Honest (editando)

Capítulo 80

Alex


Abrí los ojos lentamente, me acostumbré a la luz, los rayos de sol entraban por la ventana.


¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Ya era otro día?


Me percaté de una ligera presión en mi torso, moví la vista y me encontré con la cabeza de Sara recargada, estaba concentrada.


Notó que desperté y me miró alegre.


—Menos mal—dijo aliviada.


No sé si era mi imaginación o si todo fue un sueño, pero recordaba a Sara pelirroja y con un vestido blanco.


—¿Qué... hacías?—pregunté aún desorientado.
—Quería escuchar tu corazón.


Me incorporé y la miré confundido.


—Me asusté porque no te movías, no hacías ningún ruido y quería comprobar que tu corazón latiera, pero no escuchaba nada, por eso me acerqué.


Me tallé los ojos con los dedos de una mano y despejé mi mente para despertar por completo.


—¿Te sientes mejor?—preguntó.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—¿Eh?
—¿Cuánto tiempo llevo dormido?
—Pues toda la noche, son las ocho, así que...


Me paré rápidamente y fui a ver mi teléfono, revisé que no hubiera mensajes o llamadas, pero al parecer todo estaba bien.


—Oye no creo que debas hacer movimientos brucos, estás delicado y acabas de despertar.


Me giré para mirarla.


—Yo me tardo en reaccionar en las mañanas, pero veo que tú no y casi te desmayas ayer, entonces creo que sería mejor que descanses un poco.


Permanecí en silencio.


—Digo, si quieres, si no, pues no—jugó con sus dedos nerviosa.


Hasta ese momento que la vi detenidamente caí en cuenta.


—¿Te quedaste aquí toda la noche?—pregunté sorprendido.
—Pues sí, no te iba a dejar aquí en ese estado, ¿te sientes mejor?
—Tienes que regresar a tu casa.
—Ah, pero...
—Tu madre debe estar preocupada.
—No te preocupes, ya lo tengo todo cubierto, Paola me hará unos cuantos favores.


Haya sido un sueño o no, yo seguía sin entender por qué Sara estaba aquí. No quiero decir que no esté agradecido con ella por haberme ayudado, pero no entiendo qué sucede.


—Volveré a hacer la misma pregunta... ¿qué haces aquí?
—Es una larga historia.
—Te escucho.
—Ay... ¿no quieres sentarte?—sonrió nerviosa y señaló el sofá.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Pues...


Comencé a caminar hacia ella.


—¿Alguien más sabe mi ubicación?
—No...—retrocedió un poco.
—¿Te vieron entrar aquí?—avancé.
—No que yo sepa—dijo nerviosa.
—¿Alguien te siguió?
—Yo...
—¿Le dijiste a alguien que vendrías?
—¡Basta, Alex! Me estás asustando...


Reaccioné y me di cuenta que la tenía contra una pared, me alejé inmediatamente y volteé la mirada.


—Lo siento, perdóname, estoy...


No podía evitar sentirme así, estaba paranoico, tenía miedo, mis emociones estaban descontroladas.


—No te preocupes, todo está bien—sonrió.
—No, no está bien, no estoy bien.


Miré a la mesa y había una caja.


—¿Qué eso?—pregunté.
—¡Oh!—exclamó emocionada.


Se puso en frente de la caja y la escondió detrás de ella.


—Es tu regalo,—sonrió—iba a dártelo cuando despertaras, pero no me diste tiempo.
—¿Regalo por qué?
—Es lo que intenté explicar, pero no me dejabas hablar con tantas preguntas—rió.


Me quedé callado un poco apenado.


—Si quieres lo caliento y después de que desayunes aclaramos todo.


¿Calentar?


—¿Te parece?—dijo alegre.
—Está bien...


Arreglé ciertos asuntos mientras Sara terminaba de preparar su "sorpresa".


Estaba frente a mi computadora y revisé lo que Josh había enviado, era un documento con información y actualizaciones.


Lo leí y concluí que no hay movimiento por parte del director y todos están bien. Parece que el comunicado funcionó, como supuse no pudo hacer nada para quitarlo y todos lo creyeron sin problemas.


Debido a que Roberto ya no está tenía que buscar una forma de tener acceso al instituto sin que hubiera inconvenientes ni obstáculos. De lo contrario, sería una presa fácil y todo acabaría. No me dejó otra elección, yo no quería llegar a este punto, pero no voy a dejar que haga daño a más gente inocente.


Me puse la mano en la frente cansado.


Por ahora tengo el campo abierto para moverme y seguir con el siguiente paso.


Minutos después Sara me llamó para que tomara asiento.


—No se vale mirar,—indicó—tápate los ojos.
—Sara...
—Si no lo haces, te los voy a vendar.


Cubrí mis ojos con una mano y esperé. Escuché cosas moverse, percibí un olor agradable y familiar.


—Auch, quema—exclamó.


La escuché acercarse y puso algo sobre la mesa.


—Listo, ya puedes mirar.


Me quité la mano de los ojos y miré confundido, había una tarta frente a mí.


—¡Tarán!—exclamó alegre.
—¿Qué...
—Es una Qu... Qui...—sacó un papelito de su bolsa—Qui... che Lorraine—sonrió.


Su respuesta me causó sorpresa.


—Es que no me aprendo el nombre—dijo apenada.


¿En serio se acordaba de esto?


—¿Este es el famoso regalo?
—Así es.


Debo admitirlo, estoy impactado, no esperaba algo como esto, no pude evitar sonreír nostálgico.


—¿Qué tal?
—Gracias.
—Debo decirte que busqué entre mis cuadernos para encontrar el nombre porque apenas y puedo pronunciarlo.
—No creí que lo recordaras...
—Vamos, tan mal no estoy—rió.


Le sonreí levemente como respuesta.




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