Honest (editando)

Capítulo 54

Los chicos caminan por la acera sin dejar de jugar, el único que no es parte de la diversión es Fred, quien mantiene un gesto serio.  

—Vamos, hermano —llamó Frank a darle un pequeño empujón—, únete a nosotros. 
—Estoy elaborando mi plan, ¿sí? —contestó el señor mafioso—. Hay qué impedir esa cita. 
—Ni siquiera sabemos cuándo es. 
—Entonces hay que averiguarlo, pero debemos ser discretos... 
—Preguntémosle a Josh —dijo Thomas brillante, sacó su teléfono y se dirigió a sus atajos de llamadas. 
—¡¿Qué acabo de decir, bobo?!  
—Que tal si hacemos un "plan" para salir a tomar, lo invitamos y averiguamos qué día "no puede"—sugirió Carl para evitar una pelea pública. 

La estupefacción de los cuatro confirmó que era una buena idea. Sacrificar un pequeño gusto por información valiosa; un modo de obtener respuestas de manera pacífica. 

—Y una vez sabiendo la fecha, ¿qué haremos para evitar la cita? —preguntó Thomas, fue el primero en reaccionar. 
—No me decido si evitarla o arruinarla —contestó Fred al mismo tiempo que inició una nueva caminata—. Opino que lo mejor a estas alturas es limitarnos a la fecha maldita, después nuestra creatividad hará el resto. Que Paola no crea que puede contra nosotros. Hay que enseñarle que con los locos nadie se mete.¡¿Están conmigo?! —puso su mano en el centro de todos tras cortarles el paso con su cuerpo mismo. 
—¡Sí! —apoyaron su mano encima de la de su líder. 
—Repítanos nuestro himno: "¡Nosotros nunca nos escondemos, al que nos rete patearemos y si respira después todo, aventado será al lodo!" ¡Sí! —cantaron todos. 

No hace falta mencionar que causaron cierta inquietud y extrañeza a las personas que pasaban por ahí. La euforia de los cuatro es asombrosa, pero también muy intensa, más para quien no la ha tratado. 
 

—Qué satisfactorio es cantar nuestro himno, nunca se vuelve viejo —dijo Carl con las energías más que recargadas, un par de sus compañeros compartieron la misma emoción. 
—Oigan —Fred rompió todo el furor—, ¿por qué hay cinco manos? 

Contaron las manos incrédulos, hasta donde ellos sabían solo se apoyaba una extremidad durante estos rituales, ¿no? Las cuentas mentales y las teorías fueron desechadas cuando se escuchó la risa de Josh. La poderosa y enérgica formación se rompió con susto en los rostros de todos. 

—¡¿Desde cuándo estás ahí, Josh?! —espetó Thomas. 
—Hace un instante llegué, pero estaban tan concentrados que no me escucharon —explicó entre risas—. ¿Cómo es posible que sean tan distraídos, chicos? Por cierto, qué bonito himno el suyo. 
—Yo lo hice en una tarde de verano —reveló Thomas lleno de orgullo. 

Josh dejó que su cuerpo liberara toda la dopamina extra que había generado, luego intentó averiguar porqué tuvo que recurrir a sus habilidades de corredor profesional para alcanzarlos. 

—Creí que me esperarían, no llegué tan tarde.  
—Es que... Thomas huía de un profesor, teníamos que correr —improvisó Fred. 
—¿Yo? 
—Sí, tú —le hizo señas con la mano. 
—Ah sí, yo —rio nervioso.  
—Oye, Josh, pensamos en tomar unos tragos en casa alguno de estos días. ¿Hay.... alguno en el que no puedas? Digo, para arreglar la fecha y estar todos reunidos —le giñó el ojo a los otros. Frank no pudo contener muy bien su risa, así que Thomas tuvo que ayudarlo con un zape. 
—No tengo pendientes en mi agenda —contestó después de pensarlo—. Dime qué día y ahí estaré —sonrió complaciente. 
—¡¿No?! ¡¿Cómo que no estás ocupado?! —reclamó Fred desconcertado. Nunca nadie había reclamado la disponibilidad antes. 
—No, no estoy ocupado. 

Los chicos recurrieron a una reunión de emergencia: se hicieron bolita y excluyeron a Josh. 

—¿Paola nos habrá mentido? —preguntó Fred a punto del colapso—. ¿Fuimos sus estúpidos otra vez? 
—Puede ser, pero ¿por qué lo haría? —dijo Thomas—. No, espera, Sara fue quien reveló la cita… 
—Quizás lo hicieron para molestar —sugirió Carl. 
—Habrá que recurrir al plan B. Actúen normal —ordenó Fred. Se separaron y volvieron a su posición original—. Entonces... Josh, no estás ocupado, ¿verdad? 
—No, ya les dije que no. 
—¡¿Entones por qué... —los demás alcanzaron a taparle la boca y lo llevaron hacia atrás. 
—Cállate, vas a arruinar todo —murmuró Thomas al ver que se puso a reclamar aún con la boca cubierta. 
—¿Qué están tramando chi... —lo interrumpió el sonido de su teléfono, no tuvo otra opción que atender. 

