Hombres de luna azul

CAPÍTULO 20

Alexia se vio sorprendida de verme en la puerta tan temprano en la mañana.

—Alan, buen día —saludó—. No esperaba verte aquí, Abril sigue dormida.

No sabía si reírme o poner los ojos en blanco. La noche anterior le había dicho expresamente que no olvidara que iría por ella. No podía volver a recordarle eso, porque al parecer si lo hacía ella sí se quedaría dormida.

—Sí, yo estoy pasando por ella todos los días… ¿le importaría si subo? La llamé varias veces a su teléfono, pero no contesta. —Lo pensó un poco, pero al verme con el café en la mano, me dio permiso. Sin embargo, terminé por regalarle el café a ella sabiendo que Abril no despertaría pronto. Prefería que durmiera antes que se obligara a ir a una clase.

Nicolás apareció cuando estaba a punto de subir. También se vio sorprendido, pero luego pude ver un atisbo de satisfacción en sus ojos.

—¿Pasas por mi hija? —Asentí.

—Sí, señor, todas las mañanas.

—Incluso le trae café, mira —habló Alexia detrás de nosotros, suponía que mostrando el café—. Justo iba a despertarla, ya deben ir tarde.

Para mi sorpresa, Nicolás no puso objeción para subir a la habitación de su hija, así que lo hice.

Abril abrió apenas los ojos al escuchar la puerta de su cuarto. Me crucé de brazos, sin entrar del todo.

—¿Alan?

—Me dijiste que no lo ibas a olvidar. —Se vio confundida en medio de su nube de somnolencia, luego abrió los ojos, para mirarme con pánico durante un segundo antes de que volviera a cerrarlos.

—No lo hice ¿Qué hora es?

—Son las siete treinta. —Volvió a abrir los ojos con intención de levantarse.

—No te molestes en levantarte ahora.

—¿Estás enojado? —preguntó, llevando la manta hasta su cuello, como si quisiera esconderse de mí.

—No, de hecho, pienso que te has quedado dormida por algo; necesitas descasar y tu cuerpo comienza a entenderlo. Anda, vuelve a recostarte.

—Lo siento, me quedé dormida.

Me acerqué a ella, sin saber muy bien cómo iba a reaccionar. Para mi deleite, lo hizo de una buena manera.

Me regaló un espacio en su cama, me senté ahí, intentando acomodarme sin molestarla a ella.

—No te disculpes Abril, en tu caso es normal que haya sucedido ¿Sí?

Ella también se acomodó mientras asentía. Cerró los ojos de nuevo,

—Llegarás tarde —dijo luego de un minuto de silencio. Abrió sus ojos para mirarme.

—Creo que un día sin ir no le hará daño a nadie ¿No crees? —dije con una idea rondando por mi mente.

—¿Vas a faltar? ¿Te quedarás?

—Así es. Te iba a recoger para pasar más tiempo contigo, ya que no puedo hacerlo y en vista de que ya se me hizo tarde ¿Te molesta que me quede? —Negó.

—Si quieres puedes acostarte del todo...y quitarte tus zapatos para que estés más cómodo, lo único que... me incomoda, por así decirlo, es que prácticamente no harás nada. Mis padres están abajo y yo estaré dormida, posiblemente.

—Shh, calla esa boquita y cierra tus ojitos, duerme Abril, lo necesitas. —Ya teniendo el permiso, me acomodé y la abracé. Ella se removió contra mí, buscando una posición que le resultara cómoda. Acaricié su cabello hasta que volvió a quedarse dormida y lo cierto es que luego de unos minutos en esa quietud, yo también comencé a quedarme dormido

Me desperté al escuchar la risa de Abril y movimientos a mi lado. Suspiré, abriendo los ojos para encontrarme a Abril mirando hacia el techo.

—¿Qué ocurre? —pregunté antes de carraspear para intentar normalizar mi voz.

—No puedo creer que estés aquí —la giré hacia mí. Sus ojos chocaron con los míos divertidos y enternecidos— ¡No me has dicho nada!

—¿Tendría que decirte algo? —pregunté con verdadera confusión.

—Alan, estoy segura de que estoy hecha un desastre, mi cabello debe estar como un nido de pájaros, mi cara... Dios, mi cara de igual manera debe ser un asco.

—No lo es, tu cara porque en cuanto a tu cabello… sí estás un poco despeinada, pero aun así estás linda. —Se rio, sacándome una sonrisa a mí.

—Muchas veces me pregunto si lo que dices es solo para llevarme a la cama. No puede existir un chico tan perfecto como tú.

—Nunca pienses algo como eso Abril ¿Me escuchaste? No hago nada, ni digo nada con una doble intensión contigo. De verdad lo eres, quiero que lo sepas. Te quiero cuidar, no dañar ¿Lo entiendes? —Mantuvo la sonrisa, solo que sus rasgos se suavizaron.

—¿Lo prometes? —susurró, acariciando mi mejilla.

—Con mi propia vida —respondí.

Se quedó mirándome a los ojos, llenando el ambiente con tensión sexual. Sí, no consideraba la tensión sexual solo como ganas de tener relaciones con ella, que sí, no podía negarlo, pero en ese instante lo único que pensaba era en besarla.

Se mordió el labio y se alejó cuando estaba a punto de acercarme más.

—Es mejor que me arregle, me bañe y me vista... y todo eso. ¿Puedes esperarme aquí? ¿O te vas ya?

—Llamaré a Axel mientras que haces todo lo que tienes que hacer. Estaré afuera. —Asintió y casi que corrió hacia el baño. Me quedé acostado, largando un suspiro.

¿Qué debía de hacer para poder besarla?

Antes de que pudiera salir y luego de mandarle un mensaje a Axel avisándole que Abril y yo faltaríamos, organicé un poco su cama. Ella, cuando salió de ducharse, miró todo con su boca abierta.

—Te entrarán moscas a la boca si no la cierras, los hombres también podemos hacer estas cosas ¿Sabías? —me burlé, poniendo el último cojín en la cama.

—Sí lo sabía, solo no esperaba que lo hicieras conmigo.

—Está bien, así que en vista de que hemos perdido clases ¿Qué te parece un paseo? —Sonrió, asintiendo.

—Deja organizo mis cosas para salir.

Me acerqué para besar su cabeza.

—¿Te apetece un desayuno antes de ir? —Ella se quedó pensativa.

—¿Qué tal si te hago algo yo? Como una ofrenda de paz.




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