Honest (editando)

Capítulo 27

Sara


—¿No estás emocionado, Alex?
—Sólo puedo pensar en que mi casa terminará de cabeza después de que se acaben las botellas.
—Te ayudaremos a limpiar si eso pasa.


Llegamos a jardín y nos detuvimos por un momento.


—¿Dónde deberíamos empezar a buscar? —pregunté al ver tantas posibles opciones.
—Podríamos comenzar por los rosales.
—¿Rosales? ¿De qué hablas? Aquí no hay flores.
—Donde estaban los rosales —corrigió y empezó a caminar.
—Tanto jardín y no hay flores... es un desperdicio de espacio.


Lo seguí hasta ponerme a su lado, la cadena me obliga a seguirle el paso a donde sea que se mueva.


—¿Por qué no hay flores, Alex? —no resisto saber el motivo.
—Ordené que las quitaran.
—¿Por qué?
—No me gustan las flores.
—Este lugar se vería mejor con más colores... ¿Eres alérgico al polen? ¿Por eso no te gustan?
—No, no es eso. Deberíamos buscar en otro lado, dudo que la botella esté escondida aquí —caminó en otra dirección tras echar un breve vistazo. ¿Descartó el lugar tan pronto?
—Está bien —me incorporé con duda y lo seguí. Apenas me había agachado, pero... qué mas da.


Alex es serio la mayor parte del tiempo, no me queda duda, sin embargo, puedo sentir algo más en él que simple seriedad. En este momento lo noto más ausente de lo normal, aunque eso parezca imposible. Seguro su actitud se debe a mi pregunta relacionada con las flores, quizás no debí indagar.


—¿Qué tan grande es este lugar? Ni siquiera alcanzo a ver el final del jardín —intenté agudizar la vista tras darle sombra a mis ojos con la mano.
—Cuando el terreno fue elegido, se planeó hacer el jardín el doble de grande que la edificación destinada a la vivienda. Antes era más "colorido", pero dejó de usarse poco a poco; no le encontré sentido que hubiera flores aquí.
—¿Por qué no?
—Nadie las vería, ¿de qué sirve que estén ahí si nadie las va a cuidar ni admirar?
—Tu familia las puede ver o tus invitados. No necesitan tener un admirador diario para existir.


No contestó con más que un silencio y sus pasos en ritmo. Ahora que lo pienso, ¿dónde están los padres de Alex? Cuando llegué a la casa solo vi a la señora que nos recibió en la entrada y tengo entendido que ella parte del servicio. ¿Será que ambos trabajan hasta tarde? Eso explicaría a medias porque ni siquiera asistieron a la celebración del cumpleaños de su hijo. Mejor no pregunto por ellos... ya sé: 


—¿Tienes mascotas?
—Antes había pájaros en aquel aviario —casi torso el cuello con desespero para alcanzar a ver dicho lugar— pero dejé que los llevaran a un refugio para aves hace tiempo. Están en mejores manos ahora.


«Dejé», «ordené», me da la impresión de que Alex tiene el control total de esta casa.


—Oye, ¿quién es la señora que nos recibió en la entrada?
—Ana, es la mucama. Ella cuida la casa.
—¿No crees que es mucho trabajo para una sola persona? Este lugar es enorme, darle mantenimiento debe dejarla agotada al final del día.
—Su único y principal trabajo es «cuidar de mí», atender la casa era obligación de otros, pero al ser la única que quiso quedarse, asumió toda la responsabilidad.


Por cada cosa que Alex dice me surgen más preguntas, más no quiero ser inoportuna y arruinar el momento. Es su cumpleaños después de todo, un festejado no debe ser interrogado como si fuera un criminal.


Seguimos con la búsqueda y ya empiezo a creer lo que me dijo del tamaño del jardín. Comienzo a sentir cansados los pies, todo el día de arriba para abajo me va a hacer caer en la cama de una.


—¿Dónde estará esa botella? —pregunté confusa al no entender cómo no la hemos encontrado entre tanta hierba. Debe ser fácil de distinguir, ¿no?
—Aún no hemos buscado en la capilla.
—¿Tienes una capilla?
—Si, está por allá —señaló en la distancia.
—Y qué esperamos, ¡vamos a buscar! —grité emocionada.


Ya había avanzado un poco cuando sentí que jaló de la cadena y me hizo caer hacia atrás, olvidé que estamos encadenados.


—¡Auch! —exclamé por el golpe—. ¿Qué pasa?
—Te dije que no pisaras el césped.
—¿Y sólo por eso me jalas? ¡Me dolió!
—Ya te lo dije antes, por algo hay caminos, no son simple decoración.
—Perdón... me emocioné con la idea de ver una capilla. Cuando era chica mi mamá me leía cuentos y siempre había una en ellos; nunca he visto una en persona.
—No creo que esta capilla sea como la de los cuentos, está deteriorada. No te decepciones si no es lo que esperas.


Seguimos el camino que nos dirige hasta nuestro destino con calma; no deseo sentir más tirones. Sé que antes dije que no haría más preguntas, pero me muero de la curiosidad. No sé por dónde empezar, tal vez con algo que podamos tener en común.


—Tengo una hermana menor.
—¿Y ese comentario a qué viene? —preguntó confundido al verme por el rabillo del ojo.
—Para hacer plática. Vamos a tardar unos minutos en llegar hasta allá —dije un poco nerviosa por el temor de que rechacé ser parte de la conversación, aún así debo arriesgarme—. ¿Tienes hermanos?
—No, soy hijo único.
—Eso está muy bien, así no tienes que lidiar con peleas y esas cosas molestas. Pensé que tu familia era más grande, ya sabes, una casa gigante y muy bonita.
—Eso piensan todos.
—Una fiesta aquí sería increíble, ¿te lo imaginas?
—El jardín estaba destinado para fiestas familiares o algún tipo de reunión. La decoración de los exteriores tomaba una semana entera en realizarse, valía la pena el esfuerzo.
—Suena genial, seguramente te la pasabas bien durante esas celebraciones. Imagino que todas tus fiestas de cumpleaños han sido preparadas aquí, debimos haber hecho algo similar en esta ocasión... Te daré un regalo de cumpleaños después, para compensar mi falta de hoy.
—No hace falta.




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