Hombres de luna azul

CAPÍTULO 38

Los días siguientes fueron monótonos, con la excepción de que veía a Abril más sonriente en el día. No sabía si ese hecho me molestaba o me alegraba; por un lado, no me gustaba que estuviera feliz con otro chico, mucho menos que ese hombre estuviera en su casa, y por el otro lado, no me gustaba ver a Abril triste, así que era un alivio ver su sonrisa cada día y sus ojos brillar.

No me había vuelto de dirigir la palabra, así que suponía que seguía enojada por mi pelea con Stevenson, con la cual me había ganado una suspensión de tres días, pero todo había valido la pena porque gracias a eso unos compañeros habían dado su versión y a Stevenson se le había ido más hondo el castigo por difamación.

A mi favor, más que el castigo de él estaba el hecho de que se habían mantenido alejados. Según lo que Trevor me contó, que a su vez le había contado Alicia a él, Abril le dio por completo esquinazo luego de nuestra pelea.

—¡Los necesito aquí a las seis! ¡Ni un minuto más ni uno menos! —gritó el entrenador cuando ya todos nos dispersábamos. Faltaba media hora, por lo que preferí ir a comprar algo para beber porque había olvidado mi botella en casa.

Con una simple bolsa de agua fría se fue mi sed. Seguían faltando veinte minutos para comenzar el partido, por lo que, con tranquilidad, me encaminé a los vestidores.

En el camino noté una larga cabellera castaña, reconociendo de inmediato a Abril.

—¡Abril! —grité, trotando para estar más cerca de ella en menor tiempo. Giró ante mi llamado. No se vio incomoda y tomé esto como un avance—. ¿Qué haces aquí? —pregunté, ilusionado de que fuera a verme jugar como hacía antes.

Era otra de las cosas que más extrañaba, verla en la tribuna, apoyándome y sonriéndome desde lejos.

—Mi hermana quería venir, así que tuve que acompañarla. —Se encogió de hombros con simpleza.

¿Había venido nada más a eso? ¿No era porque ella quisiera verme jugar? ¿No era ni en una mínima parte por mí? ¿Estaba el castaño con ellas?

—¿Solo por eso? —pregunté teniendo la mínima esperanza de que me dijera que había ido por mí.

—Sí, no hay ni siquiera una razón más para venir. —Asentí, desilusionado—. ¿Por qué sigues con tu ropa de entrenamiento?

—Hacia allí iba… tú… ¿Irás mañana a la fiesta que Kiona organizó? —Estaba seguro de que Kiona le había comentado de la fiesta. Le pedí, como un millón de veces, que le avisara a ella. Era la celebración de mi cumpleaños, claro que la iba a querer allí.

—¿Fiesta de qué? —Y… se pinchó el globo de la ilusión, poniendo en su lugar uno de decepción—. Oh, de tus diecinueve —carraspeó—, no lo sé, de pronto.

No me gusta ese de pronto. Quería que fuera, la quería tener ahí.

—¿Lo habías olvidado? —pregunté, pero cuando me pidió que repitiera lo que había dicho, vi que no me había escuchado por estar distraída—. ¿Lo habías olvidado?

—¿Qué? ¿Tu cumpleaños? —Asentí—. Es el domingo, Alan, no mañana.

¡Así que no lo había olvidado!

Sonreí.

—Espero verte allí —me sinceré—, que disfrutes el juego.

—Gracias. —Sonreí una última vez antes de seguir avanzando.

Primera conversación en la que no discutíamos.

Al estar en el juego me concentraba más en ver a Abril, pensando que las cosas eran como antes. Me lo ponía fácil. Siempre me seguía con la mirada y se sobresaltaba cuando veía que algo podía sucederme.

Me alegró por completo el día esos detalles.

Aunque en casi la mitad del partido, al ver a las tribunas luego de hacer mi gran jugada, vi que ella ya no estaba. La busqué, pero todos estaban alborotados por la anotación así que no pude ver bien.

El resto del juego lo pasé más desanimado. Abril no volvió, tampoco estaba en los espacios del instituto.

Llegué a casa cansado, sintiendo todavía la ligereza por haber visto a Abril y hablado con ella.

Me dormí, pensando que al día siguiente Abril iría a mi fiesta, dejando olvidado lo que había sucedido, aunque fueran unas horas.

Desperté tarde y con nervios. Mi madre me sonrió al bajar a desayunar, notando lo ilusionado que estaba por ir al bar ese día. La fiesta no era solo por mí, sino también por Kiona, después de todo habíamos nacido a la misma hora, tenía sentido celebrarlo juntos.

Me arreglé más tarde, con Lotty viendo mi atuendo con una mirada analítica.

—¿Cómo me ves? —pregunté con gracias al verla tan concentrada en mí.

Le había comentado que Abril iría, por eso se encontraba en mi habitación, escudriñándome de ese modo.

—Estás guapo, un poco ojeroso, pero muy lindo. —Sonreí, dando una vuelta para estar frente a ella.

—¿Crees que a Abril le guste? —pregunté lleno de esperanza.

—Por supuesto… Si va, deseará besarte.

Si va, esa era la palabra clave en la frase. Solo si va.

—Espero que vaya. —Mi hermana se acercó a mí y arregló el cuello de la camisa.

—Creo que sí irá. ¿Qué tiene de malo ir a tu fiesta?

—Desde la mente de Abril, mucho.

Y eso era lo que me daba más terror: lo que Abril pudiera pensar.

Toda la noche la había pasado pensando en lo maravilloso que sería que estuviese en el bar. Por cortesía se acercaría a mí, me daría un abrazo o un beso en la mejilla… o solo una sonrisa, pero no pelearíamos, hablaríamos y pasaría un buen momento a su lado.

Quizá la pregunta era ¿qué valía una simple sonrisa? Pero hacía tanto tiempo que no me sonreía a mí o por mi causa, que de verdad lo extrañaba y ahí entraba la segunda pregunta: ¿Cómo serían las cosas de haber seguido juntos?

Eso era lo que más me ponía triste, porque de pensarlo me daba cuenta de lo bonito que hubiera sido, despertar con un mensaje suyo, vernos y recibir besos de regalo, seguramente me sorprendería con un regalo, una cena o cualquier cosa que me hubiera encantado.

Esa era la parte que más me dolía, el no saberla conmigo.




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