Fui la primera en subir a la limusina y pude ver en un asiento a Paola con cara de «¿Qué diablos está pasando?». No pude evitar soltar una carcajada por lo graciosa que se ve:
—¿A ti qué te pasa? —le pregunté antes de sentarme a su lado.
—¡Sara! Eres tú.
Los chicos subieron y se sentaron en la parte más cercana al chofer y se creó una distancia entre nosotros, tanto verbal como física. Creo que es demasiado espacio para cuatro personas, pero la elegancia del transporte no está nada mal.
—¿Cómo te fue? —pregunté de lo más tranquila, pero la respuesta fue explosiva.
—¡Sigo en shock! Primero fue a recogerme al lugar que acordamos, pero no en esta cosa claro. Caminamos sin dejar de hablar por las calles y cada diez minutos alguien lo saludaba, más no le di mayor importancia. Cuando llegamos al restaurante, el host lo saludó muy cordial y dijo: «Qué agradable tenerlo aquí de nuevo con nosotros» lo cual me hizo pensar que ya había llevado a otras mujeres ahí.
—No lo creo...
—¡Aún no termino! Descarté esa idea cuando el host añadió: «Veo que tiene compañía.» Josh contestó: «Es una ocasión especial» y yo no sabía ni qué decir o qué hacer. Lo de ser especial me tomó por sorpresa. Entramos y conversamos sobre la familia y la escuela; me tranquilicé un poco, pues todo había vuelto a la normalidad. Cuando llegó la hora de pagar saqué mi tarjeta plateada, la que me regaló mi padre, ¿recuerdas?
—Sí, la que es para tus compras compulsivas.
—Entonces él me dijo: «Ni lo pienses, yo fui el que te invito a venir, yo pago» y sacó una tarjeta dorada, ¡dorada, Sara! La única persona que conozco que tiene una así es mi padre. No cualquiera tiene una de esas, lo cual me hace pensar, ¿quién diablos es este tipo?
—Quizás su familia es de clase alta.
—O es un narcotraficante.
No otra vez los pensamientos paranoicos... creí que este paso dado los calmaría. Paola es una ruleta rusa.
—Y para empeorar las cosas, cuando salimos del restaurante esta cosa enorme nos esperaba afuera y luego llegaste tú a salvarme la vida. Si morimos vamos a morir juntas.
—Deja de sacar tu lado loco. Josh tiene planeado algo, pero no tengo idea de qué es.
—Nos va a secuestrar y nos va a vender por partes.
—¿Quieres calmarte? No va a pasarnos nada malo, confía en mí.
—Pues más vale, porque si nos matan te revivo y te mato de nuevo por no creerme.
Alex
Las chicas hablan en la parte de atrás mientras yo trato de adivinar en mi mente qué diablos trama Josh. Lo veo muy tranquilo mientras observa por la ventana, qué cínico. Lo miré en silencio por varios minutos hasta que me dirigió la palabra:
—¿Puedes dejar de mirarme así? Me siento extraño.
—Lo haré en cuánto me digas qué diablos sucede.
—Ya te lo dije, es una sorpresa.
—No me importa.
—¿Por qué tanta agresividad? —rió.
—Por lo menos puedes decirme, ¿por qué diablos llamaste a chofer de la familia?
—Porque hay señoritas presentes. Además, no es muy cómodo llegar a tu casa a pie y no sería apropiado para una ocasión especial, ¿o sí?
—Entonces vamos a mi casa, ya veo... Detesto que hagas este tipo de cosas —me crucé de brazos.
—Te molesta porque no tienes el control —trató de retarme —. Debes de salir de tu zona de confort de vez en cuando.
No le contesté y miré por la ventana las cosas pasar. Quise abandonar la conversación, pero estando dentro de este transporte no tengo a dónde huir.
—Como esta cita —añadió triunfal—. Espero que te hayas divertido.
—Eso me recuerda... —volteé a verlo de nuevo— ¿por qué conoces a Sara?
—Vamos a la misma escuela.
—No me vengas con eso, ¿por qué la conoces?
—Qué insistente...
Ahora él fue quien quiso no continuar. Lo miré con ojos intimidantes para obligarlo a hablar; no estoy dispuesto a tolerar secretos ahora.
—Sabes mis debilidades, ¿verdad? —rió—. Acudió a mí por ayuda. Quería hacer las cosas bien contigo y me pidió consejos.
—Eso explica muchas cosas... —me acomodé en el asiento.
—Sólo respondí lo que consideré adecuado, no dije nada que no quisieras compartir con extraños. Ya lo podrás decir tú después.
Agaché la mirada y volví a ver por la ventana. Hablar al respecto de lo que me atormenta... no lo veo como algo útil.
—Sara es muy inteligente, intuyó que yo te conocía y no se equivocó.
—Sabes que no me gusta meter a terceros en estas cosas. Conoces mi situación actual... —dije con frialdad.
—Estoy seguro de que ella dejará de ser un tercero muy pronto.
—Ni lo pienses.
—A mí no me mires, yo no te la voy a quitar.
—No me refiero a eso, me refiero a que... olvídalo —me resigné. Si le doy más herramientas comenzará a querer convencerme con sus trucos psicológicos.
—¿Qué te digo? Mis ojos ya están en alguien más —miró a Paola hablar con Sara.
—Entonces ella era tu famosa cita —miré de reojo—. Déjame adivinar, ¿la llevaste al restaurante de tu familia? —regresé la vista a la ventana.
—¿Qué comes que adivinas? —sonrió.
—Eres muy predecible.
—Conozco bien el lugar, sé que nos iban a tratar bien ahí. No quería que algo saliera mal.
—Tan atento con los detalles como siempre...
Comenzar a ver edificaciones conocidas me dio a entender que estamos cerca de nuestro destino. Con la mirada fija en las cosas que pasan, comencé a escuchar ruidos de movimiento por parte de Josh y cuando menos lo esperé, me jaló hacia atrás y me vendó los ojos
—¡¿Qué haces?! —exclamé exaltado.
—Si te resistes me vas a obligar a usar la fuerza, así que no te muevas.
—Pudiste haberme avisado, me asustaste...
—Si te decía no me iba a ser tan fácil vendarte. A veces dices cosas sin sentido, Alex —terminó de hacer el nudo y comprobó que la venda estuviera bien colocada.
—Y ahora, ¿me quieres decir cómo se supone que camine hasta la casa sin caerme?
—No vamos a jugar a la gallina ciega —rió.
—¡Wow! ¿Qué es este lugar? —escuché gritar a Sara.
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Editado: 26.07.2024