Honest (editando)

Capítulo 28

Sara


Corrimos tanto que siento que he bajado cuatro kilos, fui divertido. Cuando llegamos con la botella nos quitaron las esposas; aún estamos un poco mojados.


—Señorita, ¿quiere que seque su ropa? —me preguntó Ana al percatarse de mi estado.
—Pero, no tengo nada que ponerme.
—Quizás Alex tenga algo que te quede —dijo Josh, Alex lo miró confundido por la propuesta—. Solo será mientras se seca su ropa, de lo contrario, podrías resfriarte.
—Dudo que alguna prenda suya me quede —respondí con una risa—, además, no quiero molestar.
—Vamos, Alex, sé un caballero y préstale algo —repitió Josh tras sonreír con compasión— sólo será por un rato.
—No, en serio, no quiero molestar... —negué con las manos, comienzo a ver repudio por parte de Alex.
—Comienza a ponerse fresco aquí...
—Está bien... —interrumpió Alex con voz alta al ver que una discusión pudo empezar—. Vamos, te daré algo para que te vistas —contestó resignado y me pidió seguirlo a las escaleras.


En la habitación


Estoy en el paraíso... ¡estoy parada en la habitación de Alex! No sé por qué me emociona tanto, estas hormonas...


—Ese es el clóset, toma lo que quieras —señaló desinteresado.
—Si no quieres prestarme algo no debes hacerlo por la fuerza, estaré bien.
—Ya estamos aquí. Agarra una prenda, no quiero que Josh me moleste el resto de la noche con lo mismo.
—Bien... ¡Wow! —exclamé emocionada al abrir el clóset—. Yo pensaba que las mujeres eran las que tenían mucha ropa.


Vi con cuidado la ropa que Alex guarda aquí, toda le queda bien; me agrada su estilo, es casual y a la vez formal. Puedo sentir su mirada desde el otro lado de la habitación, pero no me importó y seguí en lo mío:


—Voy a tomar esta sudadera gris, —dije al descolgarla— me queda como vestido.
—Está bien.
—Esto... ¿te volteas? —pedí con timidez.
—Ese es el baño, cámbiate ahí.
—Oh, es una mejor idea —reí nerviosa.


Entré y cerré la puerta. ¡Ahora estoy en el baño de Alex!... ¿Qué diablos me pasa? Su olor es más intenso aquí, tal vez sea su perfume o loción; creo que mi cara se ruborizó un poco.


Me quité la ropa mojada y me puse la sudadera en poco tiempo. En efecto, esta prenda me queda como vestido... ¡Ay! Sólo me puedo concentrar en el agradable olor de este baño. Me miré al espejo, mi cabello aún está mojado. Después de tanto correr no puedo creer que aún siga húmedo.


—Oye, Alex —asomé la cabeza por la puerta—, ¿tienes secadora de cabello?
—Está en el segundo cajón —respondió mientras acomoda sus cosas sin voltear a verme.


Una vez con el cabello seco dejé todo tal como estaba (igual no hice casi nada de desorden, pero alterar la paz de este sitio debe ser pecado), agarré mi ropa y salí del baño:


—¿Le doy esto a...


¡Está desnudo! ¡Alex está desnudo por la parte de arriba! No tiene camisa, ni chamarra, ¡nada! Vi su espalda y luego su torso cuando volteó a verme:


—¿Qué te pasa?
—¡Perdón, perdón, perdón! —me cubrí los ojos—. No sabía que te estabas cambiando.
—Sólo me quité la playera y la chamarra...
—¡Perdón!
—¿Por qué pides perdón?


Mi respuesta a su pregunta fue quedarme en silencio y apretar las manos contra mis ojos.


—Estás sonrojada de nuevo, Sara —¿acaso se burla de mí? Me senté en el suelo al perder la fuerza en las piernas. No puedo más con la vergüenza—. ¿Nunca habías visto una espalda? —estoy segura de que le produjo gracia mi reacción—. Vamos, ponte de pie —lo escuché decir cerca de mí.


Me quité una mano de la cara lento, menos mal, ya está vestido.


—Gracias a dios —exclamé aliviada. Extendió su mano y me ayudó a levantarme.
—Baja y dale tu ropa a Ana. En un momento los alcanzo.


Alex


Sara salió de la habitación, terminé de cambiarme de ropa y me lavé la cara. No puedo creer que en serio jugué en el agua de una fuente, es como si hubiera regresado a aquellos tiempos de niño. Mostré una sonrisa al recordar ese momento: «¡Patas largas!» No me siento ofendido, estoy... feliz. Debo admitir que fue entretenido competir con Sara, hace mucho no me divertía así. Miré el jardín y repasé cada momento, ahora me siento extraño.


El cielo está oscuro, tengo que ir con los demás. Antes de salir de la habitación miré mi escritorio y vi el medallón. Lo medité unos segundos y regresé por el para ponérmelo; quizás ya es hora de enfrentar todo esto.


Sara


Juntamos todas las botellas, hicimos un brindis con la cena y los amigos de Josh sacaron unas cervezas para beber a gusto. Después de un rato, unos ya están dormidos y otros se ríen por todo; típicas actitudes de borrachos.


Como no me gusta la cerveza no tomé otra cosa más que vino y eso poco. Además, tengo que cuidar a Paola, a ella le encanta el alcohol:


—Te amo, Sara —exclamó al tambalearse.
—Sí, lo sé, es la décima vez que me lo dices hoy.
—¡¿Por qué no me dices que amas también?!
—¡Ya te lo dije cinco veces! Deberías dormir un poco —sugerí al verla tirarse en el sillón— aunque... primero debemos volver a casa —preocupación ven a mí.
—No se preocupen, señoritas, —pidió Ana al escuchar la conversación— pueden quedarse a dormir aquí si gustan.
—¡¿Y tú quién diablos eres?! ¿Eh?! —reclamó Paola desorientada.
—Creo que le tomaré la palabra, sería peligroso llevarla a su casa así —intenté controlar sus impulsos salvajes, comenzó a reclamarme por lo que quise expresar entre letras.
—Por cierto, su ropa ya está lista, señorita Sara.
—Oh, gracias, voy a cambiarme. Tú quédate aquí, volveré pronto —le ordené a Paola.
—¡Ay, que sí!




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