Hombres de luna azul

CAPÍTULO 8

Me equivoqué y estaba arrepentido.

Mordisqueé mi labio sentando en la encimera de la cocina, decidiendo qué hacer.

Terminé por tomar mi teléfono y escribirle, sin poder soportar el cargo de consciencia. Había hablado desde mi enojo, quizá ella estaba sintiéndose mal por mis palabras.

«Me alejaré de tu alrededor, pero en estos momentos no estoy cerca y parece como si estuviera junto a ti. Que tengas una buena noche, nos vemos mañana preciosa» —Escribí. Esperé una respuesta por dos minutos.

Había pensado mucho camino a casa y sí la estaba hostigando, así que le daría su espacio. No me alejaría de ella, pero había otra forma de que me tuviera presente sin que me viese.

«Lamento lo de ahora, no debí habértelo dicho» —Envié, recibiendo una respuesta de inmediato.

«Tienes razón, no debiste decirlo. Que también tengas una buena noche y resto de tarde. Nos vemos mañana»

«¿Estoy perdonado?»

No volvió a contestar. No pude evitar reír antes de llamarla.

—¿Sí? —contestó su vocecilla al otro lado de la línea. Me la imaginé con sus mejillas sonrojadas, su cabello intentando ocultar su rostro.

—No me respondiste ¿Eso significa que no?

—Eso significa que no sé.

—No es tan difícil, compadécete de mí y de todo el trabajo que hice —bromeé. Logré mi objetivo al escucharla reír.

—No fue tanto.

—¿Qué no? ¡Tengo las manos rojas aun! —Esta vez se rio más fuerte. Yo correspondí a su risa por lo bajo, sin querer escucharme a mí para escucharla reír a ella.

—Está bien, estás perdonado.

—Sigo insistiendo con esto ¿Te das cuenta de que estás hablando conmigo normal? ¿Cómo si ya me conocieras o no me tuvieras miedo? —Su risa se detuvo. Sé que le molestaba que yo le dijera eso, pero debía mostrarle que incluso olvidaba su temor— ... Sabía qué harías eso. Solo espero que algún día y uno no lejano puedas ver que no te haré daño, Abril… No podría hacerlo ni queriéndolo. Qué descanses.

—Que descanses. Adiós.

No dije nada más. Al otro día de igual manera había aceptado salir conmigo, a desayunar, por lo que la vería. Solo la llevaría por algo de comer antes del instituto, luego esperaba poder alejarme un tanto.

Trevor bajó corriendo las escaleras. Se veía alegre, con energía.

Debíamos ir a entrenar. Con todo lo de Abril, el cambio de horarios por las clases y todo lo demás, nuestros entrenamientos se habían corrido de la mañana para la tarde. Presentía que iba a incumplir un par de sesiones, pero no me importaba si era por pasarlo con Abril.

Me levanté porque había esperado a que bajara por mucho tiempo. Hubiera podido irme solo, pero a petición suya lo había esperado.

Trevor y yo solíamos pasar mucho tiempo junto hacía un par de años. Mi hermano era la persona con la que más tiempo pasaba, con la que más me entendía. No era extraño, habíamos estado en el mismo vientre por meses, habíamos crecido juntos y con él tenía una conexión extraña. Amaba a mi hermano.

—¿Qué mosca te picó? —pregunté al salir de casa. Iríamos caminando hacia el campo, no estaba tan lejos como para tomar el auto para ir.

—Alicia aceptó salir conmigo mañana.

—¿Salir tipo cita? Porque hasta donde me has contado ya han salido.

—Sí, tipo cita.

Sentí un poco de celos. Quisiera que las cosas con Abril fuesen así de fáciles. Cada cierto tiempo me encontraba pensando en que si no hubiera entrado a su casa, de seguro las cosas serían diferentes. Veía que ella arisca, lo pude notar con Stevenson, pero yo no solo me acercaría a robarle un beso, sino a intentar cortejarla. De seguro no se pondría a la defensiva, luego aceptaría salir a tomar un café conmigo, quizá ir al cine…

—Felicitaciones —dije, porque fuera de la punzada de celos, me alegraba por mi hermano— ¿Ya tienes planeado algo?

—Algo simple, un desayuno antes del instituto. Le dije que podíamos hacer más, pero se negó diciendo que si salía bien podríamos salir de nuevo luego.

El teléfono vibró en mi bolsillo. No esperaba ningún mensaje, no sabiendo que iba hacia el entrenamiento y mis amigos de seguro estarían allí.

Sin embargo, era Abril.

«Lo siento, pero no recordaba que había quedado con Alice temprano. No podré ir contigo».

Había algo mal en su mensaje. ¿Salir con Alicia? ¡Pero si ella ya iba a salir con Trevor!

Creo que refunfuñé un poco, porque mi hermano me vio y de inmediato preguntó qué pasaba.

—Que no sé cómo demostrarle a Abril que no le haré daño, eso pasa.

—Lo siento hermano, te tocó la chica difícil. —A pesar de todo, reí.

—¿Estás consciente de que le estás diciendo fácil a Alicia? —Me burlé en su cara. Puso sus ojos en blanco, mandando un golpe hacia mí que no dudé en esquivar.

—Sabes a lo que me refiero.

—Lo tomo como un reto. El premio es el amor de mi chica.

—Mírate, ya hasta suenas posesivo con ella.

—Cállate, Trevor. Es mi chica, solo digo lo real —guiñé y seguí mi camino hacia el campo de entrenamiento.

Kiona ya estaba entrenando al llegar, con Axel. Me crucé de brazos, mirándolos pelear. Ambos tenían en ceño fruncido, no tenías ninguna herramienta más que su cuerpo para defenderse y atacar. En todas las manadas el entrenamiento era diferente. Los McCall eran muy sanguinarios, así que las armas que usaban para los entrenamientos podían ser muy peligrosas para para eso. Había cuchillos, armas de plata como estacas o navajas, flechas tanto de punta de madera como de plata y oro. En la nueva manada, en cambio, las herramientas para en el entrenamiento consistían más en cosa de madera, como barras doble o bastones de combate. En todas las manadas era un requisito enseñar a apuntar y disparar, se trabajaba mucho en los reflejos, pero cada una tenía sus maneras.

Era incluso curioso que los resultados fuesen más altos ahí que en los McCall.




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