Hombres de luna azul

CAPÍTULO 5

Bien, ya sabía que realmente no iba a ser fácil con ella.

¡Me cerró la puerta en mis narices!

—¡Vamos, Abril! Te propongo algo. Vas conmigo, y yo te ayudaré a hacer tu aseo por dos días. —Abrió la puerta de nuevo, su ceño fruncido.

—¿Acaso no sabes lo que significa no?

—No en este caso. Por favor, Abril. —Entrecerró los ojos, analizándome antes de mirar detrás de mí y tensarse.

No seguí su mirada por miedo a que fuese una trampa y en realidad fuera a cerrar la puerta de nuevo, pero ella se quedó mirando y yo sentí el olor de Alicia cada vez más cerca.

—¿Qué sucede aquí?

—Intento convencer a Abril de salir —dije en tono de broma, pero me sonrisa se perdió cuando Abril salió corriendo, dejando la puerta abierta y con Alicia detrás de ella. La última me gritó que pasara y yo, bien obediente, lo hice.

Escuché a Abril quejarse, haciéndome reír. No pude evitar escuchar su conversación, interceptándola de una forma ahogada por todas las paredes que se interponían entre nosotros.

—¿Alan está invitándote a salir y no haces ni el mínimo esfuerzo de aceptar?

—Puede ser un asesino en serie y tú me estás tirando a sus garras. —Reí un poco, caminando por su sala. Tenía varias fotos de ella y de su familia. No había tantas recientes, pero sí reconocí varias de ella más pequeña, por la fecha en la que la vi por primera vez.

—No es ningún asesino en serie, se nota que está interesado en ti. Si no te espabilas un poquito, olvídate de mí durante toda una semana. Ve y cámbiate, ten un buen rato.

No escuché nada más de Abril. Unos minutos después bajó con una ropa diferente, otro vestido, y Alicia detrás de ella. La empujó en el último escalón al ver que no se animaba a dar el siente paso.

—Ya estoy lista. —Sonreí, agradeciéndole sin palabras a Alicia y siguiendo a Abril.

Manejé hacia la ciudad. Intenté sacar un poco de conversación, lográndolo a medias. Abril no quería hablar y la notaba somnolienta en el auto, de hecho, casi puedo asegurar que se quedó dormida por unos minutos en el que hubo solo silencio, pero al momento de llegar ella se encontraba despierta.

La llegué a un u tipo de arcade que en realidad no era uno como tal. Al fondo había mesas de tenis e incluso billar.

Abril entró inspeccionando todo, sus brazos cruzados sobre su pecho, llamando la atención hacia esa área y demostrando que no estaba abierta a conversaciones.

La seguí de cerca e incluso hubo un momento en el que puse mi mano en su espalda baja para guiarla hasta una de las mesas.

—Disfrutaré de la venganza —dije a su oído, pasando por su lado para posicionarme en el otro lado de la mesa.

—Me estoy arrepintiendo de haber venido.

—No querías venir, Alice te obligó —puntualicé.

—Sí, bueno... Ah, vamos a jugar.

Sonreí, tirando la pelotita en su dirección. No lo hice de una forma fuerte sino delicada para que pudiera pegarle… No lo hizo.

Resopló, yendo a por la pelotita, aunque no hubiera necesidad.

—¿No pierden muchas pelotas? No deberían tener una mesa de tenis en este lugar.

—Es divertido, y sí pierden muchas. De todas maneras, no es como las mesas de tenis estuvieran en el mismo lugar que el resto de los juegos. Oh... —Me divirtió la manera en la que sonrió al pensar que me había ganado en ese tiro.  

—-Vamos, si queremos terminar con esto rápido, habrá que jugar rápido.

Reí.

—Está bien. Tú lo quisiste Abril María. —Su nariz se frunció.

—Eso no sale... y no cambies mi nombre. —Le dio a la pelota y la recibí sin ningún problema.

—No te lo cambio si dejas que te invite a comer algo más tarde. —Se lo pensó.

—¿Comer qué?

—Lo que tú quieras. —Se desconcentró por estar pensando, así que la pelotita salió volando por su lado.

—Tailandesa —aceptó. Sonreí, tirando hacia sí una pelota nueva.

***

—Has hecho trampa. —Su nariz se volvió a fruncir cuando me señaló.

—No es cierto, solo se me da bien el tenis de mesa, no los juegos de papel y lápiz.

—¡Me dijiste que había un viejo detrás de mí! ¡Me hiciste mirar! —exclamó fingiendo un grito.

—Y tú me dijiste que acababa de entrar mi hermana con un chico.

—Creí que era ella.

—Intentaste hacerlo dos veces. —Sonrió, dejando la raqueta sobre la mesa.

—No te quejes, las dos veces lograste que la pelota no saliera e hiciera punto.

—Eso es porque tengo muy buenos reflejos, quizás debería enseñarte a jugar.

—No lo creas, solo vine contigo porque Alice me obligó.

—¿Vas a decirme que, si te digo que salgas conmigo de nuevo, me dirás que no? —Se mordió el labio, indecisa. Sonreí en respuesta.

—No te diré eso, no puedo tentar al destino a hacerme comer mis propias palabras, mas no significa que te esté diciendo que sí.

—Me alegra escuchar eso. ¿Nos vamos? —Dudó al tomar mi mano, pero terminó por hacerlo. Se sintió muy bien el contacto, la suavidad de su piel en la mía. Estaba un poco fría, para mi sorpresa.

No la solté, ni siquiera cuando fui a pagar por el tiempo que estuvimos jugando. Ella no se quejó tampoco, solo miraba el local con atención.

—¿Así que comida tailandesa? —pregunté cuando salíamos hacia el auto.

—Sí.

—Bien, hacía la ciudad será. —Abrí la puerta por ella. Sonrió y luego de agradecerme se subió. En realidad, estábamos en la ciudad, pero al decirlo me refería a ir a una parte más central.

—Gracias.

Ella se quedó mirándome incluso cuando ya había puesto el auto en marcha.

—Pareces asustada. —Parpadeó, saliendo de su mente.

—Debería decir que no lo estoy, pero no mentiré, mis huesos están rígidos al igual que mis dedos, por el miedo y por el frío.

Fruncí el ceño. No era una buena señal que ella tuviera miedo aun después del tiempo que habíamos pasado juntos, pero en sí lo que llamó mi atención fue que dijera que tenía frío. Le di una mirada a su vestido de tirantes que llegaba solo hasta sus rodillas.




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