Hombres de luna azul

CAPÍTULO 24

—Preciosa, de verdad ¿No quieres parar? —le pregunté con burla. Amaba a Abril, pero debía decir que su voz a la hora de cantar no era la mejor.

—Déjame, no lo hago tan mal. —Pegó en mi pecho.

Había decidido llevar a Abril luego del partido a las afueras del pueblo, en un lugar entre la protección y el mundo humano.

—Oye, veo nubes en el cielo ahora, tu canto hará llover.

—Cállate —susurró rápido para no perder el hilo de la canción que sonaba por los altavoces del auto.

—Ni siquiera te la sabes toda. —Me ignoró. Sonreí y me incliné hacia ella, saboreando su boca. Inspiró siguiendo el beso antes de que, al parecer, recordara lo que estaba haciendo antes. Me separó con su mano en mi pecho.

—No es justo.

—La vida no es justa, linda.

—Déjame cantar, no lo hago mal. —Sonreí inclinando mi cabeza.

—¿Crees que hubiera buscado una manera de silenciarte si fuera así?

—Sí, ahora me besas por todo. —Mi sonrisa creció.

—No es culpa mía que seas irresistible.

—Para ti.

—Y para los chicos que ponen los ojos en ti.

—No creo eso. —Hizo una mueca. Sabía que no le gustaba el tema. No notaba que de verdad era bella, demasiado bella a los ojos de cualquiera, con su cabello castaño, sus ojos oscuros y esos labios perfectos para besar.

Delineó mi rostro con su dedo, dándome una caricia tierna que me hizo sonreír.

—¿Le caigo bien a tus amigos? —preguntó susurrando, con un tono de voz atemorizado.

—Sí ¿Por qué creerías que no? —Por sus inseguridades. No sabía de dónde habían salido, pero quería que se fueran, todas y cada una de ellas. Abril debería estar segura de lo maravillosa y hermosa que era.

—No lo sé, solo quería estar segura… Alan, cuéntame más de ti, dime algo que nadie sepa.

Reí al recordar la hazaña que no le había contado a nadie.

—Perdí a Adara en el centro hace un año. —Se vio sorprendida de escuchar mi revelación.

—¿Perdiste a tu hermana?

—Estaba distraído y mi hermana estaba en su época de querer saber que era todo y… bueno, ambas cosas enlazadas llevaron a otra, pero fue mi culpa, no debería haber perdido de vista a mi hermana.

Abrió su boca queriendo decir algo, pero su móvil sonó interrumpiéndola.

—¿Mamá?

—Abril. —Al escuchar un sollozo detrás de la línea dejé de escuchar, seguro de que era algo privado y no me gustaba escuchar conversaciones ajenas aprovechando mis sentidos.

—¿Qué sucede? —Unos segundos después su rostro fue perdiendo el color. Imaginé que algo malo pasaba—. Voy para allá. —Colgó

—¿Qué sucede? —pregunté al ver sus ojos encharcados. Se tiró a mis brazos llorando.

Me partía el corazón de esa manera, escuchar sus sollozos sobre mi pecho y saber que algo la tenía sufriendo.

—Tengo que irme —susurró pasado un rato en el que ninguno de los dos decía palabra alguna.

— ¿Ahora? —Sé que mi voz salió decepcionada, pero si ella tenía que hacerlo, no podía hacer nada más.

—Sí, pero... tengo que irme, con mi mamá y mi papá.

Angustia se instaló en mi pecho. Pensaba que se refería a irse por un largo tiempo, en alguno de los viajes que hacían sus padres por tiempos indefinidos.

— ¿Qué? Pero ¿cuánto tiempo? —Sonrió y soltó una pequeña risa secando sus lágrimas. Junté mi nariz con la suya. No sabía muy bien qué hacer en ese momento.

—Solo unos días, tres a lo mucho. Mi abuela enfermó y quiero verla. —Decirlo la volvió a afectar, porque dos lagrimillas salieron de sus ojos.

—Abril… lo siento tanto. ¿Te irás hoy?

—Creo que sí, no lo sé, pero tengo que empacar las pocas cosas que me voy a llevar.

—Entonces vamos. —Hice una pequeña mueca. La ayudé a levantar, luego guardé la manta en la que habíamos estado acostados.

Si se tenía que ir, la esperaría cuanto tiempo fuera necesario para llevar a cabo nuestra cita.

Varios minutos después, la estaba dejando en la puerta de su casa. Salí del auto soltando un suspiro.

No quería dejarla ir, no por el momento… No cuando tenía tan poco tiempo de sentirla por completo «mía».

Abrí su puerta y con cuidado ella bajó, tomando mi mano. También suspiró. Su mirada estaba triste y podía apostar que mi rostro también se encontraba así.

—No sé si me encuentro más triste por mi abuela o por tener que irme —dijo por lo bajo tomando mi otra mano. Solté el aire por mi boca llevándola más a mí.

Tomé su boca con la mía, explorando cada rincón de ella. Se apegó más a mí, abrazándome por la cintura.

—Te voy a extrañar. —Di un beso esquimal antes de besar de nuevo sus labios.

—Yo también… mucho.

—No dejarás de hablarme ¿Verdad?

—Lo dices como si me fuera por un gran tiempo. —Medio sonreí—. No te dejaré de hablar, tenlo por seguro ¿Tú lo harás?

—No podría hacerlo, aunque quisiera. —Soltó una risilla rozando nuestros labios—. Bésame —imploré. Volvió a reír.

—Parece que me rogaras por un beso.

—Lo estoy haciendo, preciosa. —Sus ojos brillaron. Tuve que morderme la lengua para no decirle que la amaba, pero no iba a dejar de decirle que la quería—. Te quiero tanto.

Y solo esas palabras bastaron para que me diera lo que tanto quería de ella.

—Me tengo que ir. —Juntó nuestras frentes—. Te llamaré luego.

—Está bien —suspiró volviendo a su estatura normal y metiendo su cabeza entre mi cuello y hombro. Inhalé el olor de su cabello.

—Se siente tan bien estar así… Me gusta más el calor que me dan tus brazos a tus abrigos. —Reí.

—A mí me gusta más darte mi calor. —Me abrazó un poco más fuerte. Nos quedamos en esa posición hasta que sentimos la puerta abrirse.

— ¿Abril? —se quejó un poco antes de separarse de mí.

—Ya voy mamá. —Me miró con una pequeña sonrisa. Fui soltando su mano a medida que se alejaba—. Te veo luego.

No me dejó responder, tan solo entró a su casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.