Honest (editando)

Capítulo 73

Después de hablar un rato más y liberarse de todo su estrés, Paola se retiró a casa. Fui a tirarme a mi cama sin saber cual será la nueva sorpresa que me espera. ¿O sí? Mi teléfono vibró en el escritorio por una llamada. 

Bajé muy rápido de la cama, me resbalé con las cobijas y me di un buen golpe contra el suelo. Una tercera persona se reiría a carcajadas de lo que es mi vida; no sé bajarme de una cama sin casi matarme.  


Creí haber perdido la llamada, hasta que la persona del otro lado insistió en que contestara con una segunda oportunidad. Me acerqué al escritorio a gatas, estiré mi mano, tomé mi teléfono y me recosté en el suelo: 

—¿Diga? 
—Sara —contestó Josh. 

De la sorpresa por escucharlo quise incorporarme rápido, mala idea. Con la cabeza metida en el espacio del escritorio solo me esperaba un golpe y eso fue lo que me gané. Regresó al suelo casi noqueada. 

—¿Está todo bien allá? 
—Ah... sí, no es nada, solo... fallas técnicas —esto me va a dejar un chipote, estoy segura—. ¿Tú estás bien? Te escuchas desanimado... 
—Estoy algo cansado, no dormí ayer —lo escuché bostezar. 
—Bueno, no tendrás que preocuparte, no tendremos que ir a la escuela al empezar la semana —reí nerviosa. 
—¿Qué? ¿Por qué no? 
—¿No has leído el comunicado? 
—No… dame un segundo. 

Mientras Josh regresa a la llamada sobé mi frente con cuidado, creo que voy a necesitar unos hielos para el golpe… y una nueva intuición. 

—Tienes razón, ya lo revisé. Qué inesperado. 
—Josh… ¿el comunicado tiene algo que ver con Alex? —creí que no me contestaría, pues se tomó un momento. 
—Si te soy sincero, no tengo idea. Escucha… —sus pausas al hablar me intrigan— tengo presente que te debo una explicación a todo lo que sucede, sin embargo, no es algo que pueda decir por teléfono. Aún así, me veo en la necesidad de pedirte un favor, espero no verme muy descarado. 
—¿De qué se trata? 
—Si te es posible, no salgas de tu casa para nada. 
—¿Qué? ¿Ahora me confinas a mi hogar? ¿Cuándo te convertiste en mi mamá? 
—No me lo tomes a mal, lo veo por el lado de la seguridad, creo que el comunicado tiene algo que ver con eso. 
—Pero, ¿por qué la escuela querría que no salgamos de casa? 
—No estoy muy seguro de que la mesa directiva haya escrito ese mensaje... —del otro lado de la llamada, Josh mira en el monitor de su computadora dicho texto—. Es exactamente igual a la forma en la que lo haría, incluso las palabras que usan y con todo eso no les encuentro relación. Las cosas repentinas son sospechosas. 
—No comprendo, Josh —¿seré muy distraída? 
—No me hagas mucho caso —suspiró agotado—, comienzo a creer que el cansancio me hace alucinar. Dormiré un poco. Quiero insistirte en que me hagas caso, por favor. No salgas de tu casa si te es posible, al menos por una semana. 
—Está bien, lo intentaré. 
—Gracias, en serio. Nos vemos luego. 

¿Querer seguir tirada sonará como algo muy malo? Ahora estaba más confundida que antes, más frustrada. ¿Cómo que el mensaje que envió la escuela… no es de la escuela? ¿Y qué es eso de que no salga en medida de lo posible? Ni mi mamá hace castiga tan feo, pero… no me queda de otra que confiar en Josh. Puedo esperar a que se decida y me explique qué ocurre en realidad o eso creo... 



En la dirección del instituto 



Christopher mira su monitor con un gesto serio en el rostro, una mano reposa cerca de su boca y la otra tamborea impaciente el escritorio.  Delante de él está el subdirector y otros tres maestros, de pie y en silencio. Esperan un comentario, una respuesta, algo. 

—Le juro que no se qué pasó —explicó el subdirector al no soportar más la tensión. Craso error. 
—Obviamente no sabes qué pasó —respondió Christopher amenazante, causó escalofríos horribles—. De saberlo no hubieras venido a mi oficina igual que un perro con la cola entre las patas.  

Es difícil saber qué era lo peor, si las palabras o el tono de las mismas. Volvió a ignorar a “los inútiles” y sus ojos analizaron cada renglón del mensaje enviado a todo alumno perteneciente al instituto. ¿Busca un mensaje secreto? ¿Clave en mayúsculas? Ve algo que los demás no y no puede explicarlo.  

—¿Qué tal si lo borramos? Y nada pasó —sugirió un profesor. 
—La única forma de hacer eso es con una huella digital —no se ve muy optimista con la solución— y dicha huella… es de una persona que está bajo tierra. 
—¿A quién se le ocurrió una idea como esa? Qué tontería llevar la seguridad de un simple sistema mensajero así —replicó el segundo profesor. 

