Las comidas en mi casa no solían ser silenciosas. Todos contábamos nuestras anécdotas en la mesa, hacíamos bromas o solo conversábamos de lo rico que cocinaba mi madre, pero ese día, a pesar de los esfuerzos que hacía mi madre, mi hermana y mi padre, Trevor y yo no participábamos en la conversación.
Mi madre hablaba de un paciente que había atendido en su visita semanal al hospital de la ciudad, en donde hacía un tipo de voluntariado porque se trabajo en realidad se encontraba en casa, al servicio de la manada. Mi padre también había comentado de un problema con los materiales de una construcción que habían llevado al retraso de la entrega. Yo había estado todo el día con él, trabajando, pero mi mente estaba en la noche pasada, en los ojos de una chica.
Mi madre resopló, bajando la servilleta con la que se había limpiado un poco de comida de la comisura de su boca.
—¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿Están enfermos?
—No creo que sea enfermedad, más bien todo lo contrario —interrumpió mi papá, también limpiándose. Sentí un poquito de calor concentrarse en mi rostro ante sus miradas fijas en nosotros. Carraspeé, llevando otro bocado de comida a mi boca. Mi padre se rio de nosotros.
Mi abuela siempre decía que nos parecíamos tanto a mi padre que su risa y la nuestra era muy similar, con la diferencia de que él era mucho mayor que nosotros, por lo tanto, su tono cambiaba. Lo cierto es que sí nos parecíamos mucho, yo en especial.
Trevor y yo no éramos gemelos, él tenía algunos rasgos de mi madre mientras yo era la viva estampa de mi padre a mi edad. Transformados quizá la mayor diferencia era el tamaño. Yo era un tanto más grande que él, pero el color de sus ojos se transformaba en el mismo mío.
—Están así luego de esa fiesta de ayer. Diría que están cansados, pero llegaron muy temprano —dijo también Lotty. Adara comía sin importarle la conversación.
—Me sorprende que Belén no lo haya supuesto ya: así estaba yo cuando nos dimos cuenta de que éramos pareja.
No pude evitar sonreír, afirmando las palabras de mi padre. Mi madre y hermana saltaron en su asiento, tomándose de las manos. Adara las miró y también nos miró a nosotros.
Desde ya podía decir que mi hermana no sería de muchas palabras. Sería, en personalidad, más parecida a Trevor, un tanto más callado, más quieto e introvertido. Lotty y yo no éramos así, supongo que alguien de nosotros debía de hacerle compañía a Trevor en su papel de ser el introvertido de la familia.
—¿Quiénes son las chicas? ¿Cómo es que las conocieron el mismo día?
—Son mejores amigas —respondí yo—, las conocimos en la fiesta de ayer.
—¿Cómo se llaman? ¿Cuándo las traerán? —Ahí se pinchó el globo de la alegría. Trevor y yo nos dimos una mirada, sabiendo a lo que nos enfrentábamos.
—Son humanas, mamá, primero tienen que conocernos para que las conozcas.
Lotty hizo un sonidito con su garganta, borrando también su sonrisa.
—¿Pero ¿cómo se llaman? Ya ignoraron mi pregunta dos veces, quiero saber.
—Abril —respondí a la vez que Trevor decía el nombre de la suya.
Charlotte corrió a tomar su teléfono y a teclear en él. Me reí, sabiendo lo que estaba haciendo.
—No la encontrarás, no tiene redes sociales —dije. Me había pasado toda la noche intentando ubicarla, sin éxito.
Kiona, luego de hablar de la manada y de cómo un grupo de lobos revolucionarios querían salirse para formar la suya propia, ella me comentó un poco sobre Abril, lo poco que sabía.
Alicia era su mejor amiga, eso lo notó desde que conoció a la compañera de mi hermano. Siempre estaban juntas, pero Abril parecía ser la tímida de las dos. Alicia tenía muchos amigos y, según lo que me había dicho Kiona, era también un tanto coqueta. Abril no salía con nadie, su apellido era Lowell, tenía diecisiete años y como nunca había tenido clase con ella, suponía que era un grado menor. Yo también lo creía.
—Bueno, Abril no tendrá, pero Alicia sí. Tiene muchos seguidores… y una foto muy vieja con su mejor amiga.
Le quité el teléfono en cuanto dijo «mejor». Se quejó, pero sus ojos se veían divertidos. Tal como había dicho: Alicia tenía una foto con Abril, pero era una foto de una foto. Según la descripción, habían estado de vacaciones. Abril sonreía, pero sus ojos estaban ocultos por unas gafas de sol.
Fue el turno de mi madre para quitarme el celular.
—¿Cuál es cuál?
—Abril es la que tiene gafas.
—Tiene una muy bonita sonrisa, pero ojalá estuviera sin las gafas. Alice también es muy bonita, se le nota la picardía a simple vista. —Le pasó el teléfono a mi padre. Adara, a su lado, se inclinó también para ver—. Me alegro mucho por ustedes chicos, ya se estaban demorando en encontrarlas. Ahora le viene un trabajo difícil… Ojalá su abuelo siguiera vivo para que les diera consejos.
Mi padre suspiró, levantándose para ir donde mi madre. La abrazó, sabiendo que aun le dolía la muerte de mi abuelo. Nadie dijo nada más por respeto, hasta que ella siguió hablando, menos emocionada, pero feliz por nosotros.
No pude obtener más información al paso de los días. La ansiedad por comenzar el ciclo estudiantil se incrementaba más y más al saber que estaría cerca de ella, que podríamos conversar y conocernos.
Faltando apenas una semana para comenzar clase a mi madre le dio porque fuésemos todos juntos a conocer el pueblo, los rincones que aún no conocíamos. Lo cierto es que, aunque éramos de la manada, no nos habíamos tomado la molestia de conocer por completo el territorio. Con la construcción de la casa, la adaptación a un nuevo sistema de entrenamiento, a conocer a los chicos de la manada y todo eso, no habíamos tenido mucho tiempo, mucho menos mis padres y yo, teniendo constantemente trabajo con el que lidiar.
Fue así, en esa salida familiar incompleta porque mi padre no pudo acompañarnos, que resultamos en el centro comercial del pueblo luego de haber hecho todo un recorrido por él. Era grande, más de lo que había pensado en un principio.
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Editado: 15.01.2022