Sara
Desde de aquel día no he vuelto a ver a Alex; han pasado dos semanas y no sé nada de él. Obvio no me quedé de brazos cruzados, pues después de cinco días sin noticia alguna, intenté varias cosas: platiqué con mi mamá lo sucedido y comentó que lo mejor en estos casos es intentar distraer a esa persona de su dolor y lo quise hacer, pero caí en cuenta de que solo poseo los números de su casa, no el suyo. Dichos teléfonos los contestaba Ana y dudo que él los atienda ahora...
Cinco días después de eso le pregunté a Josh si sabía algo de Alex y su respuesta me sorprendió, pues él, a pesar de tener el contacto directo de Alex, tampoco había podido comunicarse. Otra cosa que comentó fue que el movimiento en esa gran casa se ha detenido por completo. ¿Cómo lo sabe? Contactó al chofer y este le explicó que hasta no recibir órdenes en una llamada, no tenía obligación de presentarse a laborar. Sobra decir que no ha habido llamada alguna.
Los días pasaron hasta hoy, dos semanas después, donde nadie sabe algo de Alex. Estoy en una cafetería con Paola y hablamos sobre el tema:
—Déjenlo en paz —sugirió hastiada—. Si se aísla es porque quiere estar solo y sin molestias cerca.
—Pero en estos momentos es cuando más necesita compañía... ¿no?
—Eso no lo decides tú, Sara. Mejor deberías preocuparte por Cris, el día del entierro estaba pálido. ¿Quién crees que sea el señor que iba con él?
—Escuché decir a Fred que era su padre.
—No puede ser... ¿sabes lo que significaría eso de ser cierto? ¡Ese señor es el director de nuestra escuela!
—¿Tú crees?
—¡Sí! ¿No recuerdas? Sus apellidos.
—Oh, es verdad.
Mi mala memoria llevó a Paola a sentir pena por mí, tal vez decepción. Una mano sobre su frente me lo dijo todo.
—Lo siento, he estado muy distraída.
—Sí, ya lo noté… ¿Qué hacía ese hombre ahí?
—¿A qué te refieres?
—Piénsalo: nadie en la escuela conoce al director, puesto que no tiene la iniciativa de tener contacto con estudiantes, pero sí presenta sus condolencias en el funeral de la familia de un estudiante. No tiene sentido.
—Tal vez Alex lo conoce, aunque creo que no es para bien. Cuando ese señor llegó la actitud de Alex cambió drásticamente. Supongo que se enojó, pero ignoro el por qué. Además, Cris mencionó que la relación de Alex y su padre no es muy amena.
—Qué situación. ¿Qué tendrá que ver Alex con el director?
—Es estudiante de la escuela, pueden ser muchas cosas...
Mi teléfono sonó por una llamada de Josh, de inmediato Paola me pidió (casi ordenó) que activara el altavoz.
—Hola, Sara, ¿estás ocupada? —directo al grano, me agrada este chico.
—No, ¿por qué?
—¿Puedes venir a casa de Alex? Te explico todo cuando llegues... tú también puedes venir, Paola —escuchar su nombre la hizo dar un sobresalto.
—¿Cómo sabes que está aquí?
—Escucho su respiración —rió breve—. En fin, aquí las espero.
No quise dar mas titubeos, colgué y guardé mi teléfono a prisa.
—¿Cómo demonios lo supo? —preguntó Paola aún sin poder dar una explicación lógica al acierto de Josh.
—No lo sé... —saqué dinero para pagar la cuenta.
—¿Será brujo o algo así?
—Lo dudo.
Una vez cobrados los alimentos salimos de la cafetería y apresuré el paso para ir con dirección a nuestro destino. Admito que fue un poco hostigante escuchar a Paola pedir menos velocidad en mi movimiento, aunque no la culpo, soy como un correcaminos cuando algo me intriga o preocupa.
Después de un rato llegamos y lo primero que vimos fue a los chicos con Josh detrás de ellos, hacen algo fuera de mi comprender:
—¡Ya te dije que no entro aquí! —reclamó Carl.
—Vamos, eres el más pequeño de todos —insistió Thomas al empujarlo en contra de los barrotes, ¿quiere hacerlo pasar?
—Se van a lastimar, basta —pidió Josh sin dejar de prestar atención a lo que sea que mira al otro lado de la reja.
—Si Carl cooperara esto no estaría pasando...
Interrumpí sus extraños intentos por atravesar la barrera metálica con un saludo. La cortesía fue devuelta por todos, hasta que Paola me alcanzó y se paró a mi lado:
—Creí que solo vendría Sara —dijo Fred con obvio disgusto
—¿Tienes algún problema con que yo esté aquí? —preguntó ella.
—Sí, lo tengo.
Esos dos parecen perros y gatos, desde el principio hubo rivalidad entre ellos que no llegó a entender. Cosas de la vida supongo.
—¿Qué ocurre, Josh? Me tienes intrigada con tu solicitud —pregunté al no poder resistir más la tensión.
—Creo que al igual que nosotros estás preocupada por Alex. No te hubiera llamado de no haber llegado a mi límite de tranquilidad... esto es raro. No hay señales suyas por ningún lado. No contesta los teléfonos y la seguridad de la casa está desactivada.
—¿Seguridad?
—Hay cámaras por todos lados y unas cuántas alarmas en caso de intrusión.
—¿En serio? —me señaló una en la distancia—. Es verdad, es casi imperceptible. ¿Cómo sabías que había una ahí?
—Conozco esta casa desde hace mucho. Entrar por el frente es imposible.
—¿Entrar?
Dicha esa palabra, Paola y Fred dejaron su discusión de lado para acercarse con todos los demás.
—Tenemos pensado entrar a la casa.
—¿No es ilegal?
—Sí y lo sé, pero si no hacemos algo al respecto ahora me voy a volver loco. No es normal que Alex se aislé de este modo, ni siquiera en situaciones drásticas como ésta. Conozco una forma de entrar por la parte de atrás, pero solo alguien pequeño puede lograrlo.
—O sea...—no es lo que creo, ¿o sí?
—Eres la más chica de todos nosotros, es probable que lo logres —Frank confirmó mis sospechos.
—¿Es la única forma?
—Pensamos en otras opciones, pero son muy arriesgadas y nos meteríamos en problemas más graves —explicó Thomas—. Podríamos escalar la reja, pero la caída es peligrosa, además, los bordes son filosos...
—¡Todos ustedes están locos! —exclamó Paola.
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Editado: 26.07.2024