Cuestionar las herramientas siendo una mente tan poco productiva es una de las muchas cosas que sacan de quicio a Christopher. Por fortuna, el profesor no terminará con una herida física, aunque tal vez eso hubiera sido mejor de lo que le espera: una tortura al autoestima y la mente que ni la más buena terapia va a poder remediar.  

—Mi querido docente —contestó imperdurable—, no te puedo explicar en palabras que comprendas el por qué de la huella, tampoco tengo placer de hacerte entender su importancia, pero lo que sí te puedo relatar, es el por qué ustedes serán sancionados… por mano y métodos propios. Aunque no lo creo necesario —rio coqueto—, es más que obvio que una irresponsabilidad de tal porte sea acreedora a una penalización. Permitir la violación a nuestra plataforma y descuidar nuestros medios es un problema que nunca pensé ver en ustedes. ¿Debo arrepentirme de cada moneda con la que les he pagado? No sabia que los remuneraba por el placer de su compañía… 

Sus “chistes” y sonrisas casuales hacen que los esfínteres de los hombres se vuelvan débiles, generando hormonas de horrible estrés en sus organismos. Es complicado explicar el increíble e inmenso miedo que le tienen, tanto es, que buscaron remedios inmediatos con el fin de apaciguar a este monstruo que se muestra amable y jocoso. 

—Debe haber alguna forma de anular el comunicado —insistió el tercer profesor desesperado. 
—A estas alturas todos los estudiantes ya lo habrán leído —respondió al ver la hora—. Usar la cantidad de lecturas a nuestro favor con el fin de hacer un debate de comentarios e ideas entre los estudiantes no es una opción.   
—¿Y si decimos que fue un error? —sugirió de nuevo el primer profesor. 
—El sistema se maneja con prudencia, no se usa para "bromitas" y gente consciente está a cargo de él… o al menos eso quiero pensar. Díganme, ¿les parece normal que alguien cometa un error como este? —el silencio habló solo—. Eso creí —se puso de pie y miró por la ventana. 
—¿Y qué hacemos? 
—Ustedes no harán nada más, suficiente tengo con esto. 
—¡¿Qué podíamos hacer nosotros?! —reclamó el subdirector al no poder aguantar más la culpa—. ¡El comunicado salió de la nada y ninguno en la mesa directiva lo hizo!  
—Sé que no lo hicieron, —volteó levemente para verlos de reojo— saben lo que pasa cuando alguien va en contra de mi autoridad. No existen agallas suficientes en ustedes y no las habrá nunca. No espero que vean más allá de lo que en realidad pueden, por eso les adjudico tareas simples. Aunque… tal vez lo que les pedí era demasiado: exigirles hacer algo inhumano como cuidar uno de nuestros mejores medios va más allá de sus capacidades —sonrió simpático.  

Se acercó al subdirector con una mirada penetrante, eso sí, sin borrar esa alegría en su rostro. El pobre hombre vio su fin al sentir una presión en su corbata, pero las acciones de Christopher no fueron más allá del el simple arreglo de la prenda. Sacudió el polvo y terminó por aterrizar en los hombros. 

—¿Saben qué haremos? Nos adaptaremos a lo que dice el mensaje —volvió al monitor sin prisa—. No queremos afectar a nuestros estudiantes, ellos son nuestra prioridad ahora y siempre, por lo tanto eso será lo mejor. Salgan de mi oficina, después hablaré con ustedes.  

Abandonaron el lugar como perros regañados, con miedo de lo que les iba pasar en un futuro muy cercano. Christopher tomó un vaso para verter un poco de agua en su interior, se sentó en su silla y volteó a ver por la ventana mientras los rayos del atardecer inundan su oficina, a la vez que chocan con su rostro. Los docentes ignoraban que su cabeza está más que al tanto de lo que pasa, ver el texto una y otra vez le dio la respuesta; su mente trabaja a un ritmo fuera del común. Lo que es cierto es que un golpe como este jamás lo previo. 

Después de ver muy sospechosa la desaparición de Alex en la comisaria tras enterarse de su arresto, era más que obvio que algo no “andaba bien”. 

—Así que tienes acceso total al sistema, incluida la base de datos… cómo no lo pensé antes —movió ligeramente el vaso con agua en círculos—. Lo hiciste ver muy real, la firma, las palabras… me sorprendes, Alex. Privarme de mis responsabilidades y mi poder como principal… no podías dejar que todo terminara, ¿verdad? Desgraciado... 

La presión en el vaso se volvió más intensa, hizo que el cristal se cuartara sin llegar al destrozo. La fachada del hombre que tiene todo bajo control, incluidas sus emociones, se cayó, dejando ver al ser manipulador y desesperado por haber perdido un enfrentamiento que es en realidad. 

—Lo admito, es un privilegio que aunque hubiera querido, no te podía quitar. Esto aún no ha acabado… no dejaré que uno de tus golpes arruine todo lo que he construido. Dudo que seas tan tonto como para escapar y regresar a tu casa… donde sea que te escondas, te voy a encontrar y tendrás el mismo fin que los demás. 




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