Abigail se quedó a dormir en una de las habitaciones para huéspedes, también comentó sus deseos por acompañarme al instituto en mi primer día de clases, pero no puedo dejar que eso pase. Todo el asunto de Ana no sale de mi cabeza, su muerte no fue una coincidencia, estoy seguro de que todo fue planeado.
No puedo dejar que le hagan algo a Abigail y si está en mis manos evitar que la lastimen, me voy a esforzar por eso. Tal vez lo veo como una segunda oportunidad, solo espero no arruinarlo de nuevo.
Después de meditar todo esto con la cabeza recostada en la almohada, di por iniciado mi día: me di una ducha, alisté mi imagen y me dirigí a la sala de estar. Escucho al risa de Abigail mientras habla con Alfred venir de ese lugar:
—¡Hola! ¿Cómo dormiste? —me saludó amistosa al dejar su taza en la mesa para prestarme toda la atención.
—Mejor que otros días, gracias.
—¿Te vas tan pronto? —notó mi mochila—. ¿No vas a desayunar?
—No tengo mucho hambre.
—No estoy a favor de que te vayas con el estómago vacío, pero tampoco puedo obligarte a nada. Vayan al coche y en un momento los alcanzo.
—Respecto a eso, tengo algo planeado para ti, necesito que compres algunas flores.
Tanto Alfred como ella me miraron extrañados. Después de explicar que no me gustan, dicha petición suena muy rara. Lo sé, pero no se me ocurrió algo más con lo que pudiera convencer a esta mujer.
—No me malentiendas, solo pensé que si te vas a quedar un tiempo aquí deberías estar a gusto y cómoda. Dar un poco de vida a este lugar con flores turquesa o de otro color, ya sabes... no tengo talento para decorar interiores.
—Eso es una buena idea —sonrió ilusionada—. Está bien, ¡iremos de compras, Alfred!
—Prepararé el auto, señorita.
—Ya debo irme. Muchas gracias por el apoyo a ambos.
Una vez afuera pude respirar mejor, no solo por estar en un espacio abierto, sino por saber que Abigail va a estar sana y salva en casa. Necesito concentración y no bajar la guardia en estos momentos. Tal vez crean que todo lo acontecido me debilitó, pero solo me dio más motivos para seguir intentando.
Tan pronto di vuelta en la esquina, vi a Roberto en su respectivo puesto. Por alguna razón mis pies se congelaron y no quisieron acercarse. ¿Miedo? ¿Inseguridad? Tengo que liberarme de estas cadenas emocionales si quiero hacerlo bien.
—¡Alex, qué sorpresa! No esperaba verte por aquí —saludó Roberto con entusiasmo, hasta salió de su cabina para darme un abrazo.
—Aún tengo responsabilidades con las que cumplir; no puedo ceder antes de terminarlas. Todos están en clases, ¿cierto?
—Así es, aulas llenas y pasillos desiertos. ¿Necesitas ayuda con algo?
—Por el momento estoy bien —comencé a caminar un tanto apresurado—, cualquier cosa te contacto de inmediato. Gracias.
Parece que después de todo, los ataques de paranoia y desastre en masa me sirvieron de algo. En uno de los muchos papeles de mi padre encontré los planos del instituto; cada detalle de las edificaciones está en ellos. El actual director tiene acceso a la planta baja y los tres pisos que le siguen, pero estoy seguro de que no conoce la existencia del subterráneo. Es una zona especial que solo mi padre podía visitar, tengo la esperanza de encontrar algo útil en el interior. Me detuve en un punto ciego y saqué de mi mochila los planos para examinarlos:
—Veamos, la entrada está en... la parte trasera del edificio cuatro. Genial, ahí es el punto de reunión de Josh y los chicos. Él debe estar en clases, pero no cabe duda que ellos no. No tengo otra opción.
Llegué con cautela hasta dicho lugar, tal y como supuse ahí están los cuatro. Me escondí detrás de unos arbustos para asegurarme de que no me vieran y me rompí la cabeza en busca de opciones para hacer que se muevan.
Entrometerme no serviría de nada, tendré que recurrir a terceros. Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Roberto donde le pedí que llamara a alguno de los chicos con cualquier pretexto. Si uno se ve involucrado, los demás irán detrás; son como una manada.
