Hombres de luna azul

CAPÍTULO 31

Debía descansar. Lo debía hacer a como dé lugar.

Bebí de la botella de agua como si mi vida dependiera de ello. Era casi increíble, para mí, que en un simple entrenamiento con el equipo sudara tanto, cuando antes solo eran un par de gotas.

Estaba desmejorando, todo por no descansar lo suficiente.

—Hey, Lee, tienes cinco minutos para ducharte y estar en tu otra clase. —Asentí, volviendo a atacar la botella.

El entrenamiento se había hecho luego del ensayo con las animadoras, pero ese grupo no se había ido, seguía en la otra punta de la cancha. Escuchaba sus risitas desde el lugar en el que estaba, creo que todos los jugadores podíamos escucharlas. A mí me estaba molestando escucharlas solo por el hecho de que ahí en ese grupo estaba Amber.

Entendía por qué Abril no la soportaba.

Me levanté del asiento y fui hasta las duchas. Me di un baño rápido solo para quitarme el sudor y el mal olor que se pudiese crear por él. No me demoré solo cinco minutos, pero aun así la campana no sonó sino hasta casi veinte después.

Caminé con tranquilidad hasta mi casillero para buscar todo lo que necesitaba para la siguiente clase. Me dolía un poco la cabeza luego del entrenamiento. Se lo atribuía al cansancio y al malestar que me causaba la lejanía con Abril luego de haber probado su sangre.

Me había desmejorado muchísimo luego de eso. Mis reflejos no estaban bien, mis sentidos tampoco. Había hablado con Rich, él pensaba que lo mejor para mí era mantenerme al margen. No me mandaría a misiones fuera de la protección y mis entrenamientos debía de hacerlos en solitario, solo para no perder la costumbre, pero nada de enfrentamientos.

Era una mierda, sí, pero debía acatar.

Tallé mis ojos, ardían por el sueño y cansancio. Suspiré, corriendo uno de los libros para buscar el que debía tomar.

Sentí la presencia de Abril gracias a su olor envolvente. Creía que pasaría de largo, en busca de su siguiente clase, pero en eso sentí su dedito en mi hombro.

Me sorprendió, pero el pensar en la oportunidad de hablar con ella, de que me dijese algo, me hizo sonreír. Sin embargo, toda sonrisa de perdió al ver su rostro enojado y dolido cuando su mano se estampó en mi pecho.

La cubrí con la mía, preocupado, sin poder disfrutar del toque de su piel.  

—No me interesa tener tu basura, para la próxima que mandes a alguien a tirarla asegúrate que llegué directamente al contenedor y no a… otras personas —dijo con sus ojos enojados, casi que tirando fuego por ellos.

¿De qué hablaba?

Le iba a preguntar, pero antes de poder soltar sonido alguno, hizo fuerza para sacar su mano de la mía. Se fue con pasos fuertes y enojados.

Miré lo que había dejado en mi puño: un papel grueso. Parpadeé, frunciendo el ceño, abriéndolo.

Juro que quien me hubiese visto se habría encontrado con un rostro desprovisto de color al contemplar la fotografía de Abril, totalmente destruida.

Miré al pasillo, buscándola. Tiré todo al casillero, sin importarme si los libros se dañaban. Corrí con la foto en mano hasta ella, esquivando estudiantes y profesores lo mejor que podía. Debía decirle que esa foto no se la había dado a nadie, ni siquiera sabía que no estaba fuera de mi billetera.

Axel me miró y se interpuso en el camino de Abril para que pudiese alcanzarla, pero en cuanto ella notó que era mi amigo e incluso antes de que pudiera dar un paso más hacia ella, habló con su rostro enterrado en la camiseta de mi mejor amigo.

—¡Lo odio! —respondió a la pregunta que Axel le había dicho. Mi corazón se paralizó, mis pies dejaron de moverse cuando se sintieron como plomo y mi sangre se heló en mis venas al escucharla— ¡Lo odio tanto! ¡Los odio!

—¿De nuevo Alan? —Axel me miró, el reproche en su mirada. Intenté decirle que no había hecho nada, que no entendía la situación, pero solo pude seguir escuchando a Abril decir que me odiaba.

—Siento que lo odio mucho.

Apreté mis labios, intentando contener las lágrimas. Kiona llegó, de seguro luego de haber escuchado desde la distancia.

Sacudí mi cabeza con ira antes de darme la vuelta irme. No podía quedarme ahí con el corazón aún más destrozado.

Al llegar a casa todo estaba solo. Charlotte y Adara deberían estar en clase, pero todo estaba en silencio en mi casa, así que supuse que habían salido con mi madre. Subí a mi habitación, encerrándome ahí por el resto de la tarde.

Puse la fotografía en el escritorio, alisándola todo lo que podía, pero estaba destrozada. Líneas blancas atravesaban el papel como raíces en diferentes direcciones, distorsionaban la sonrisa de la hermosa mujer en ella.

Suspiré, sacando mi teléfono. Abril me odiaba, pero yo la amaba; no podía dejar las cosas así.

Me metí en su chat.

«Lamento lo de la fotografía. No sé quién la sacó de mi cartera, pero no se la di a nadie… Lo siento»

Me quedé mirando el mensaje por un par de minutos, decidiendo si mandarlo o no antes de eliminarlo y dejar el teléfono a un lado.

Me sentía mal, muy mal.

Una notificación me hizo cambiar la fijación de mis ojos en la fotografía destruida hacia mi móvil.

Ax:

«Se puede saber qué has hecho ahora, Cabrón?»

Ax:

«Llevé a Abril a su casa, para que sepas que ahora hay alguien a quien le dice te amo. Deberías espabilarte e intentar recuperarla»

Ax:

«Sigo esperando respuesta a mi pregunta»

Nada, no había hecho nada y eso era lo peor de todo… Bien, eso no era lo peor de todo; ¿cómo que Abril le estaba diciendo te amo a otro?

Sí, ella nunca me lo había dicho a mí y eso solo lograba inyectarme más ácido en las venas.

Todo se estaba yendo a la mierda. Mi tiempo se acababa y seguía sin tener nada. Me castigaba a mí mismo por no haber escoltado a Kirian hasta Rich, así quizá todo estuviera solucionado, pero era mentira. Sabía que ese deseo era mentira.




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