Fred volvió a protestar e intentó liberarse, pero seis manos son mucho hasta para él. Otro poco y lo tiran al piso para patearlo, a ver si así dejaba de moverse como gusano en anzuelo. 

—Está bien —se despidió Josh y guardó su celular—. Lo siento, chicos, debo ir a casa, surgió algo. Regresen con cuidado y avísenme cuándo será la reunión, no pienso perdérmela —comenzó a correr y se perdió entre la gente. 

Una vez los chicos consideraron los parámetros seguros dejaron libre a Fred. 

—¡Boa! —tomó una bocanada y cayó al suelo—. ¡¿Quieren matarme acaso?! Otro poco y me asfixian.  
—Tu nariz estaba libre, pudiste respirar por ahí todo el tiempo, genio —explicó Carl. Lo dejó como un estúpido—. No le pudimos sacar información a Josh. ¿Qué haremos ahora? 
—Somos unos inútiles —añadió Frank cabizbajo. 
—No, mi plan aun no acaba —protestó Fred al incorporarse. 
—No sé si sea buena idea que líderes este caso, casi nos delatas hace un momento —reclamó Thomas con ganas de meterle un buen zape en la cabeza. 
—Iba a usar la presión, pero no me dieron tiempo ni de empezar. 
—Sí claro, la presión… 
—Ya se me ocurrirá algo. Vayamos a casa, muero de sed. 



Sara 
 


Estoy recostada en la cama, con el teléfono en la mano, listo para marcar un número. Tengo la lista al lado, solo debo teclear hasta dar con una respuesta del otro lado y listo, ¡¿por qué no lo hago?! 

—Vamos, Sara, es sencillo: preguntas por él y ya. No debe ser tan difícil —me motivé entre ejercicios de respiración. 

Después de tanto, logré dar el primer paso y teclear un número completo. Estuve a nada de marcar, cuando una llamada entró al teléfono. Después de gritar asustada, noté que se trataba de Paola; es el momento para descargar toda la tensión. 

—Hola… 
—¡No puedo, Paola! 
—¡Ay! ¡¿Por qué gritas?! ¿No puedes qué? 
—¡No puedo llamarlo! ¡Ya tengo los números escritos y no puedo marcarlos! 
—¡¿Y entonces por qué no fuimos a su casa?! Te ahorrabas todo este drama y yo mi tímpano reventado. Solo relájate, ¿quieres? Es una simple llamada. Sí él te contesta solo deja que la conversación fluya: pregunta cómo se encuentra, disfruta la charla y ya. 
—Pero, me da pena —contesté tímida al jugar con mi ropa. 
—Vamos a ver... repasemos los hechos: tuviste una cita con él, te divertiste con él en su cumpleaños, lo abrazas con toda la confianza del mundo e incluso lo ayudaste a dormir... ¡no me salgas con que te da pena! ¡Marca ese número y acaba de una vez con esto! 
—Sí, ya voy —su tono gentil al inicio me hizo creer que trataría mi situación con delicadeza, pero después de sus gritos ya no quiero quejarme más. 
—Te marco en un rato para ver qué pasó. 

Colgó en seco. No me queda de otra más que hacer esto de una vez por todas. Mis nervios ahora temen volver a ser regañada por Paola, ya no tanto que Alex conteste el teléfono. Son incomodidades diferentes, ¿me explico? 

—Está bien, aquí voy —marqué el número y apreté el botón verde. Me escondí debajo de la cobija y dejé un hueco para ver la pantalla del celular. La llamada entró y sonó repetidas veces—. No contestes, no contestes, no contestes… 
—¿Residencia Blake? 
—A-ah, sí. 
—¿Con quién desea hablar? —preguntó una voz masculina. 
—A-ah, ¿s-se encuentra Alex? —¡deja de tartamudear, Sara! 
—El joven Alex no está en casa por el momento, ¿desea dejarle un recado? 
—Ah.. no, solo dígale que llamé, por favor —¡¿qué haces?! Esto no era lo que teníamos planeado. 
—De acuerdo, ¿con quién tuve el gusto? 
—Sa... Sa... Sa... 
—Discúlpeme, no la escuché bien, ¿sería tan amable de repetir su nombre? 
—Sa.. Sara. 
—De acuerdo, pasaré su mensaje, señorita Sara. 
—Sí.. está bien, muchas gracias. 

Colgaron sin más. Dejé le teléfono fuera de la cobija y me escondí de nuevo, siento la cara muy caliente. 

—Bueno, ya pasó. Ahora puedo dormir tranquila. 

Minutos después cuando me calmé, analicé la llamada… y mi bajo desempeño en la misma. Un hombre fue el que me contestó, ¿será que Alex contrató a un mayordomo? Supongo que es de lo más normal, necesita alguien que esté ahí con él y que le ayude en la casa. 

—Ugh… tanto para nada. Ojalá este mal rato haya servido de algo. 
 




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