—Atención: se solicita la presencia de alumno Carl Smooth en la cabina de seguridad. Favor de acatar el llamado a la brevedad.
—¡Oh, vamos! —replicó después de prestar atención al altavoz.
—¿Qué hiciste ahora? —protestó Thomas, no le gusta que lo interrumpan mientras bebe su cerveza.
—Nada que ellos sepan. Demonios… —se puso de pie—. ¿Con qué tontería saldrán ahora?
—Andando —indicó Fred al apagar su cigarro en el suelo.
Su voz hizo moverse a los demás sin demorar y una vez todos listos, partieron. Con todo despejado, avancé hasta la zona para empezar mi inspección. No tuve tiempo de decidir por dónde iniciar, cuando escuché a alguien volver a toda prisa.
—¡Lo siento, mi celular se quedó en el suelo al lado de mi botella! —le gritó Frank a los otros.
—¿Quieres darte prisa? —reclamó Carl—. Me patearán el trasero más fuerte por no llegar a tiempo.
—Está bien, ya voy, niñita llorona —recogió su teléfono y corrió de vuelta con el resto.
Frank no logró verme gracias a que me escondí detrás un castillo a tiempo. Estuvo muy cerca, pero al menos ya no hay más distracciones, puedo trabajar a gusto. Di paso al análisis de la pared para buscar la puerta que da acceso al subterráneo; muy en el fondo sé que esto no va a ser fácil, mi padre no era una persona predecible, al contrario, era bastante complejo.
Palpé la pared por varios minutos con el fin de encontrar algún borde o superficie sobresaliente y en una de esas, mi dedo se topó con un chicle:
—Chicos... —separé mi mano con asco, aunque de saber que la goma se aferraría a mí, hubiera usado otro método.
Tomé un pedazo de papel higiénico que guardaba en mi bolsillo y lo usé para limpiar mi desastre. Muy temprano comprendí que la goma de mascar estaba metida en una especie de orificio circular y de dos centímetros de diámetro, aproximadamente. Por algo está aquí, ¿no? Las paredes no tienen grietas o imperfecciones en su estructura, eso sin mencionar que es el único en todo el espacio.
Una forma muy peculiar como para no ser nada… ¿y si algo debe encajar? Un círculo… nunca he visto una llave de este tamaño, hasta pareciera que una moneda es la que entra aquí. No obstante, dudo que la pared haga de alcancía. Tiene que ser algo con relación a mi familia, ¿un lector dactilar? ¿Un lector ocular?
Me palpé en busca de ideas y mi palma entró en contacto con el medallón, aquel que encontré en un sobre hace tiempo. Lo descolgué de mi cuello para compararlo con el orificio y por suerte dio la imagen de encajar. Retiré la cadena, lo introduje con cuidado (lo último que quiero es romperlo), ¡y entró a la perfección! Un sigiloso mecanismo se activó en breve y una superficie rectangular más que evidente sobresalió de la pared. Qué coincidencia, es del tamaño de una puerta, ahora… ¿cómo la abro?
Como pista solo encontré una pequeña argolla en uno de los bordes, pero es muy pequeña como para tirar de ella con el dedo. Por lo que veo no hay otro modo de obtener acceso si no es por este camino, o se hace de la forma correcta o no se abrirá nunca.
¿Qué tal un combo? La cadena del medallón debe usarse también en este paso; la llave no la puede tener cualquiera, debe ser especial.
La hice pasar por la argolla con la idea de poder tirar de ella y aunque tuve miedo de hacerlo debido a la delgadez de la misma, mi inseguridad desapareció cuando hubo un rebote. Quiero pensar que hubo alguna reacción química entre metales que causó la acción y no que rompí algo. Cuánta producción la de este lugar, sin duda hay algo de valor aquí dentro.
Tras echar un vistazo solo hallé oscuridad, no puedo distinguir nada con esta visión acostumbrada a la luz. Toqué la pared interior en busca de un interruptor, pero no hay más que una fría superficie. No hay más alternativas que entrar, solo espero no tropezar y matarme en el intento de encontrar algo de valor.
#415 en Thriller
#193 en Misterio
suspenso y misterio, asesino oculto y victimas inocentes, escuela amistad
Editado: 26.07.2024