Honest (editando)

Capítulo 22

Acompañé a los chicos a la escuela al día siguiente y después fui a casa de Alex. Mientras camino, pienso en qué puedo hacer para ayudarlo a superar esta etapa, la situación ya llegó muy lejos, no podemos permitir que empeore. No voy a entrometerme con sus asuntos escolares, eso lo tengo más que claro, pero tengo que hallar una forma de hacer su vida menos estresante.


Quizás no hay que quitar algo, sino añadir; una vez me dijo que odia las rutinas y al día de hoy, es lo único que encuentra cada nuevo amanecer. No descarto la idea de que tener una relación amistosa, fuera de la nuestra, le ayudaría bastante; le hace falta sentir esa sensación de ser querido o incluso amado y por obvias razones, no puede sentir eso conmigo. Me pregunto cómo le habrá ido a Sara con él, ella sería una buena candidata. No sé qué opine Alex de ella y por lo terco que es, es capaz de negarse rotundamente a cualquier intento y resistirse a dar el primer paso. Voy a tener que hacerla de cupido...


Pensar en Sara me hizo recordar la cita que tengo con Paola, lo olvidé por completo. Tal vez puedo aprovechar dicha oportunidad para ayudar a Alex, necesito meditarlo.


Minutos después, llegué a la casa y Ana me recibió en la entrada. Sonriente y amable, dos características propias de su linda personalidad


—Muchas gracias por venir, joven Josh.
—Por favor, no me digas joven, me hace sentir extraño.
—Lamento incomodarlo. ¿Gusta que le prepare algo de comer?
—Suena bien.
—En un momento le preparo un platillo, por favor, póngase cómodo. Siéntase libre de explorar el lugar.


No importa cuántas veces le diga que no es necesario un trato parecido al que tiene con Alex en mí, lo hace de todas formas, pero debo respetar eso, sólo hace su trabajo.

 

Le hice caso y me paseé por las habitaciones de la primera planta. Hace tiempo que no vengo aquí, hasta ayer. En cada lugar de la casa tengo un recuerdo con Alex de cuando éramos pequeños, qué nostalgia. Cada rincón ha cambiado bastante, muchas cosas ya no están o simplemente han sido abandonadas. A pesar de todos los cambios, me asombra que no haya polvo ni desperfectos, Ana hace un muy buen trabajo y mantiene este lugar con vida. Supongo que su trabajo ha disminuido después de ese día... no es lo mismo servir a tres personas que a una.


Cuando llegué al salón lo primero que vi fue un jarrón, es enorme y... me extraña bastante. A Alex no le gustan las flores y mucho menos blancas. ¿Por qué está esto aquí?


Admiraba el enorme jarrón cuando Ana me llamó desde el arco:


—Su comida, está lista.
—Gracias, voy en seguida. Oye, Anita... respecto a lo de Alex, deberías deshacerte de las pastillas que tiene en su baño.
—Ya lo hice ayer —confesó con pena—. Mientras el señor Alex dormía me deshice de ellas. No se si sea lo correcto, sospecho que se enojará en cuanto lo descubra.
—Muchas cosas que son buenas para él le molestan, es algo que tarde o temprano deberá afrontar. Si te interroga dile que yo me las llevé, así no tendrás problemas. Aunque dudo bastante que se enoje contigo.
—No es bueno mentir.
—Por esta ocasión y por su bien, lo dejaremos pasar.


Alex


Siento el cuerpo pesado y rígido, ¿dónde estoy? ¿Por qué tengo una toalla mojada en la frente? 


En cuanto intenté sentarme en la cama percibí un ligero dolor de cabeza, lo raro es que no es interno, es como si de un golpe se tratase. Traté hacer memoria de lo que había pasado: miré a mi alrededor, alcancé a ver el medallón y el papel en mi escritorio acomodados. Fue eso...


—Oh, ¡señor Alex! —exclamó Ana emocionada al entrar por la puerta—. Qué bueno que ya despertó.
—¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo llevó aquí? —llevé los dedos a mis cienes.
—Se desmayó, señor. Ha dormido durante toda la noche.
—Entonces era lo que sospeché…
—¿Quiere que le prepare...
—No le preguntes —interrumpió Josh. Levanté la mirada confundido al escuchar su voz—, hazle algo de comer. Lo necesita.

 

Ana tomó su indicación como un señal. Dijo que la acataría, se retiró y dejó a Josh conmigo en la habitación.


—¿Desde cuándo estás aquí? —le pregunté cansado.
—Desde ayer. Cuando te desmayaste vine a ayudar.


La palabra “desmayaste” comienza a ponerme nervioso, ¿qué pasó mientras estuve inconsciente?


—Parece que no es nada grave, sólo cansancio —cerró la puerta—. No has estado durmiendo bien, ¿verdad?
—Cómo si pudiera —me limpié los ojos.
—¿Siguen detrás de ti? —agarró una silla y la puso al lado de la cama. Mi silencio contestó su pregunta—. Qué necedad la de esa gente —comentó decepcionado.
—Me ofrecieron un trato...
—¿Qué?
—Unos abogados vinieron a mi casa por parte del director el otro día. Dijeron que si firmaba su contrato me dejarían en paz, me libraría de toda carga. Sólo era una firma... sólo eso y todo se arreglaría.


Entrelazó los dedos y apoyó su barbilla en ellos sin dejar de ver hacia abajo.


—Una parte de mí quería hacerlo, pero lo rechacé. En ese entonces me sentía capaz de llevar en mi espalda  todo esto, pero creo que mi cuerpo no aguantará más tiempo.
—Qué cosas dices.
—¿Perdón?
—Alex, soy tu amigo y si tengo que acabar con esas falsas esperanzas que tienes para salvarte, lo voy a hacer. Sé que lo que te voy a decir no va a sonar muy alentador, ni positivo, pero... ¿de verdad crees que con firmar un papel te dejarán en paz? Las cosas no son así de fácil. Quieren que caigas en su sucio juego... pero tienes que seguir luchando.
—¡Yo nunca pedí esto! —grité molesto—. ¡Dime! ¿En qué me equivoqué? ¿En qué momento empezó todo esto? ¡¿Por qué tengo que luchar una batalla que no es mía?!
—Alex...
—¡¿Por qué no me fui con ellos?!
—¡Ya basta, Alex! —se puso de pie, imponiendo autoridad.




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