Hombres de luna azul

CAPÍTULO 25

Cuando le comenté a Abril que estaba emparejado con Amber en mi clase de biología se echó a reír, pero había notado la molestia en su rostro. La había calmado y asegurado que no pasaba nada por eso, solo haría ese trabajo con ella y no le hablaría más.

Ese era el plan. Había estado mensajeándome con la enemiga de Abril durante esa semana, eso lo sabía mi chica, pero lastimosamente tenía que reunirme con ella para completar el trabajo escrito y la exposición. La había citado en mi casa, arriesgándome a que supiera de la protección porque no me metería en su zona de confort.

Me había despertado temprano para terminar de organizar todo. Abril estaba a punto de volver, esa noche sería nuestra cita y debía dejar todo organizado. Las flores me las llevarían de una floristería de la protección, tendía que salir a comprar lo que faltaba para la comida que mi madre me ayudaría a cocinar. Mis amigos y yo el día anterior nos la habíamos pasado organizando el lago, quitando toda la basura del agua para que el ambiente fuese más romántico. Estaba nervioso, muy nervioso, pero creía que Abril estaba incluso más nerviosa y emocionada que yo.

Sentí la vibración en mi bolsillo casi a las cinco de la mañana. Sí, me había despertado tan temprano para poder hacer todo lo que debía hacer antes de que Amber llegase. De hecho, para que pudiese entrar a la protección le había tenido que decir que pasaría a buscarla… Claro, ella debía de ir en su auto y seguir el mío, no la subiría al coche, mucho menos en el asiento de Abril.

Mi preciosa:

«Voy en camino!»

Le respondí de inmediato, bajándome del auto para entrar al supermercado que estaba abierto las veinticuatro horas.

«Has disparado mis nervios, ya quiero que estés aquí ¿A qué horas crees llegar?»

Mi preciosa:

«¿Qué haces despierto a las cinco de la mañana? ¡Ve a dormir! Te avisaré cuando llegue a casa y cuando vaya a salir ¿De acuerdo?»

«Por si lo olvidas, alguien tiene que hacer un trabajo con una de "tus amigas" y tengo que preparar algunas cosas antes de que ella llegue. Avísame por favor, no lo olvides»

Mi preciosa:

«Me encanta tu sentido del humor, deberías trabajar de ello...»

«Venga ya, sé que no te causa risa, no hay necesidad de ser sarcástica. Te tengo que dejar, tengo mucho que hacer. Te quiero, bonita.»

No me contestó, aunque esperé de vuelta un «también te quiero». No me molestó, sabía que lo hacía.

Tomé las cosas de la lista que mi madre me había dado con rapidez, porque debía de pasar por Amber. Cuando estaba cerrando la cajuela del auto, sentí el aroma conocido, pero nada bienvenido de Kirian.

Me giré, mis brazos cruzados y mi actitud a la defensiva.

—Es interesante esta chica, ¿cómo es que se llama?... Abril.

Mi sangre se heló cuando vi su sonrisa ladina y cínica.

Di un paso hacia él, intentando intimidarlo, pero no retrocedió.

—No te le acerques ni un milímetro, Kirian. Considérate muerto de hacerlo.

Chasqueó la lengua.

—No debería importarte tanto una simple humana, no tiene nada de especial… a menos de que ella sea tu compañera, ahí tendría todo el sentido del mundo que te importase tanto. Que desperdicio ¿no? Resultar emparejado con una humana teniendo todo el poder que un licántropo pudiese desear. La historia en tu familia se repite, un hombre poderoso enlazado a

—Abril es mi amiga —mentí porque sabía que si le decía que ella mi compañera y futura novia le estaría dando poder sobre mí—, solo la protejo como lo haría con Kiona.

—Los amigos no se besan y los he visto, Alan.

—Muchas veces hacemos eso cuando esperamos que llegue nuestra compañera. Lo sabes, Kirian. No fuiste un santo antes de Samanta.

Apretó los dientes, molesto por mi mención a su compañera fallecida. Sonrió, aun con su mandíbula apretada.

—¿Por qué te encuentras tan nervioso, Lee? —Dio un paso hacia mí.

—No lo estoy y solo te advierto, McCall, que te alejes de Abril.

—Eso deberías hacerlo tú: demuestra que ella es solo una simple humana sin importancia sentimental para ti y no tendré por qué hacerle daño. Seguirías sin tener un punto débil —gruñó con mal humor.

Resoplé.

—No tengo que hacer nada de lo que tú dices, Kirian.

—En ese caso, yo no tengo que confiar en tus palabras.

Lo tuve que ignorar. No podía demostrarle todo el poder que tenía Abril sobre mí.

—Puedes pensar lo que quieras, Kirian, pero protegeré mi territorio a toda costa y mucho más a mis amigos, humanos o no.

Me metí en el auto, ignorando cada palabra que pudiese salir de su boca.

No le prestaría atención. No podía hacerlo.

***

Su voz me molestaba, su cabello me molestaba, su coqueteo me molestaba… todo de Amber, me molestaba.

Había recibido un mensaje de Abril hacía poco, diciéndome la hora de salida de su casa hacia la mía. Se había negado a que yo la recogiera, diciendo que en el tiempo que ella usaría para desplazarse yo podría terminar mi trabajo con Amber y así ahorraríamos tiempo para estar juntos.

Sin embargo, intenté terminar todo con rapidez. Mi paciencia se agotaba cada que Amber parecía hacer así de una forma lenta a propósito. Ella solo sonreía, divertida por mi mal humor.

—Bueno, entonces yo llevaré esto mañana y lo presentaremos juntos. —Sonrió saliendo mi casa. Trevor me miró desde la cocina. Logré escuchar como susurraba un «regalada» antes de subir las escaleras haciendo sonar sus pasos. Me distraje viéndolo, tanto que no me di cuenta del momento en que Amber se acercó a mí.

—Está bien. —Volteé hacia ella de nuevo, sin esperar que se moviera como una maldita gata y estampara sus labios en los míos. Mis manos volaron a su cintura, con la intensión de separarla de un solo tirón, pero mi consciencia me detuvo de hacerlo. En cambio, la aparté, con un poco de fuerza, pero sin hacerle daño. Luego, al sentir un dulce aroma, sonreí al percibir el olor de Abril, sin embargo, cuando miré al camino no había nadie por allí.




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