—¿No hay noticias de Kirian? —pregunté a Rich, sentando frente a mí.
Negó, para mi desilusión.
—No han vuelto a atacar. Lo que sí sé es que llega todos los días a su casa y que su amigo se quedó en la manada, ya no lo acompaña.
Lo presentía. John no era temerario, estúpido sí, pero si la intención de Kirian era meterse conmigo y la persona que más amaba, entendía que se hubiese echado para atrás en el plan.
Suspiré.
—Bien, cualquier cosa llámame, por favor, ya quiero solucionar mi situación con Abril.
Mi líder asintió. Me levanté sin tener nada más de qué hablar. Kiona y Axel estaban en la frontera de las manadas, ante un llamado de un hechicero no sabía para qué porque no me habían dicho nada al no poder acompañarlos.
Fui hasta mi casa. Mis padres estaban ahí, ambos sentados en el sofá mirando una película o alguna serie, no lo sabía. Los saludé a mi paso, recibiendo de vuelta un saludo de mi padre y un asentimiento de mi madre, la más concentrada en la pantalla.
Al llegar a mi habitación encendí el ordenador para seguir trabajando en el proyecto del banco. Había leído a consciencia el pedido, también había tenido un par de reuniones más con los encargados y mi padre. Había pasado un presupuesto aproximado que había tenido que revisar con mi padre de nuevo, así que andaba en eso. Los planos preliminares habían sido aceptados, así como el primer esbozo que contenía una idea general de lo que se podía hacer. Debía, entonces ajustar lo que mi padre me había dicho para volver a pasar el proyecto para seguir con todo el tema legal.
Sin embargo, no pude concentrarme por pensar en Abril y su amigo. Me moría de celos por verlos juntos y me sacaba de mis casillas no tener a nadie a quién preguntarle qué hacían. Lo único que sabía, gracias a Trevor, era que el castaño se quedaba en su casa y que iba por ella todos los malditos días luego del instituto.
Los días se habían vuelto un asco, para ser sincero. Abril y su amigo se comportaban tan cercanos que siempre debía dar media vuelta para evitar ir por ella y subirla a mi auto, reclamándola para mí… No lo haría, Abril era como un animalillo que ves inocente en u bosque, pero resulta ser peligroso ante cualquier amenaza. Me había mirado feo durante toda una semana luego de la pelea con Matt y solo la estaba defendiendo, no quería ni imaginar qué pasaría si la separaba de su amigo o si me comportaba como un cavernícola con ella.
Había faltado por otra semana más, sin estar enferma. A ese paso terminaría por cancelar el curso por faltas, pero ¿quién era yo para decir algo cuando también faltaba tanto? Mi madre, incluso, me había regañado por mis ausencias.
Me molestaba tanto su amigo, esa sonrisa relajada que siempre tenía, el desafío en sus ojos… Él sabía que yo me moría por Abril, que estaba enamoradísimo de ella y que me volvía loco pensarla con alguien más, pero no cambiaba su actitud. Bien, no tenía por qué cambiarla, ni siquiera nos conocíamos y mi chica parecía estar muy bien con la compañía y ese comportamiento, pero me enloquecía.
Y por esa razón la busqué.
La seguí, no me siento orgulloso de eso, sorprendiéndome cuando paró en casa de Amber por un par de minutos antes de ir a un supermercado.
Estacioné en una casilla permitida.
Esperé a que saliera de la tienda donde estaba, escondido en un callejón frente a su auto. Mordía mi labio con nervios, porque ahí todo podía cambiar, pero necesitaba que ella estuviera conmigo, lo hacía y no podía soportar verla un segundo más al lado de ese tipo. Kiona solo hablaba de él, Abril solo podía tener ojos para él, todo era alrededor de él, hasta Trevor estaba celoso por todo lo que escuchaba de él por parte de Alicia.
Cuando la vi, me lancé a ella, tapando su boca y jalándola dentro del callejón. Gritó asustada… Bien, esa no fue la mejor manera de hacer las cosas.
—Shh, soy yo —dije en su oído. Suspiró, temblorosa, pero relajándose.
Se giró y con las fuerzas que tenía empujó mi cuerpo.
—¿¡Qué demonios!? ¿¡Quieres matarme de un maldito susto, Alan!? —Pensó un momento. Ladeó su cabeza antes de volver a hablar—. ¿Estabas siguiéndome?
Me sonrojé, pero me pasé la mano por el rostro para que ella no lo notara.
—Necesitamos hablar —le dije, sin responder su anterior pregunta y arriesgando todo. Soltó una risa vacía, carente de humor.
—No tengo nada de qué hablar, Alan- —Intentó darse la vuelta e irse, así que la tomé del brazo y con suavidad la giré hacia mí.
—Lo digo de verdad Abril… yo, necesito hablar contigo. —Respiré profundo. Me miró con curiosidad.
—¿De qué?
—De lo que te dije. Por favor, déjame hablar. —Lo pensó, pero terminó por asentir—. Nunca besé a Amber.
Frunció el ceño y los labios, enojada.
—¿Qué nunca lo hiciste? ¡Los vi, Alan! No puedes ser tan cínico y decir que no.
—No, Abril, no lo hice. —Tenía que pensar muy bien lo que iba a decir, no quería que se enojara más de lo que ya estaba.
—Ah, ¿no?
—No, déjame terminar por favor. —Lamió sus labios, dejando que me explicara—. Bien, no fue un buen comienzo, pero no sabía cómo comenzar.
—¿Qué te parece diciéndome qué es lo que necesitas de mí? —preguntó con exasperación.
—¿Qué necesito? —tus besos, tus sonrisas, tus miradas y todo de ti—… Qué necesito… te necesito a ti. —Dejó de moverse con nerviosismo. Me miró totalmente sorprendida, parpadeando con extrema lentitud. Comencé a tartamudear—. Estoy nervioso y no sé cómo decírtelo, pero te necesito. Es la frase más resumida que encuentro para decírtelo.
Siguió sin decir nada, me preocupé por eso, pero prontamente dijo algo, algo que con sinceridad ya me esperaba.
—¿Crees que te creo? —Bueno, esperaba sus palabras, pero no su tono vacío.
—No, pero necesito que lo hagas.
—No mientas más, Alan —habló entre dientes.
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Editado: 15.01.2022