Hombres de luna azul

CAPÍTULO 43

Un poco de música suave sonaba, las pocas luces estaban encendidas, había dos velas encendidas en la mesa, junto a pétalos, la comida y los elementos para servirla y comerla. Abril estaba en la mitad de la sala, con un vestido negro un poco pegado a su figura, con su cabello recogido y su rostro maquillado un poquito. Hermosa, estaba alucinante.

—¿Qué es todo esto? —le pregunté todavía impactado.

—Feliz cumpleaños atrasado. —Extendió una caja envuelta, como regalo.

Sonreí. Vaya susto me había dado.

—Gracias. —Tomé la caja, luego de abrazarla con fuerza—. No debiste molestarte, habrá otros cumpleaños, aunque se siente bien saber que te tomas la molestia de hacerlo. No me cansaré decirlo, eres especial, muy especial y soy un maldito afortunado en tenerte.

—Ábrelo. —Me incitó con sus manos detrás de su espalda—. No sé si te gustará… podemos armarlo juntos.

Abrí lo que había dado, sonriendo al ver los legos que quería.

Sí, yo hubiera podido comprarlos, pero eran ese tipo de cosas que quieres con todas tus fuerzas, pero no encuentras el momento para comprarlos. Que ella recordara que los quería calentó mi corazón.

—¿Sabes que hace tiempo quería unos? —Sus ojos se iluminaron con alegría a la vez que afirmaba—. Gracias -me levanté del sillón para poder besarla. Puse mi mano en su cintura, recordando la manera como estaba arreglada esa noche. Dio una vuelta para mostrarme también la parte trasera de su atuendo—. Estás hermosa.

 —Gracias. Preparé algo, tu madre me ayudó; sé que te gusta la pasta, con carne, claramente, así que te preparé algo que sé que te gustará. —Jugó con sus manos, nerviosa.

—¿Todos sabían de esto?

—Casi todos, tú no, ni Axel.

Mordió su labio. Caminó hasta la mesa. Me miró por debajo de sus pestañas.

Yo no podía dejar de mirarla, cautivado por ella.

Sus mejillas se sonrojaron, volvió a bajar su mirada y comenzó a arreglar la mesa.

¿Por qué estaba tan nerviosa?

No me senté cuando puso un gran plato de comida en la mesa, esperé a que sirviera el suyo para poder comportarme como caballero y sacar la silla para ella.

Sonrió cuando lo hice. Me senté frente a ella, sin despegar un poco la mirada de sus ojos.

—¿Qué sucede? —Mordió de nuevo su labio, esa vez para ocultar su sonrisa.

—Que eres muy bella, demasiado para ser cierto. —Comencé a comer—. Hmm, esto no lo hizo mi madre, ella solo te dijo cuál de todas me gustaba más ¿Verdad?

Asintió.

—¿No te gustó?

—Preciosa, te lo digo porque, aunque mamá cocina delicioso, tu comida le está ganando por el momento. Te quedó riquísimo. —Volvió a sonrojarse. Sonreí.

—Gracias.

Y en eso se basó casi toda la noche, en conversaciones y halagos… también en un par de besos hasta que Abril comenzó a recoger las cosas de la mesa, le ayudé en eso.

Dejé el último plato a un lado, en su lugar. Estaba distraída y nerviosa, lo notaba.

¿Acaso ella…?

—¿Por qué estás tan nerviosa? —pregunté, haciéndome una idea.

En vez de darme una respuesta, se pegó a mí y me besó.

Intenté apoyarla en la encimera, pero ella se movió sin despegar nuestros labios y dio un par de pasos fuera de la cocina. Al ver sus intenciones, la alcé. Nuestros cuerpos se rozaron en los lugares correctos, haciéndome soltar un jadeo emocionado.

La llevé hasta la habitación. Su respiración se había agitado cuando la dejé en la cama. Me arrodillé también en el colchón. Sin dejar de besarla, bajé el cierre de su vestido y la tela por su piel hasta que su cuerpo sentado no me permitió seguir. En cambio, desbroché su sostén y lo saqué de su cuerpo.

Ella, torpe en ese tema, buscó sacar mi camisa. Evité mirarla de más cuando noté que sus dedos temblaban al desabotonar la camisa. Le ayudé, terminando de sacarla de mi cuerpo. Volví a ella, recostándola para poder terminar de sacar su vestido.

Teniéndola solo en bragas no pude evitar darle una mirada profunda.

Había soñado mucho con ese momento, pero mi imaginación no pudo hacerle competencia a la realidad de su cuerpo, de sus pechos y del momento.

La toqué, comenzando con una caricia en su vientre que hizo que contrajera. Disfruté de la sensación de su piel contra la yema de mis dedos. Su pecho se alzaba con su respiración nerviosa, llamando mi atención.

Cubrí uno de sus pechos con mi mano, jugando con su pezón antes de inclinarme y meter a mi boca el otro. Se sorprendió, pero fue una buena señal que soltara un suspiro y buscara tener mayor cubrimiento alzando su espalda de la cama.

Aventuré mi mano más abajo, metiéndola dentro de su braga.

Jadeó, removiéndose, pero sabía que no era de una mala manera cuando llevó sus manos a mi pecho. Sin embargo, al tocar la humedad en medio de sus piernas, solo quise probarla, darle más placer.

Claro, no me dejó.

Reí, diciéndome a mí mismo que debí suponer que el sexo oral era demasiado para la primera vez con ella.

—¿Quieres detenerte? —Negó.

—No, pero no quiero que bajes más, yo… —Sus mejillas se sonrojaron. Bueno, sin tanto juego previo no sería tan increíble el momento para ella, aunque estuviera lo suficiente mojada para mí.

Me desilusionó un poquito, pero lo entendía. Con Abril todo era paso a paso, me sorprendía, incluso, que estuviéramos a punto de dar ese cuando llevábamos tan poco tiempo de haber vuelto y de novios.

—Está bien, ahora ¿Puedo quitarme el pantalón o seguirás apretándome con tus piernas? —Alegó entre dientes, aflojando su agarre para dejarme salir, solo que yo me levanté llevándome conmigo sus interiores.

Se sentó, cerrando las piernas con fuerza para que no se le viese nada.

—¡Alan! —Reí con más fuerza, yendo hacia ella de nuevo para besarla y tranquilizarla. Cuando la sentí sonreír me separé y me quité toda barrera que me impidiera entrar en ella… Aunque bueno, también me puse una muy importante, porque amaba a Abril, pero no quería hijos en ese instante.




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