Honest (editando)

Capítulo 15

¿Qué diablos quieren estos hombres conmigo? Será que...


—Está bien. Ana, ¿puedes llevarlos a la oficina? En un momento estoy con ustedes.
—De acuerdo, por aquí por favor —le indicó el camino.


Fui a mi habitación para refrescarme un poco y poder tomarme una pastilla para el dolor de cabeza; algo no me gusta de todo esto. Tan pronto llegué a las escaleras, vi Ana esperándome al final de estas:


—Señor, ¿quiere que les ofrezca té?
—No te molestes, la visita de estos hombres no durará mucho.


Entramos a la oficina, Ana cerró la puerta detrás de ella y se quedó al lado de esta. Me senté en el escritorio y el par comenzó a hablar:


—Le agradecemos por brindarnos un poco de su tiempo.
—No es nada. Siéntense por favor, ¿en qué puedo ayudarles?
—¿Es necesario que ella esté aquí? —señaló a Ana con discreción.
—¿Tienen algún inconveniente con eso?
—Este es un asunto confidencial y es algo que a la servidumbre no le concierne.


¡¿Servidumbre?! ¿Quién se cree este sujeto? Mantuve la calma y contesté con la mayor cortesía que pude:


—Usted está en mi casa, le pido respeto. Ella es mi mano derecha y si no está de acuerdo con su estancia aquí, le voy a pedir que se retire.
—No, lo sentimos. Discúlpenos, por favor —pidió el segundo hombre—. Déjenos comenzar de nuevo.


Me acomodé mejor en la silla (pues estuve dispuesto a levantarme antes) y les indiqué educadamente con la mano que prosiguieran.


—Estamos aquí para hablar acerca de la decisión que va a tomar respecto a sus ingresos monetarios y bienes materiales —tal y como suponía.
—Aún no he tomado ninguna decisión.
—Pensamos en eso antes de venir aquí y tenemos una propuesta para usted —pusieron un papel sobre el escritorio. Por el formato es fácil saber que se trata de un contrato; no perdieron el tiempo y procedieron a hablar intercaladamente—. Estamos enterados de que usted no está tomando el papel de estudiante con responsabilidad en el instituto al que asiste y tampoco tiene interés por formar parte de la mesa directiva. Debe saber que sus acciones afectan a la escuela en varios aspectos.


¿Otra vez con esto? Ya se cansarán de usar la misma excusa una y otra vez...


—Así que, en representación del director, venimos hasta aquí para ofrecerle un trato que no podrá rechazar.
—Lo escucho.
—Sabemos que usted no está conforme con el trato que recibe en el instituto y duda de la capacidad de los docentes, podemos ofrecerle una solución. Para fines prácticos, al firmar este contrato, usted autoriza que el cuarenta por ciento de los ingresos monetarios que reciba su familia, serán propiedad del instituto. Cada centavo será destinado a resolver problemas o situaciones dentro de la academia, jamás se les dará mal uso o pasará a ser propiedad de terceros.
—Antes de que nos diga su decisión final, permítame explicarle los beneficios que usted recibirá.
—Adelante.
—Sabemos que le preocupa la calidad de enseñanza en el instituto; firmar este contrato también beneficiará a sus amigos y conocidos dentro del mismo. Recibirán capacitaciones y apoyos por parte de personas profesionales y aptas para tratar con diferentes tipos de problemas y trastornos.


Se informaron bien. Sabía que iban a mencionar a Josh y a los otros para convencerme; me asusta saber que tienen demasiados datos de mi persona.


—Y respecto a usted, los docentes ya no lo molestarán más y en caso de hacerlo, serán sancionados. Podrá llevar una vida normal en la escuela o fuera de ella, lo liberaremos de todas esas presiones que lo perturben. Entonces, ¿qué dice? —colocó una pluma en la mesa junto al contrato.
—Admito que vienen muy bien preparados, caballeros, —provoqué una risa orgullosa en sus rostros—pero no voy aceptar su oferta. No estoy interesado en hacer tratos con los docentes del instituto, ni con el director. Lamento que hayan tenido que venir hasta aquí en vano. 
—Podemos cumplir cualquiera de sus peticiones, sólo debe firmar el contrato ahora. Es una oportunidad única, no la desperdicie —me acercó aún más la hoja para insistir.
—Agradezco su atención, pero como ya les dije, no estoy interesado.
—Pero…
—Intuyo que deben regresar con el director para comentarle lo sucedido —interrumpí—, díganle en mi nombre que no se va a librar de mí tan fácil. Va a necesitar más que propuestas insignificantes y palabras bonitas para intentar convencerme. Voy a defender el nombre de mi familia cueste lo que cueste.


Noté desprecio en sus miradas, sin embargo, la opinión de ellos dos no me importa en lo más mínimo. Esta reunión ha terminado.


—Ana, escolta a los caballeros a la salida, por favor —pedí al ponerme de pie.
—Enseguida, señor. Caballeros, hagan favor de seguirme —dijo amablemente.
—Una cosa más —añadí antes de que se pusieran de pie—. Antes de irse quiero que le pidan una disculpa — dije al referirme a Ana—.  Debo confesarles que siento decepción por ambos, no creí que tuvieran tan poca decencia como para insultar a una dama, señores. Es todo.


Minutos más tarde, por la ventana pude ver cómo los abogados se disculpaban con Ana para después retirarse. Están enfadados, pero me alegra haber dejado claro que no soy presa fácil.

 

Subí a mi habitación, ya es de noche; mi dolor de cabeza no da señales por el momento, así que espero poder descansar un poco más que ayer. Por otro lado, jamás esperé que llegarían a estos extremos para intentar convencerme, superaron mis expectativas.


Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos:


—Adelante.
—Señor Alex —llamó Ana al entrar con tímidez por la puerta.
—Dime.
—Me veo en la necesidad de agradecerle por lo de antes.
—No tenían derecho de llamarte así, tu profesión es digna de respetar. Sabes que detesto a la gente que se cree superior a otros, simplemente no la tolero.
—Lo sé perfectamente, de igual modo, gracias. También... quiero disculparme por mi ineficiencia de hace un rato. Sé que siempre llega cansado de la escuela, debí mantenerlos al borde.
—No te disculpes, tampoco es correcto dejarte todo a ti. No debí llegar tan tarde —dije algo avergonzado.
—Si me lo permite señor, debo decir que estuvo maravilloso allá abajo, increíble. Siempre he admirado su coraje y fuerza de voluntad, es sorprendente.
—Gracias —dije con la duda de saber si es la palabra adecuada.




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