Honest (editando)

Capítulo 40

Paola


Por fin llegamos a la casa de Sara. Bajé de la moto tras soltar el cuerpo de Josh lo más rápido que pude y fui a tocar el timbre. La madre de Sara fue quien me abrió la puerta:


—¡Paola, qué bueno que llegas!
—Buenas tardes —saludé, me abrazó y me dio un beso.;
—¡Holaaaaa! —gritó la hermana de Sara y corrió hasta mí. Obvio me agaché para abrazarla con gusto; cuánto ha crecido.
—Por favor, pasen, —indicó su madre— empezamos a acomodar unas cosas, pero hay detalles que atender aún. Supongo que tú también eres amigo de Sara —le preguntó la madre a Josh tras verlo con extrañeza, no esperaba que alguien desconocido llegara conmigo.
—Así es, mi nombre de Josh, un gusto.
—¿Quieres que te ofrezca algo? ¿Agua, un bocadillo?
—No, no se preocupe, estoy bien. Vine a ayudar con la organización, dígame qué hacer.


Alex


—¿Señor? —llamó Ana—. Me parece que debo ir de compras otra vez.
—Los chicos acabaron con todo, ¿eh? 
—Tienen un gran apetito, igual que antes —juntó las manos frente a su pecho con simpatía por recordar viejos días.


Cuando desperté pude ver el valioso anillo en el dedo de Ana, desde el día que se lo compré no se lo ha quitado; me alegro que le haya gustado, se ve muy feliz con él. Estoy seguro de que no lo cuida tanto por el valor monetario que tiene, es más por el valor sentimental que adquirió en ese día que le prestó suma atención.


—Ya sabes cuales son las condiciones para que vayas de compras. No quiero sonar estricto, solo...  —no supe cómo hacer menos "rudo" mi comentario.
—Está bien, señor, —sonrió para hacer menos mi culpa— sus órdenes ya las tengo contempladas: llamar al chofer y que me acompañe en todo el rumbo. No se preocupe, me apegaré a su petición.


Los chicos llegaron agitados a la casa, justo cuando terminé de vestirme y acabar el presente. Cada uno trae una bolsa consigo; regalos de último momento.


—¡Listo! —exclamó Carl agotado—. Ya podemos irnos.
—De acuerdo. Si necesitas algo no dudes en llamarme, Ana, cualquier cosa —casi imploré eso último—. Ve con cuidado.
—Relájese, todo estará bien. Tenga un lindo día y diviértase mucho. Yo lo esperaré aquí,


Unos minutos después


—Fred, —llamé mientras andamos en la acera y en grupo— ¿puedo preguntarte algo?
—Seguro, hermano.
—No es indiscreción, pero, ¿por qué traes una corona de cartón en la cabeza?
—¡Ja! Dile, Fred —pidió Thomas entre risas—, quiero oírlo de nuevo.
—¡No molesten! —reclamó Fred. Se cruzó de brazos y desvió la mirada.
—¿Sucedió algo malo? —pregunté al creer que mi cuestión no era adecuada.
—Para nada, de hecho, fue un momento muy bello —rio Frank, Fred exigió silencio, pero no le hicieron mayor caso—. Resulta que nuestro querido amigo fue flechado. Como ya te había dicho, este niño es un pozo sin fondo. Así que, mientras comprábamos los regalos para Sara, quiso comer... otra vez. Entonces fuimos a comprar unas hamburguesas y una chica era la encarga del servicio al cliente. El señor galán, al realizar el pedido, inició charla amistosa con ella y... no sabemos exactamente cómo pasó, ni por qué, pero además de las hamburguesas, Fred compró un paquete para niños. Este traía incluido una corona de cartón. 

 

Mi expresión les dio a entender que no encuentro lo raro o causa de burla en el episodio. Comenzaron a reír mientras que Fred se encoge de hombros; intentó detener las burlas y la explicación sin éxito.


—Debiste verlo, Alex —rió Carl—. El baboso este no podía armar la corona.
—¡Déjenme en paz! —exclamó Fred al borde del hastío, de muevo, nadie atendió su llamado.
—Y como no podía, la chica muy amable lo ayudó y se la puso en la cabeza. Parecía un adorable infante: no se movió ni un centímetro y dejó que se la acomodaran como niño bueno... Ella le dijo, «Ahora eres todo un príncipe» y éste se puso como tomate —rió con más fuerza.


Frank y Thomas no pudieron evitar agarrarse el estómago del calambre risueño que les quiere dar. ¿Estaré mal por no unirme a la supuesta diversión? Mi humor es muy diferente al de ellos cuatro, me causa más terneza que hilaridad el caso presente.


—¡Nada de lo que dicen es cierto! —exclamó Fred para excusarse y apaciguar su vergüenza—. Solo lo dicen para molestarme ya que no saben con qué más entretenerse.
—Vamos, no mientas, todos lo vimos —dijo Thomas después de recuperarse—. Dios, Josh debe enterarse de esto.
—¡No, no le digan! —gritó de inmediato.
—¿Por qué no? —pregunté para unirme a la conversación.
—Porqué entonces Josh no va a dejar de insistir con eso y va a ser mi condena.
—No creo que sea para tanto...
—No sabes lo hostigoso que es Josh cuando se trata de estas cosas, te empuja y te empuja para que tengas la iniciativa y acabas por ceder debido a la presión.


Ahora que lo pienso, retiro lo dicho de creer que su iniciativa no es para tanto. Después de todo, yo inicié una relación amistosa con Sara debido a él, planeó todo a mis espaldas...


—Vamos, no te ves mal... Príncipe —rió Thomas y los demás lo acompañaron. Veo que no les importa la posibilidad de sufrir un síncope.
—¡Ya cállate, no molestes! —reclamó Fred. Comenzó a caminar más rápido con molestia, pero agarró su corona para que no se le cayera. Me provocó una sonrisa verlo hacer eso, siempre tan aferrado y orgulloso; es lo mejor de él.


Después de tanto caminar llegamos por fin a la casa de Sara. Su madre nos invitó a pasar, estoy seguro de que me recuerda, lo vi en sus ojos.


—Qué bueno que llegan —saludó Paola sin mucho entusiasmo.
—Puntuales, así como nos dijiste —recordó Thomas orgulloso.
—Sí, sí ya. Tú —señaló a Frank— coloca los regalos en esa mesa y tú —ahora a Carl— infla los globos que faltan.
—Rayos, —rio Carl— apenas llegamos y ya tenemos órdenes.
—Es a lo que yo llamo maltrato... —explicó Frank.
—¡Vamos! Sara puede llegar en cualquier momento —exigió Paola al aplaudir para hacerlos andar, como toda una "líder". Luego se fue a otro lado para continuar con los arreglos.




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