpió él, sonriendo con su dentadura perfecta, entornando sus ojos perfectos, todo en su perfecto rostro—. Solo elige alguna.

—Lirios —murmuré apartando mis ojos de los suyos—, son bonitos y elegantes y quedan bien en todas las ocasiones y… bueno, lirios.

Él asintió. Parecía bastante satisfecho con mi elección, aunque tenía sentido tratándose de alguien que estuvo a punto de elegir rosas.

—Bueno, una docena de Lirios, entonces.



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En el texto hay: obsesion, diario, psicologo

Editado: 18.04.2022

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