Hombres de luna azul

CAPÍTULO 30

Entré a la oficina de Rich como un huracán. Sentía la rabia palpitar en mi cuerpo como si tuviera vida propia.

El alfa de la manada pareció confundido de verme ahí.

—¿Se te ofrece algo, Alan?

—Manda un mensaje a Chelem, dile que si en una próxima ocasión vuelvo a ver a Kirian que lo dé por muerto.

Rich frunció el ceño.

—¿Pasó algo de lo que no estoy enterado?

—Kirian estuvo en casa de Abril, molestándola y asustándola. ¡Terminará por romper las reglas! ¡Le hará conocer toda nuestra naturaleza, Rich y tú no haces nada! —No pretendí que mis manos se apoyaran con tanta fuerza en el escritorio. Rich se sobresaltó ante el golpe, pero no se dejó intimidar. Se levantó, mostrando toda la autoridad que tenía.

No me importó. Intentar amedrentarme no le serviría de nada.

—Te aconsejo que te calmes, Alan.

—Han dañado a los humanos, persiguen a Abril y quien sabe que más cosas han hecho. Tienes a las personas, el olor de ellos en los heridos, ya tienes tus pruebas.

Rich negó.

—Así no funcionan las cosas, Alan, lo sabes. ¿Cómo llevo un herido hacia Chelem? ¿Con qué excusa? Las personas atacadas son humanas, no puedo entrarlos a la protección, no puedo decirles qué somos. Por el momento no podemos asegurar que sean ellos. Si viste que Kirian estaba molestando a Abril en su forma lobuna, o en su forma humana, debiste escoltarlo, llamarme y así solucionarlo, pero no lo hiciste ¿verdad?

—Kiona estaba ahí, todos estaban ahí, ¿qué no basta con los testigos?

—¿Testigos que son tus amigos? ¿Qué son de mi territorio? Nadie tomaría en cuenta sus palabras, no conociendo la historia que tienes con los McCall.

—No intentaría sacar a Kirian por algo que ya pasó, pero quiere hacerme daño por medio de Abril y te aviso desde ahora que si vuelven a acercarse a ella yo mismo los mataré. Pueden hacerme todo lo que quieran, pero con ella nadie, nadie se mete. No la traeré, todo este lío es solo porque no quiero que se entere de la verdad, que no corra más peligro.

—Desde que la dejaste corre más peligro.

—Eso ya lo sé, todo el mundo lo dice, yo mismo me lo digo, no necesito que más personas me lo recuerden.

Lo único que me tranquilizaba un poco era la promesa de Abril de que volvería a ponerse la cadena. Eso debería mantenerla a salvo con el cambio de magia a su alrededor.

—Estás hablando con el alfa Alan, tienes que respetarme. —Solté una risa sin humor.

—Ambos sabemos que si quiero puedo retarte y ganarte el mando, Rich. No vengas con tus cosas de «respeto o te vas». Ni en Kiona ni en mí se cumple esa regla. Te quiero, Rich, lo sabes, pero si no haces algo con Kirian yo mismo lo haré.

Salí de la casa con pasos apresurados. Necesitaba llegar a casa y obtener alguna noticia de Abril.

Le mandé un mensaje a mi amiga para obtener alguna noticia.

Abril estaba bien, tenía la cadena puesta y también me dio una información que no me había dado el día anterior: tenía la herida hinchada, pero bien cuidada.

Mi hermana se había quedado con ella para pasar la noche juntas, así que me quedé un poco más tranquilo al saber que tendría compañía de alguien que la podía proteger un poco más que un humano cualquiera.

A la mañana siguiente, o más bien a la tarde, ya había logrado serenarme un tanto, solo me encontraba ansioso por la llenada de mi hermana.

Al sentirla llegar bajé hacia la puerta del garaje. Mi hermana entró por allí, llevando una bolsa con ella. La miré con intensidad, esperando noticias.

No me dijo nada, para mi desazón, solo puso en mis manos la bolsa, que con el movimiento soltó el olor de Abril.

No me pedí que me dijese algo sobre mi chica, sino que corrí escaleras arriba, de nuevo hacia mi habitación, para ver el contenido de la bolsa.

Lotty estaba enojada conmigo desde hacía días. Consideraba a Abril una nueva amiga, así que no consentía que le haya roto el corazón, aunque supiera la razón.

Pensé, por un momento, que el contenido de la bolsa sería algo diferente a mis abrigos, sin embargo, sentí que un vacío se creaba en mi estómago al ver las diferentes telas de mis chaquetas, sudaderas o jerséis.

No pecaba de ignorante: Abril estaba haciendo lo posible por sacarme de su vida.

Llevé una sudadera a mi nariz, absorbiendo todo el olor que podía. Hacía tanto que estaban con ella que mi olor no se sentía; solo era su olor impregnado en toda la tela. La puse a un lado de mi cama, como si fuera un gran aromatizante.

No me alegraba nada que me hubiera devuelto los abrigos, pero debía verle el lado bueno: por lo menos tendría su olor cerca de mí por un tiempo.

Horas más tarde no podía dormir. Me di la vuelta, mirando la foto en mi mesa de noche.

Una idea llegó a mi cabeza. Me levanté para ir hacia la bolsa con los abrigos y saqué una sudadera. Quizá era infantil, pero vestí una de las almohadas con ella antes de acostarme de nuevo, enterrando mi nariz en ella y abrazándola, cerrando los ojos para pretender que en realidad no abrazaba una almohada sino el cuerpo de Abril. Intenté conciliar el sueño, lográndolo a los pocos minutos.

Tener el olor de Abril cerca había ayudado. En un punto dejaría de tener su olor, pero debía de aprovechar mientras durara.

***

Entre sonriendo al instituto. Estaba cansado, pero mi humor estaba mucho mejor por haber visto lo últimos días a Abril sonriente por los pasillos, además de que se me había ocurrido otra manera de hacerla sentir mejor.

Encontré a Kiona en su casillero con Axel. Me apoyé allí, sin perder la sonrisa, hasta que se fijó en mí y no en su novio.

—¿Y a ti qué te sucede? —preguntó al verme sonriente. Fue extraño, sí, porque por esas dos semanas no había estirado mis labios en sonrisas. No había estado de humor para nada de eso.




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