Honest (editando)

Capítulo 4

Quizás el tal Alex al que persiguen es el mismo que yo busco, necesito verlo para cerciorarme. Traté de abrirme paso entre la multitud, aunque parece imposible: la gente se empuja y los profesores sólo prohíben el paso. Alcancé a ver el rostro del chico entre tanta turbulencia, ¡es él! Lo supe aún con esos lentes oscuros que trae puestos; se perdió entre la multitud que le abría paso como si fuera una deidad, mientras que cuatro profesores se dirigían en la misma dirección que él.


—¡Chicos, retírense, no hay nada que ver aquí! —gritaron los docentes que permanecían cerca de la dirección para intentar calmar la situación.


Al final, Alex se mezcló entre el mar de gente y logró perder a los profesores que lo seguían. Entre tantos empujones, alcancé a ver que se dirige a las escaleras que dan salida en el segundo edificio; no necesito perder más tiempo en este mar de gente. Salí rápido de mi lugar en la muchedumbre y le di la vuelta a la escuela para llegar a toparme con Alex, de otro modo, es imposible seguir su camino con éxito. Agotada, llegué a donde se supone él debía estar y en efecto, lo vi bajar las escaleras con sus audífonos puestos y se dio la vuelta para ir a la parte de atrás de los edificios. Entonces sí era él el que fumaba allá atrás… creo. ¡No tengo tiempo para esto! Corrí tras él y cuando ambos estuvimos en el mismo lugar lo llamé con un grito:


—¡Oye! —mi voz logró captar su atención, suspiró y se detuvo.
—¿Hasta dónde piensan seguirme? ¿No se cansan de molestar? —dijo antes de darse la vuelta.


Cuando se giró para verme, noté su desconcierto, apuesto a que no esperaba que fuera yo la que le había gritado. Como dije, en un principio parecía estar confundido, pero muy pronto volvió a adoptar su actitud distante y habitual:


—¿Tú otra vez? —preguntó fastidiado.
—¿Me recuerdas? —pregunté algo emocionada.
—Creí que teníamos un trato.
—Yo nunca contesté tu pregunta, que tú tomaras mi silencio como respuesta es otra cosa.

 

Pensó un poco en mi respuesta, pero no fue suficiente para mantenerlo quieto y que respetara mi presencia.


—Déjame en paz —se volteó y siguió su rumbo.
—¡Oye! —volví a gritar. No estoy dispuesta a que me deje hablando sola después del infierno sudoroso de antes.
—¿Y ahora qué quieres?
—Quiero darte esto —saqué el libro de mi mochila y se lo enseñé. Esperé ver una pizca de emoción en su rostro, pero no hubo nada de eso.
—Te dije que te lo quedaras...
—¡Si no aceptas el libro ahora le diré a los profesores dónde estás!
—No intentes chantajearme, niña.
—¡No me llames niña!
—Y entonces, ¿cómo te digo? ¿Tomate? Vete de aquí.

 

No puede ser, ¡¿estoy sonrojada otra vez?! ¿Ahora por qué? O este chico me altera las hormonas con solo verlo o es un efecto secundario del enorme tufo que inhalé al intentar salir de la multitud de estudiantes. Algo se fermentó ahí adentro, estoy segura.


—Mi nombre es Sara.
—No quería saberlo.
—¡Vamos! Sólo acepta el libro —lo agité en frente mía.
—¿Para qué? —dijo mientras se acercaba rápidamente con el fin de acorralarme contra una pared—. ¿Para que me vengas a buscar con otra estúpida excusa? Te dije que me dejaras en paz, te di el libro para que te alejaras y aún así estás aquí fastidiándome —el cambio brusco de emociones en él me tomó por sorpresa, me mostré intimidada. ¿Por qué parece que acaba de desquitar conmigo un enorme peso que carga encima?
—S-si eres tímido no tienes que hablarle así a los demás.
—¿Tímido? ¿Te parece que soy tímido? —puso sus manos a los lados de mi cabeza viéndome fijo a través de sus lentes oscuros.
—L-la gente que es tímida suele tratar mal a los que intentan relacionarse con ellos.


Empecé a ponerme nerviosa, apreté el libro contra mi pecho en modo de defensa, uno que no ayuda en nada. Su actitud es amenazante y está muy cerca, ¡jamás creí que debería prepararme para algo así!


—¿Te estoy tratando mal, Sara? —a pesar de la emoción que siento por saber que recuerda mi nombre, no puedo hablar, mis piernas tiemblan y cuando sus labios pronuncian mi nombre, un escalofrío pasa por mi espalda—. Dímelo, ¿te estoy tratando mal?
—Eres cortante y frío —la timidez terminó por salir.
—No todos son amistosos en el mundo, Sara, sal de tu patética burbuja infantil y deja de meterte en la vida de los demás.


Se incorporó para separarse de mí, me quitó el libro de las manos, lo hojeó en busca de algo... y lo encontró:


—Era de esperarse —su actitud tajante actuó como una navaja en mi cuello. Sacó la nota adhesiva con mi número escrito al sostenerlo con los dedos medio e índice—. Y en un papel rosa y con forma de corazón. ¿En serio? Qué detalle, no te hubieras molestado —dijo sarcástico.


¡Sabía que no debía utilizar esas notas que me había regalado Paola! Me lleva la...


—¿Con quién crees que tratas? —interrumpió mis pensamientos.
—¡Con un chico muy mal educado!
—Ah, creí que el gato te había comido la lengua. Por fin tus piernas dejaron de temblar.


No sé cómo contestarle, estoy molesta, pero también apenada. Siento que cualquier cosa que diga la va a enfrentar de modo que no tendré más opciones que encogerme como lombriz.


—¿Es esto por lo que tanto me seguías? —preguntó con un poco más de calma.
—Es que... encontré este papel con un número dentro del libro y pensé que eras muy tímido para dármelo directamente —dije mientras sacaba el trozo de papel que encontré en un principio.
—Oh, vaya —expresó compasivo—. Las chicas tienen tanta imaginación… ¿por qué yo te daría mi número?
—Pues... no lo sé. Creí…
—¿Qué estaba interesado en ti? —completó la oración. ¿Es mucho pedir que me trague la tierra de una vez?—. ¿Por qué no lo dijiste antes?
—Pues... 
—Para dejarte bien claro que no tengo el más mínimo interés de relacionarme contigo o cualquier persona de esta escuela —arrugó con fuerza el papel rosado.




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