Hombres de luna azul

CAPÍTULO 17

Abril dormía plácidamente a mi lado, acurrucada en una cómoda posición encima de mi brazo. Yo no estaba tan cómodo, pero me aguantaba si me estaba dejando compartir con ella ese momento tan íntimo en gran medida.

Yo había acabado de despertar, porque sí, había dormido también unos minutos.

Delineé su rostro con mis ojos, fijando un bien rato mi mirada en sus labios entreabiertos por donde expulsada su aliento de manera suave, recayendo este cerca de mi barbilla.

Ella era tan hermosa, deseable e inalcanzable. Me sentía un afortunado por ser el objetivo de su coqueteo.

Se movió llamando de inmediato mi atención de nuevo a ella. Su mano subió por mi pecho hasta llegar a mi cuello, en donde acarició con suavidad, sin saber qué hacía exactamente... Seguía dormida, todo lo hacía en sueños.

Volví a fijarme en su rostro. Se había movido y ahora su cabeza descansaba casi colgando hasta su almohada... su boca daba a la mía, lo podía notar y no hice nada al respecto, mucho menos cuando se corrió otro poco más contra mí y descansó su cabeza entre mi cuello. Su mano volvió a moverse, esta vez un poco más cerca al espacio entre mi cuello y hombro. La dejó descansar allí mientras subía su pierna por las mías.

Luego de eso, volvió a quedarse quieta por muchos minutos. Disfruté de eso, más cuando sentí sus labios en mi mejilla.

Giré a ella para ver si seguía dormida o no. Mi sorpresa fue verla con los ojos entrecerrados, regalándome una diminuta sonrisa.

—Gracias por ser mi almohada —susurró sin despegarse ni un poco de mí, antes se acomodó mejor en mi costado.

Tragué con fuerza.

—Es un placer... Siempre que quieras.

Levantó su cabeza hacia mí, sonriente. Se alejó de mí y se irguió en la cama para estirarse y mirarme mejor. Su cabello cayó por hombro, enmarcando su rostro, aunque un segundo después ella lo corrió.

—¿Te parece mañana a la misma hora? —Sonreí desde mi lugar.

—Me parece una idea grandiosa.

Volvió a acostarse, esta vez guardando un poco de distancia para poder mirarme bien a los ojos, hice lo mismo que ella, poniéndome de lado, en su misma posición.

—Cuéntame más de ti —habló al terminarse de acomodar—, siento que sabes mucho de mí, pero no sé casi nada de ti.

—¿Qué más quieres que te digas?

—No lo sé, algo más —reí— ¿Cómo te proyectas a futuro?

—Creo que puedes saberlo, te he hablado mucho de eso.

—Lo sé, pero quiero que me lo digas, futuro arquitecto.

—Pues creo que en unos años me veo a cargo de la empresa de mi padre... quisiera hacer, en unos años, algunas casas para personas que no tienen un hogar, pero no cualquier persona, una que de verdad lo quiera. Me veo casado con una chica que quiera. —La miré a los ojos al decir esto—, y que me quiera a mí, con nuestra familia, tal vez. Creo que eso es todo ¿Cómo te ves tú?

—Como una diseñadora —respondió al instante—, pero de espacios. Quisiera casarme con un chico que quiera. —Sonreí cuando sus ojos se fijaron en mí. Ambos queríamos lo mismo—, con nuestra familia, tal vez... ah, y en una casa decorada por mí. Dime otra cosa.

Reí nervioso al no saber qué más decirle.

Quisiera comentarle todo, pero había cosas que debía guardarme.

—Realmente no sé qué más decirte.

—¿Hace cuanto vives en el pueblo?

—Hace poco. Desde que mi papá tomó la decisión de montar aquí la constructora, ¿tú?

—Casi toda mi vida. Viví algunos años en la ciudad, aunque era muy cerca de aquí. La casa ahora no existe. Háblame de tus padres.

—Son personas geniales y muy valientes. Se casaron demasiado jóvenes, al principio no supieron sobrellevarlo, por eso se separaron, luego volvieron a los pocos meses y comenzaron con el proceso de tener hijos... ya sabrás que a los meses nacimos nosotros, Trevor y yo. Mi madre es doctora, aunque no ejerce, sólo va algunos días al hospital, como una clase de ayudante. El resto de los días se la pasa en nuestra casa, en su casi consultorio. Mi padre... ya sabes que es.

—¿Tus padres estuvieron separados?

—Sí —solté una risa —poco tiempo, pero lo estuvieron. Sólo tenían diecinueve y veinte, les queda aún demasiado difícil.

—¿Y tus abuelos no dijeron nada de la edad?

—No. En mi familia es algo normal eso, en ambas. Mis abuelos maternos se casaron de diecisiete, mis abuelos paternos se casaron de la misma edad en la que mis padres se separaron.

—¿Y tú?

—La meta primero es conquistar la chica —guiñé haciéndola sonrojar—, pero si estoy seguro de que esa es la indicada, me gustaría repetir parte de la historia.

—¿Parte?

—Mis abuelos se entregaron totalmente el uno al otro. Mis padres... Mi padre fue un poco canalla, pero también se entregó a mi madre como ella lo hizo con él... yo no podría hacerlo, no del todo —me miró confundida, sin entender a qué me refería—. ¿Entiendes lo que te digo?

Lo pensó un momento antes de asentir.

—Yo sí —dijo luego de un momento de silencio—. Yo me entregaría totalmente a la persona con la que me casé. Siempre ha sido como una clase de sueño.

Nadie puede saber la satisfacción que me dio al escuchar eso.

—No podría darle mi primera vez en el ámbito sexual, pero ella tendría todo de mí. —Suspiró mirándome.

De un momento a otro, se corrió hacia mí, acurrucándose en mi costado.

—Tengo miedo a enamorarme —susurró—. Tengo miedo a que sólo me utilicen, por eso me he guardado tanto en toda mi vida. —Fruncí el ceño al escuchar su voz pastosa, como si fuera a llorar—. Tengo miedo a amar sin que me amen... por eso me he cuidado tanto toda mi vida.

Besé un lado de su cabeza.

—No debería asustarse si la persona que quieres siente lo mismo.

—No tengo manera de saberlo.

—Sólo mira sus actos; si te cuida. —La apreté contra mí demostrando el cuidado—. Si te protege —pasé mi brazo por su cintura protectoramente—. Si se ilumina su rostro al verte —levantó su rostro hasta el mío. Sonreí, demostrando lo feliz que era por ver su rostro—. Por las pequeñas cosas que haga. No tengas miedo a enamorarte... la otra persona podría estar esperando eso.




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