Honest (editando)

Capítulo 5

Justo cuando llegué a mi casa me llegó un mensaje de Paola: «¿Cómo te fue?» Decidí llamarla para contarle todo, no tengo ánimo de escribir.


—¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas?
—Lo encontré... encontré a Alex.
—¿Y qué pasó?
—En pocas palabras, sólo le di el libro y me dijo que no lo buscara más. Creo que no le gusta relacionarse con la gente de la escuela.
—¿Mínimo te dio las gracias?
—Pues… no.
—¡¿No?!
—Es que...
—¿Qué clase de patán es ese? —me interrumpió—. Todavía de que te tomas la molestia de buscarlo para darle su viejo libro, no te agradece. ¿Quién se cree qué es?
—Un chico muy intimidante...
—¿Te hizo daño? —preguntó preocupada.
—No. Solo hablé con él atrás de los edificios y...
—¡¿Qué?! —exclamó alterada—. ¿Te llevó a ese lugar? ¿Dónde se juntan los problemáticos a fumar?
—No, yo lo seguí hasta allá.

 

La breve pausa que hizo me dio a entender que no comprende del todo qué ocurrió durante mi aventura y por obvias razones, desperté su radar de detective:


—Sara, ¿en qué estás metida? Hay algo que no me estás diciendo ¿verdad?
—Yo…
—¡Habla ahora!


En términos de miedo, Paola me da más miedo que Alex al momento de hablar. Aun no lo conozco bien, pero estoy segura de que no supera a Paola cuando está enojada. No tuve más opción que revelarle la verdad, si vuelvo a mentirle sufriré un cargo de conciencia.


—La verdad es que no dejó olvidado su libro. Mi intención era tener una plática casual con él ese día, pero creo que lo molesté con mi iniciativa y me dejó el libro con la condición de que lo dejara en paz. Cuando llegué a mi casa, encontré un papel con un número entre las páginas y deduje erróneamente que por timidez, usó el libro como estrategia en primer lugar. No me armé de valor para llamarle, entonces ideé un plan para serle recíproca: darle mi número con el mismo método. Al día siguiente, lo encontré en la escuela tras hacer el examen, quise devolverle el libro, pero cuando lo busqué en mi mochila, supe que lo había olvidado en casa. Y hoy, —suspiré con cansancio y decepción por mí misma— hubo una junta de maestros y sospecho que él está involucrado, porque los profesores lo seguían con insistencia. Cuando lo alcancé en la parte trasera del edificio, por fin pude darle el libro, pero contrario a lo que pensé, dejó en claro que no está interesado en mí. Dijo que no me atreviera a ir de chismosa con alguien sobre el suceso porque, de hacerlo, me va a ir mal y ahora no sé qué hacer. Mis sentimientos están en conflicto respecto a él —tomé aire, hable mucho y muy rápido.


Me preocupó no escuchar una respuesta por parte de Paola. Por un momento pensé que la llamada se había cortado (repetir lo ya dicho me da fatiga de solo pensarlo), pero solo se trató de un silencio que mi cuerpo sintió como balas.


—Perdón por mentirte, —insistí en recibir una respuesta— jamás pensé que esto iba a llegar a tanto. Nunca imaginé que iba a ser tan difícil encontrarlo y hablar con él; su carácter es muy pesado.
—¿Él es el chico en el dijiste estar interesada? —parece que aun no me cree del todo.
—Digamos que sí.
—Pero es un patán.
—Actuó así porque no lo dejé en paz... o eso creo, el punto es que aún con todo lo sucedido me atrae y hablo en serio.
—Sara… ¿Eres masoquista?
—¿¡Qué!? ¡No!
—No importa cómo te trate ese tal Alex, tú sigues interesada en él. Por lo que entiendo, te habla muy feo y te trata mal, tolerar y sentir atracción por eso es una clara señal de masoquismo.
—¡La gente no es así porque sí! —esto se desvió muy feo—. Estoy segura de que algo esconde y quiero saber qué es... ¡eso no es ser masoquista, es tener curiosidad!
—Una muy enferma curiosidad... no deberías involucrarte con él, Sara. Piénsalo, si es cierto lo que dices respecto a los profesores y la junta, ese chico no debe andar en buenos pasos.
—Precisamente por eso quiero saber más de él, para ayudarlo. Sólo... siento que debo hacerlo.
—Supongo que tu amabilidad con todo el mundo no te la va a quitar nadie...


¿Por qué me siento miserable? ¡Las mejores amigas no te deben hacer sentir así! Pero por ser Paola se lo paso.


—Me hubieras dicho todo desde un principio, de ese modo, no hubieras pasado por tanto.
—Lo siento.
—Está bien, —sonó resignada— te voy a ayudar con él. Para eso estamos las amigas.
—¿En serio?
—¡Claro! Y así me aseguro de que no te pase nada. Recuerda, siempre juntas.
—¡Muchas gracias, Paola! —exclamé conmovida.
—No hay nada que agradecer, sólo no me vuelvas a mentir. Déjame pensar qué podemos hacer para progresar en el caso. Mañana llega temprano, se me está ocurriendo algo...


Al otro día


A veces me paso de tarde cuando llego a la escuela, ¡pero hoy me pasé de temprano! Soy la primera en llegar al salón. Cómo sea, Paola me dejó con la intriga del asunto, no sé qué se le haya ocurrido, pero yo ya cumplí con mi parte de esperarla en el salón.


Después de algunos minutos, escuché a gente aproximarse al aula, son Cris y sus amigos. Nuestras miradas se encontraron tan pronto cruzó el marco, solo nos saludamos a lo lejos. Permanecí en mi extremo del salón y repentinamente, él se acercó a mí, quizá con un poco de prisa:


—Hola, Sara —dijo alegre—. Oye, ¿qué pasó el otro día? Desapareciste sin más.


Con tantas cosas en mi cabeza había olvidado ese suceso, qué descortés de mi parte abandonarlo así.


—Es que... tuve que ir al baño.
—Oh, ya veo —rió simpático y aliviado. ¿Habrá pensado en otro motivo?
—Sí, lo siento. Lamento haberte dejado en la cafetería sin decir nada.
—No te preocupes, ya habrá otro momento para hablar... de hecho, hay algo que quiero decirte.
—¿Quieres que te ayude con algo? —sería una perfecta oportunidad para compensarlo por mi falta de respeto.
—No exactamente. Me preguntaba si...
—¡Hola, chicos! —Paola interrumpió la conversación al llegar por detrás de nosotros. Con el susto encima, la saludamos cordiales, aunque ella se ve muy apresurada como para dar paso a la formalidades—. ¿Te molesta si te la robo un momento? —le preguntó a Cris cuando me tomó de un brazo.
—No, pero yo...
—Ay que amable eres, —volvió a interrumpir y le apretó un cachete con cariño— ¡vamos! — me jaló fuera del salón sin cuidado. Otro poco y choco con la pared.
—¡Lo siento! —grité para despedirme de Cris, ya que no hay forma posible de detener a esta mujer.




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