Hombres de luna azul

CAPÍTULO 4

No puedo decir que el primer día de clase estuviera lo que se considera animado. La noche anterior habíamos tenido que ir a buscar a un vampiro que se había ido en contra de las reglas y tenía una herida en mi cuello producto de esa pelea, además de que el instituto comenzaba más temprano de lo que estaba acostumbrado a levantarme, por lo que por poco me quedo dormido, sino hubiera sido por Kiona escalando hasta mi balcón y entrando a mi habitación.

Me volvió a despertar una almohada cayendo sobre mí. Me quejé, tapándome la cabeza con otra almohada.

—¡Es hora de brillar! —gritó Kiona, saltando en la cama. Me arrebató la almohada que me cubría, solo para agacharse a mi oído y seguir gritando—. ¡Vamos, no puedes perderte este momento! Luché mucho para que tu madre dejara que estudiaras en el pueblo para que ahora te arrepientas.

—Si quisiera podría estar estudiando ahora en la universidad, Nana.

—Pero no lo estás haciendo, y olvidas un factor muy importante: en la universidad no estará Abril, contrario al instituto.

Suspiré, abriendo los ojos. Kiona sonrió grande, saltando fuera de la cama. Ya estaba vestida con un jean simple y una blusa de tirantes que dejaba a la vista el tatuaje de sucesión, el mismo que tenía su padre y el mismo que tenía sobre mi cama.

Para quedarnos en la manada tuvimos que pelear contra ella y Rich. Esa manada había tenido suerte de que la nacida en la luna azul fuese la siguiente en tomar el liderazgo de la manada. Kiona y yo éramos exactamente de la misma edad, quizá ella un poco mayor que yo, aunque en su registro estaba que había nacido a la media noche con los ojos cerrados. Era muy fuerte también, pero no creía que hubiese nacido a la media noche porque de ser así su fuerza sería muy similar a la mía. Quizá todo estaba en el hecho de que yo había nacido con mis ojos abiertos, mirando directamente la luna. Luego de esa pelea contra ella, en donde la inmovilicé con mucha prontitud, a Rich le quedó claro el potencial que le podíamos ofrecer a su manada. En un principio, lo sabía, solo nos habían dejado estar allí por la fuerza que tenía mi familia, pero me alegraba decir que había encontrado amigos y otra clase de familiares ahí. Rich se había convertido, incluso, en alguna clase de segundo padre para mí. Era una manada que se apoyaba en todo, había encontrado un refugio.

—Que lindo saber que encontré una forma de manipularte. Fue solo mencionar a Abril para que tu cerebro comenzara a funcionar.

Reí, estirándome. Luego de ver la hora eché a Kiona de mi habitación. Ella bajó a la cocina a esperarme mientras se comía, de seguro, la comida que mi madre había preparado.

No demoré tanto en bajar a donde estaba ella. Sabía que ella se iba con Axel al instituto, pero no lo había hecho esa mañana por asegurarse de que iba a ir, así que se iría conmigo. Ella tenía su auto, es cierto, pero siempre decía que no desaprovecharía las oportunidades que la vida le daba para estar con su compañero.

Me parecía gracioso, porque solo una semana después de yo haber llegado a la manada es que ellos se dieron cuenta de que eran compañeros, cuando Axel cumplía los diecisiete. Había sido testigo de un odio que se había convertido en amor luego de una charla profunda. Desde ese entonces eran inseparables. Nunca me había detenido a pensar en cuánto quería lo que ellos tenían hasta que no había vuelto a encontrar a Abril.

Kiona se demoró un poco más mientras iba al lavabo, así que yo me adelanté al salón luego de haber tomado nuestros horarios.

Todo eso era nuevo para mí. Me gustó la energía que desprendía el instituto, las personas reencontrándose, las risas en los pasillos e incluso las malas miradas. Yo iba un poco perdido buscando el aula de cálculo, regañándome a mí mismo por no haber esperado a Kiona sabiendo que teníamos la misma clase en ese momento.

Alguien tocó mi hombro, un dedo huesudo perteneciente a una chica de falda corta y botas largas.

—Tú debes ser el chico nuevo del que todos hablan ¿Dónde está tu hermano? —Le di una mirada más. No era fea, de hecho, era muy atractiva, pero no me llamó la atención, así como parecía que quería llamarla.

—Sí, soy yo. Alan —dije, tendiéndole una mano. Ella la tomó con una sonrisa coqueta que no sentí ni un poco de ganas de devolver.

—Amber, un gusto conocerte… ¿Quizá podría ayudarte en algo? Te ves perdido.

Carraspeé, tendiéndole mi horario. Ella le dio una hojeada. Se dio la vuelta un segundo después, haciéndome una seña para que la siguiera. Caminó por delante de mí, contoneando su cadera para hacer mover su falda y trasero. Me incomodé un tanto, así que me puse a su misma altura, siguiéndola hombro a hombro… bueno, en realidad no tan así, porque me aseguré de tomar distancia entre ella y yo.

Llegó a un aula a la que ya no entraba casi nadie. Adentro se escuchaban conversaciones, incluso distinguí la voz de Axel hablando con alguien desconocido para mí.

—Esta es, ya llegaste al aula de cálculo de los seniors por este curso. Te veré luego —dijo, tomando su camino de regreso.

Hice una pequeña mueca que quité en cuanto noté a la persona con la que Axel hablaba.

Su ceño y labios fruncidos, molestos, me hicieron sonreír. Abril parecía una pequeña gatica arisca, siempre a la defensiva.

No sabía por qué estaba en ese salón si se suponía que era un grado inferior, pero no me quejaría.

Axel se fijó en mí y comenzó a hacerme señas para que llegase a donde él. Había llegado tarde, aunque la clase seguía sin comenzar. Más tarde me daría cuenta de que hubo una reunión antes, por lo que las clases comenzaron después.

No demoré en acercarme, con mis ojos puestos en la cabellera castaña de Abril y en las muecas enojadas que hacía.

—Oye, amigo, no sabes lo que me ha pasado hoy; caminaba por el salón de cálculo, buscando un asiento para sentarme —fruncí el ceño ante su redundancia—, y me he encontrado con una preciosa chica, como tú la llamas, y pensé «¿Por qué no sentarme junto a ella hoy?». Luego te vi entrar después de hablar un poco por ella y decidí que podía donarte el asiento tan amablemente como suelo hacerlo.




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