Hombres de luna azul

CAPÍTULO 15

—Creía que tu chica era antipática —dijo un compañero unos días después en el entrenamiento. No pude evitar reírme, parando mi marcha al otro lado del campo en el que nos tenían corriendo.

—Solo es tímida. Cuando la conoces puede ser bastante genial, pero sí tiene su genio.

El entrenador nos llamó la atención haciendo sonar su silbato.

—Deberías invitarla a comer en la mesa con nosotros, a mi novia le caería bien.

Reí de nuevo, volviendo a tomar posición.

—No creo que Abril se sienta muy cómoda con eso, pero podría ser, antes la tendría que preparar para ello —bromeé.

Axel, a mi lado, se rio.

—No creo que sea tanto de preparación, es solo que este tipo es egoísta y no quiere compartirla con el resto. No ha querido llevarla a que conozca a nuestros amigos.

Mandé un golpe sin fuerza hacia él, quien terminó riéndose.

El entrenador nos volvió a llamar la atención, así que volví toda mi concentración al entrenamiento. Miré hacia las gradas, donde estaba Alicia viendo a Trevor entrenar. Abril no estaba ahí ese día por hacer tareas. A parte de linda, responsable. Debía ir ese día a su casa luego del entrenamiento para, precisamente, hacer los deberes de cálculo.

Al terminar y llegar a su casa me recibió con una bonita sonrisa, pero impidiéndome la entrada a su casa.

—No te quiero dejar pasar —dijo, en tono juguetón. Sonreí, dando un paso más hacia ella, tomando su cintura.

Se rio cuando nos di la vuelva, cerrando la puerta a medida que la hacía caminar hacia atrás hasta que sonó el clic que nos indicaba que estábamos solos.

—Ups, ya entré —susurré sin soltarla. Ella no perdía la sonrisa y me enamoraba cada día más ella. Se me hacía difícil no besarla, solo estar con ella como amigos. Diría que el comportamiento de Abril era un tanto contradictorio, pero en realidad era yo quien no sabía leerlo. Su confianza, la tranquilidad que desprendía ya conmigo podrían ser sinónimo de una buena amistad, pero ni siquiera con Alicia era así, tan… relajada, además de que había notado unos detalles, como el que tuvo justo conmigo en ese momento, en donde se dedicó a cuadrar el cuello de mi camiseta.

Había notado que le gustaba hacer eso, así que procuraba vestir con camisas o camisetas de cuello para que ella tuviera ese pequeño gesto conmigo.

—¿Qué me trajiste? —preguntó, haciéndome reír.

—¿Por qué crees que te trajo algo? —Sonrió más grande.

—Porque siempre que vienes me traes algo y lo que tengas en esa bolsa me está congelando la pierna.

Reí por lo bajo, soltándola luego de besar su frente.

—Traje helado, creí que podríamos mejorar las horas que pasemos haciendo cálculo con un poco de helado. Traje de choco chips, ¿te gusta?

Asintió.

—Traeré mis libros, puedes ir sirviendo el helado si quieres, o si quieres me esperas.

Solo le hice una seña antes de adentrarme a la cocina.

Bien, con los días que habíamos pasado podía decir que me había adueñado un poco del lugar, así que no me avergoncé de moverme por toda su cocina y de sacar lo que necesitaba de los estantes o cajones en los que sabía que estaría todo.

Ella volvió a penas unos minutos después con su libro. Hicimos los deberes, pero ella era muy buena en ello y a mí la matemática me gustaba, así que terminamos muy pronto.

—Quería preguntarte algo —dije mientras lavábamos los platos que habíamos ensuciado con el helado. Ella me miró, esperando—. Ya sabes que tengo dos hermanas. Adara ha estado diciéndome que lleve al lugar al que he ido todos estos días y como podrás sospechar, ese lugar resulta ser este. No sé si te gustaría conocer a mi hermanita pequeña.

Soltó una risita entre dientes.

—Puedes traerla, amaría conocer a tu hermana, pero creo que mejor la próxima semana, esta tenemos muchos deberes y creo que no nos podremos ver tanto.

Asentí.

Mi teléfono comenzó a sonar en la sala, en donde habíamos dejado los libros y todo lo demás. Lo hubiera ignorado, pero era la melodía del número que utilizaba Rich cuando sucedía algo y me necesitaba, así que fui hasta él con prisa.

—Rich —dije, mirando en todo momento la espalda de Abril. Se giró con curiosidad, sonriéndome al ver que la había pillado.

—Alan, te necesito aquí.

—¿Rich, estoy con Abril? —susurré, esperando que ella no escuchase.

—Lo siento, pero tengo una cuestión y necesito que la veas.

Suspiré. Él era el alfa, no podía solo negarme a lo que me pedía.

—Bien, voy hacia allá —acepté de mala gana.

Abril llegó a mí, la pregunta en su rostro.

—¿Te tienes que ir? —Asentí, acercándome para besarla en la frente y tomar mis cosas.

—Te llamo más tarde y nos vemos mañana.

No pudo decir nada más porque salí de la casa apresurado.

Rich me esperaba en su casa, cenando con su familia.

Al verme, tanto él como Kiona se levantaron y me guiaron hasta una sala, en donde había una sola bolsa en la mesa.

Sin embargo, supe a qué me llamaron cuando me acerqué y de esa misma bolsa se desprendía el olor de Kirian.

La abrí, sacando una sudadera de ella.

—Los avistamientos de lobos —dijo el alfa, poniéndose a mi lado—. Sabíamos que había un intruso en la manada, pero no sabíamos quién era hasta que Kiona reconoció el olor de Kirian.

—¿Cómo lo reconociste?

—Del día en el que llegaron. Tú olías mucho a él, por lo que me contaste, asumí que él fue quien más te atacó, por lo tanto, tendrías más su olor sobre ti. Si es él, está yendo contra las reglas de las manadas, pero no tenemos pruebas.

—En el sur del pueblo hubo otro ataque, tampoco fue a mucho, solo un susto, pero nadie viene a mi manada a hacer daños, ni convertido ni en su forma humana. Pasé un mensaje a tu antigua manada, pero Chelem respondió diciendo que su hijo siempre ha estado en casa.

Resoplé, dejando caer la tela en la mesa.




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