Honest (editando)

Capítulo 32

Llegué a casa y como siempre, Ana está en la puerta lista para recibirme y esta vez, lo hizo con mi comida lista en la mesa. Después de poder disfrutar uno de sus tantos platillos, me tomé la libertad de solicitar su apoyo:


—Por cierto, necesito que me hagas un favor, Ana. Quiero que compres las cosas de esta lista —le di un papel y tan pronto lo leyó, levantó la vista.
—Señor, ¿acaso su apetito cambió?
—No son cosas para mí, Sara va a venir a estudiar el fin de semana. Al parecer no la quieren apoyar en la escuela porque están ocupados con un «asunto» y está claro que con «asunto», se refieren a mí. No puedo creer que descuiden sus responsabilidades... pero en parte me siento culpable por eso.
—Esto no es su culpa, señor Alex, pero sí, los afectados siempre son los jóvenes.


Recogió mis platos dispuesta a irse a la cocina, me levanté de la silla, la acomodé e iba a dirigirme a mi habitación, cuando me llamó:


—Otra cosa, señor, ¿quiere que limpie el estudio? —su cuestión me dejó pensando—. ¿Señor?
—Creí haber dicho que esa habitación no se abriría más, Ana.
—Lo sé, pero es el mejor lugar de la casa para estudiar, es cómodo. Usted estudiaba ahí.
—Precisamente por eso, no quiero que se sienta cómoda mientras estudia, quiero presionarla.
—¿Puedo preguntar por qué?
—Si quiere que yo sea su tutor, va a trabajar a mi manera.
—Oh... ¿y no cree que eso es muy... extremo? Sus rutinas de estudio eran muy pesadas, terminaba agotado tras cumplir con las largas jornadas de preparación.
—Y gracias a eso ahora soy quién soy.
—Bueno, es cierto, un poco de disciplina nunca está mal. Entonces, ¿en dónde quiere estudiar con la señorita?
—En mi habitación, de ese modo la tendré vigilada y no habrá distracciones para ella.
—Está bien, limpiaré su zona de trabajo y estará lista para usarse. Avíseme cuando vaya por los libros a la biblioteca, ha estado cerrada todo este tiempo y yo tengo la llave.
—De acuerdo. Gracias por el buen trabajo.


Sara


El fin de semana llegó. Le di los teléfonos y la dirección a mi mamá tal y como habíamos acordado, aunque ella no desaprovechó ninguna oportunidad para ponerme a trabajar después de clases, a veces es muy cruel.

 

Tomé un taxi, pues no sé llegar a pie a casa de Alex y además, no quiero llegar tarde; descubrí de mala gana que detesta la impuntualidad. Cochino reloj...


En el camino me coloqué mis audífonos y pensé en el plan original de todo eso. Muchas preguntas llegan a mi cabeza, saqué una hoja de mi cuaderno y las escribí en una lista:


-¿Por qué Alex vive en una casa enorme?
-¿Por qué no entra clases, pero sí asiste a la escuela?
-¿Por qué siempre lo molestan los profesores?
-¿Por qué no le gustan las flores? 
-¿Dónde están sus padres?
-¿Quién es él en realidad?


Esta última me vino a la mente cuando recordé el día que Cris se puso pálido al escuchar su apellido, "Blake" y después huyó; nunca lo he visto actuar de esa forma en otra ocasión. No tengo idea de nada. Tantas preguntas sin respuestas y por desgracia, no puedo cuestionarlo como quisiera porque eso lo incomodaría. Lo último que quiero es que todo el esfuerzo y los avances ya logrados sean desechados sin valer realmente la pena.


La curiosidad me mata, Alex esconde algo y quiero saber qué es. Ya sé que eso me hace ver como una chismosa entrometida, pero no puedo evitarlo, es tan misterioso y… atractivo. Mi cara se puso roja de nuevo, no puede ser, aún no lo he visto y ya estoy así. ¡Vamos, reacciona y deja de parecer una manzana!


Pagué los servicios del taxi y me encontré con mi destino. La casa está cercada con barrotes finos, seguros y elegantes, supongo que es lo más natural, después de todo es gigante y tiene un gran espacio abierto; es una buena seguridad.


Toqué el timbre con los nervios en la garganta, ¿por qué estoy tan ansiosa? Ya he estado aquí una vez, aunque... nunca sola con Alex. ¡No, concéntrate! Después de unos minutos vi a Ana salir y me abrió mientras se disculpa por la demora; con tanta cosa que debe atender es normal que no pueda ser tan puntual como desea. Tiene un aro en su mano con muchas llaves, parece que sí es la única persona que trabaja aquí y lleva el orden de toda la casa.


—¿Cómo le hace para saber cuál llave es cuál? —pregunté sin saludar antes, qué mal educada soy. Ya empezamos mal.
—Buenos días, señorita —respondió alegre—. Trabajo aquí desde hace mucho, debido a eso me es fácil identificar las llaves de cada cerrojo.
—Oh, ya veo... ¿Y qué pasó con los otros trabajadores? —había olvidado que Ana pude ser una fuente información valiosa.
—Se fueron.
—¿Por qué?
—Pasaron muchas cosas... No debo hablar de eso sin el consentimiento del señor Alex.
—Entiendo, —dije decepcionada— lo siento, no volveré a preguntar.


Bueno, la vida se encarga de llevarnos por el camino correcto; idea de obtener información por otros medios que no sean Alex, descartada.


Entramos a la casa y Ana me pidió esperar en el salón un momento para ver si Alex está listo. Bien pude sentarme y ser paciente como cualquier otro que espera ser recibido, pero me quedé pasmada cuando vi un enorme jarrón dorado con flores. Tengo entendido que a Alex no le gustan las flores, entonces, ¿qué hace esto aquí? Por lo poco que sé, Ana no puede hacer nada su consentimiento, en consecuencia, él tuvo que aceptar la estancia de este voluminoso objeto. ¿Me habrá mentido antes?


—¿Señorita? —llamó Ana, dirigí la vista con ella tras sobresaltarme—. El señor Alex la espera arriba en su habitación.
—Oh, está bien. Gracias.


Ana me llevó al inicio de las escaleras y me dejó a la deriva. Mi palidez atacó mi piel cuando terminé de subir los escalones, ¿qué camino tomo ahora? Hay muchas puertas, todas se parecen, ¿cuál da a la habitación de Alex? Sí, lo acompañé una vez hasta su dormitorio, pero no presté atención al camino, estaba concentrada en otra cosa... ¡¿Por qué todo me sale mal?! No puedo bajar de nuevo y preguntarle a Ana sobre dónde queda mi destino, me voy a ver muy mal, eso sin contar la vergüenza que me va a dar.




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