Hombres de luna azul

CAPÍTULO 16

Revisé a Abril por todos lados, hasta el límite de su molestia.

—¿Segura? —pregunté de nuevo, sin creerme que Kirian no le hubiese hecho algo.

—Sí. Por milésima vez, sí, ni siquiera me tocó, pero ¿Quién es él?

—Un excompañero —mentí a medias, sin poder decirle la verdad completa—, también el hermano de una chica con la que se suponía debería tener algo. Pero fue hace dos años —dije al ver que su ceño se fruncía

—¿Cuantas novias has tenido? —preguntó, su tono un tanto más brusco de lo que esperaba.

—Oficiales, solo Ixchel.

—¿Oficial?

—Sí. Con esta chica que se suponía debería haber tenido algo no lo hice, por eso su hermano me odia. —Me salí por la tangente. No iba a decirle que había tenido un par de relaciones de una noche. Ella era tan pura en ese sentido que incluso sentía un poco de vergüenza de haberme metido con otras personas antes de ella.

—No te creo.

—¿Qué? Oh vamos, Abril ¿Por qué no lo haces?... espera... ¿Estás celosa? —Sonreí cuando vi sus mejillas sonrojarse, dándome la razón.

¿Celosa? ¡Estaba celosa! Y los celos en esa situación solo podrían significar que sí le gustaba.

—Claro que no.

—Si, lo estás, admítelo.

—No lo estoy, ahora cállate.

—Y ahora estás enojada. —Enterré mi dedo en su costado, en el punto en el que sabía que le daría muchas cosquillas. Saltó, poniéndose a la defensiva.

—No lo hagas.

—¿Qué no haga qué? Por mi mente pasan muchas cosas —dije, sabiendo que me refería en específico a besarla.

—Alan... ¡No! —Comencé a hacerle cosquillas. De alguna manera tenía que quitarle el enojo o los celos y usaría lo que tenía a la mano... o, mejor dicho, mis manos, arriesgándome a que terminara todavía más enojada—. Alan suéltame.

—¿Sigues enojada?

—Sí —respondió sin aliento, removiéndose e intentando alejarse de mi toque.

Solté una risa antes de soplar en su cuello. Ella gritó aun riéndose,

—¿De verdad?

—¡No! —rogó sin poder parar su risa.

—¿No qué?

—¡Alan por favor! ¡Me vas a hacer orinar! —reí un más fuerte.

—¡Entonces dilo!

—¡No estoy enojada! Suéltame, por favor. —Obteniendo lo que quería, dejé de hacerle cosquillas, pero seguimos riendo por lo bajo. Su respiración estaba agitada, sus ojos cerrados. Quería tanto besarla, sentía mis venas ardiendo por las ganas de hacerlo, pero seguía inseguro del punto en el que estábamos. Ella abrió sus ojos, casi cogiéndome en el acto de mirar sus labios—. Te odio —susurró en broma, así que se la seguí. Abrí mi boca de una forma exagerada, pinchando de nuevo su cintura.

—¿Sí?

—¡Ya deja de hacerlo! No me gusta y me hace doler la panza. —Hizo un puchero y su tono fue tan infantil que no pude evitar que mi corazón latiera un poco más.

—Oh, a la niña, le duele su pancita ¿Qué haremos?

—No me goces.

—Ahora no sé cómo decirte —me acosté a su lado, viendo muy normal el abrazarla— ¿Me abrazas? —lo hizo enseguida, apretándome con fuerza. Acaricié su cabello, haciéndola suspirar. Sin pensarlo se creó entre nosotros otro momento de intimidad. Quise cerrar mis ojos y solo dormir sintiéndola junto a mí. Abril desde hacía unos días estaba dejando su cabello en su forma natural, con esas ondas que me volvían loco, por lo que estaba disfrutando mucho de la textura de este entre mis dedos y del olor que desprendía su cuerpo, en especial su pelo. Abril olía a frutas, las más dulces que alguien se pudiese imaginar—. Como te decía, ahora no sé cómo decirte, si preciosa y sus sinónimos o chiquita y pequeña.

—Puedes hacerlo como lo has venido haciendo, mezclándolos.

—¿Abril Lowell está dándome permiso para ponerle apodos? —bromeé, mirando un poco hacia abajo para intentar verla, aunque no lo logré del todo y no la desacomodaría.

—Últimamente te he dejado hacer muchas cosas.

—¿Qué pasaría si te besara? —pregunté, tanteando el terreno— ¿Me dejarías?

Metió un poco más su cabeza en mi pecho, casi como si quisiera desaparecer.

—Posiblemente no —respondió luego de unos instantes en silencio.

No dije nada más y ella tampoco, pero cuando sentí que se estaba durmiendo recordé la conversación que había tenido con ella antes de que llegara y viera a Kirian. Ella tenía algo por decirme, no se me olvidaba, sin embargo, así como me había dicho, no la obligaría a decírmelo en persona cuando sabía que no sería capaz.

—Es mejor que vayamos al supermercado ahora, ya pasan de las siete —susurré, sin querer romper la atmósfera.

—Ya me dio sueño, mejor lo dejo para mañana al salir del instituto —dijo en mi mismo tono, demasiado adormilada.

—Está bien. Ven a dormir, lo necesitas. —Me levanté, llevándola conmigo y dejándola sobre sus pies.

La miré, encontrándola casi sin poderse sostener en sus propios pies por el sueño. Suspiró y se encerró para cambiar su ropa mientras yo deshacía su cama.

Cuando sentí la puerta abrirse le di una mirada, sin poder evitar reírme y sonreír al ver el estampado de un beso en su camisa junto con un «Bésame»

Bueno, no tendría que decirlo dos veces, porque moría por hacerlo, pero lamentablemente eso era solo una coincidencia, no una indirecta.

—¿Eso es una indirecta? —Miró hacia abajo, sus ojos abriéndose con desmesura al ver lo que decía. Su rostro se volvió escarlata por la sangre que se concentró en sus mejillas y su frente. Me reí entre dientes.

—No —respondió rápido, intentando pasar por mi lado para acostarse en su cama ya lista para ella.

—No me importa si no lo es, lo haré de todas maneras. —Mi miró con pánico, pero bueno, solo estaba bromeando. No la besaría hasta no estar por completo seguro de que ella también lo quería. Esperaría, aunque se me fuese la vida en ello.

Tomé su cuello, levantando apenas su cabeza hacia mí. Ella no se alejó, pero tampoco le di tiempo para hacerlo. Mi estómago se hundió cuando sentí sus labios tan cerca de los míos. Solo besé su mejilla, aunque ella al parecer esperaba algo más porque mantuvo sus ojos cerrados hasta que me separé por completo, sin embargo, mi aliento se fue cuando vi sus ojos brillantes, expectantes y dilatados—. Hasta mañana, linda, que sueñes lindo. —Corrí su cabello para ver su rostro mejor. Sonreí un poco, obteniendo de vuelta otra sonrisa.




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