Hombres de luna azul

CAPÍTULO 13

—Está claro que se siente como la amante —dijo mi hermana, dejando el cuenco de palomitas a un lado. Kiona, quien había llegado hacía unos pocos minutos, le dio la razón.

—No soy Abril e incluso yo me siento traidora. Quizá si supiera toda la historia y que en realidad a Ixchel le da tan igual esta relación como a ti lo entendería, pero es humana, no entenderá la situación como nosotras lo hacemos.

—Creo que debes hablar con ella y disculparte. En cuanto puedas también deberías explicarle lo del enlace.

Solté una risa sin humor.

—Creo que el proceso para prepararla para saber todo de nosotros será incluso más largo que el de conquistarla, pero tienen razón: debo disculparme con ella para no mandar todo el progreso a la basura.

—Y terminar con Ixchel —puntualizó mi hermana.

—Y terminar con Ixchel —acordó Kiona con ella.

Sí, debía hacerlo, pero ella no me contestaba ni los mensajes, ni las llamadas. Aunque primero era lo primero. Me levanté de un salto, tomando mi teléfono para escribirle a Abril.

En ese momento entró Trevor con Alicia, ambos riendo. Al ver a la mejor amiga de Abril se me ocurrió una idea.

—¡Hey, Alicia! —Ella fijó su atención en mí.

—Alan, hola.

—¿Te molesta si sigo pasando por Abril a las mañanas antes del instituto? —pregunté. A ella se le iluminó el rostro.

—¿Tanto te gusta? —Asentí y ella se rio, encantada con ese hecho—. Te va a arrancar la cabeza y a mí también, pero está bien, te queda más de paso que a mí.

Sonreí y volví mi atención al teléfono para mandar el mensaje que había estado escribiendo antes. Trevor se llevó a Alicia, aprovechando que mis padres no estaban en casa.

Fue así como, a la mañana siguiente, estaba estacionando frente a la casa de Abril, con un café para ella y otro para mí en el portavasos. Ella salió, viéndose confundida al verme a mí. Le abrí la puerta, ella no dudando al entrar y tirar su mochila al asiento trasero, junto a la mía.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Le dije a Alice que pasaré por ti a partir de ahora, si está bien eso contigo. —Vi su intensión de rebatir, así que tomé su café, un latte mediano—. Por cierto, te traje algo.

Sus ojos se iluminaron al ver el café.

—Gracias, Alan.

—Es un placer, preciosa. —Puse el auto en marcha, viendo cómo disfrutaba del primer sorbo de café. Me lancé, sin querer esperar más a pedirle una salida—. Abril, quería hacerte una invitación, el fin de semana.

Me miró con sus grandes ojos abiertos a tope.

—¿Qué invitación?

—¿Quisieras ir al cine este sábado? —Aclaró su garganta, removiéndose en el asiento.

—Alan…

—Sé que dirás ¿Sí? Te estoy invitando para el fin de semana porque espero estar soltero para ese día.

—No sería una cita —aclaró. Me reí, porque bueno, yo sí tenía pensado que fuese una cita, pero sería como ella quisiera.

—No, no lo sería, solo una salida de amigos, para conocerte un poco mejor.

—En un cine es poco lo que puedes conocer a una persona, pero está bien, salgamos el sábado a cine.

¡Esa era una muy buena información!

—Así que para ti un cine no sería buena idea para una primera cita.

—Para nada, preferiría un picnic o algo así.

—Interesante —susurré, más para mí que para ella.

Sus mejillas se sonrojaron.

—¿Por qué interesante? —Me encogí de hombros, sin querer revelarle que en realidad le estaba haciendo un estudio.

—Porque cada día me sorprendes más. Las primeras citas suelen ser en cines o restaurantes, pero tú prefieres un picnic.

—Me gusta la naturaleza —se excusó. Tomé su mano, llevándola a mis labios. Ella se congeló, pero no hizo nada para separarse de mí.

—No digo que sea malo, de hecho, me parece lindo.

En especial porque tenía un lugar perfecto para una próxima cita.

A llegar tomé ambos bolsos. Abril solo me miró, cruzándose de hombros, así que tuve que darle un empujoncito con mi codo para que caminara. Lo hizo, refunfuñando que podía llevar su mochila, pero son hacer nada para quitarla de mí. Le puse conversa para que no bajara su rostro al caminar. Aunque se vio apenada, me siguió la conversación hasta que se olvidó de que me estaba hablando mientras caminaba.

En esa rutina hicimos los siguientes días. La iba a visitar a su casa si no tenía que ir a la constructora, llevando algo de comer y luego la dejaba dormir, temprano. Me alegró muchísimo, como nadie tiene idea, que estuviera cumpliendo su palabra y me estuviera dejando entrar a su vida.

Y me alegró aun más que ella misma lo admitiera.

Preciosa: Te lo tengo que confesar, estos días han sido geniales...

Tomé un poco más de mi jugo tratando de ocultar mi bobalicona sonrisa de mi madre.

Pasé mi lengua por mis labios recogiendo el poco jugo que quedó allí, aprovechando para fingir que mis labios no querían dejar a la vista todos mis dientes.

«Y tú que no querías dejarme entrar...»

Esperé paciente su respuesta, la cual no demoró mucho en llegar.

Preciosa: Lo siento... Pero ahora es diferente ¿No?

«Completamente, bonita ¿Estás haciendo algo en este momento?»

Preciosa: hablo contigo y... como fresas. ¡Ni creas que se me olvida que me debes un café!

«Uh, es injusto, hiciste trampa».

Preciosa: No es así, me dejaste ganar.

«Ahhh, entonces eres tú la que me debe diez».

Preciosa: ¡Ja! No tendrás ni un centavo de mi parte. Yo gané, aunque tú me hayas dejado hacerlo.

«Traaamposa. ¿Y quién dijo que hablaba de dinero? Pueden ser diez casas, diez coches, diez besos...»

«¿Puedo ir a verte?»

Preciosa: ¡No! No puedes, primero por lo que insinuaste, segundo porque estoy en pijama y no dejaré que me veas así.

«¿Ahora te arreglas para mí? ¡Genial! eso es un gran paso».




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.