Recostada en mi cama, veo el libro de aquel chico, del cual, no sé ni siquiera su nombre. Lo hojeé un par de veces y confirmé que efectivamente, este tipo de literatura no es para mí, me parece muy aburrido.
Qué día tan horrible he tenido: perdí la prueba y un gesto amable terminó por convertirse en una humillación a mi intento por interactuar y hacer amigos. Dejé el libro sobre mi mesa y pude ver que un papel sobresalía de entre las páginas. Lo saqué y me encontré con número escrito en él. Me tomó un momento entenderlo, pero todo cobra sentido con esto: ¡se trata de un chico tímido! Es obvio que no socializa mucho y a causa de eso, me dejó su libro con su número escrito en un papelito. Qué triunfal me siento en ese momento por resolver el misterio, aunque... también me siento un poco halagada; toqué mis mejillas, están calientes. ¿Será que estoy sonrojada? Espera... ¿Por qué estoy sonrojada? ¡El tipo me trató de la peor manera posible! Bueno, supongo que esa es la actitud que tienen las personas tímidas hacia otros, siempre en modo de defensa. Por otro lado, no puedo sacar de mi cabeza esos ojos hermosos que me veían fijo... ¡¿qué demonios estoy diciendo?!
Cuando salí de la discusión que había creado conmigo misma, me di cuenta de que el libro estaba entre mis brazos siendo rodeado con ilusión; no sé en qué estoy pensando, quizás debería calmarme un poco. ¡A quién engaño! No puedo evitar sonreír al recordar el rostro de aquel chico misterioso...
De nuevo, salí de mi paraíso mental y me revolví el cabello estresada. ¿De qué estoy hablando? Ni siquiera lo conozco y ya me estoy emocionando como niña hormonal de secundaria por una simple conversación (una que no salió nada bien). ¿Por qué? No tengo la menor idea.
Miré de nuevo el trozo de papel. ¿Qué debo hacer al respecto? ¿Debería tener la iniciativa y hablar primero? ¿Esperar a que él me hable? Un momento... ¿Cómo diablos me va a hablar si no tiene mi número? Qué tonta...
Decidí agregarlo a mis contactos para reducir mis posibles opciones de ejecución y todo se fue abajo al descubrir que es un número fijo, no móvil; la única opción es hacer llamadas. La mano me tiembla... quiero armarme de valor y marcar, ¡pero no puedo! Quizá sea muy atrevido de mi parte, ni siquiera sé su nombre... ¡Eso es! Debería formalizar un poco más con él y las llamadas serán después, al fin y al cabo, su iniciativa ya la tengo; el sentimiento de triunfo y éxito volvió más fuerte y radiante que antes. Aún no sé por qué actúo tan extraño después de dicho momento con el chico misterioso, pero no me importa. Mi mente no ha funcionado como de costumbre desde que él me dejó sola con su libro.
Quiero hablar con él de nuevo, hacerme su amiga... ¡Ya sé! Acabo de tener la mejor idea de todas:
escribí en una nota adhesiva mi número y la pegué en una hoja del libro. Mañana se lo regreso y así, él me puede hablar por mensaje o por llamada cuando quiera. ¡Es brillante! Qué nervios... ¡pero qué emoción!
Una alarma a las cinco y media de la mañana no está mal, de ese modo podré arreglarme antes de ir a la escuela y no llegaré tarde otra vez.
Al otro día
Tan pronto escuché la alarma, me levanté con ganas (algo que no ha pasado en mucho tiempo). Arreglé mi atuendo y peinado de forma eficaz y bajé para desayunar como debe de ser.
—¡Vaya milagro! —saludó mi madre—. Es la primera vez que desayunamos juntas después de mucho.
—Me parece que sí.
—Te ves... diferente —me analizó de pies a cabeza.
—Me arreglé un poco, es todo —bebí de mi jugo sin preocupación alguna mientras ella no dejaba de pensar en mi supuesta rara actitud. No tardó en dejar salir su brillante comentario
—¿Cómo se llama?
—¡Mamá! —exclamé después de atragantarme con el jugo.
—¿Con quién crees que tratas, Sara? Te conozco como la palma de mi mano. Además, tú no te levantas temprano por cualquier cosa.
—¡Mamá! —insistí sin poder ocultar mi rostro sonrojado.
—Está bien, está bien, te dejaré tranquila. Anda, te llevaré antes de ir al trabajo, termina tu desayuno.
En la escuela
Tan pronto llegué al salón que corresponde a la primera clase del horario escolar, me topé con Paola en su asiento. Me miró confundida mientras caminaba hacia ella, como si yo fuera una ilusión mañanera o algo parecido.
—¿Qué pasa? —rompí el silencio.
—¿Por qué estás aquí tan temprano? Creí que llegarías tarde como siempre... apuesto a que nunca habías visto el salón tan vacío antes —rió.
—A veces eres algo cruel...
—Lo soy porque te quiero.
—Buenos días, chicas —saludó Cris al dejar su mochila acomodada en su silla.
—Hola —contestamos amistosas.
Nos dedicó una sonrisa y fue a hablar con sus amigos al otro lado del salón.
—¿Ves? Le interesas —dijo ella con sigilo al codearme.
—La gente te saluda por educación, no necesariamente porque le gustes.
—Vamos, no seas aguafiestas, se le nota en la mirada...
—Ya te dije que no es mi tipo, además... ya estoy interesada en alguien más.
No pude disfrutar de mi revelación a gusto, pues Paola dejó salir un grito de alegría máxima que alertó a todos los demás en el aula.
—Oye, baja la voz —pedí apenada al inmovilizarla, se movía como gusano con sal.
—¿Quién es? ¿Lo conozco?
—No, creo que no.
—¡Ay, qué emoción! Ya sabía que eso de "quiero concentrarme en mis estudios" era una excusa.
—N-no, ¡sí quiero concentrarme en mis estudios!
—Sí cómo sea, dime quién es.
—Buenos días, alumnos, tomen asiento —saludó el profesor al entrar por la puerta del salón.
—Diablos. Tendremos que hablarlo en otro momento —comentó resignada.
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Editado: 26.07.2024