—No lo voy a repetir, Sara —la alejé de mí y me puse de pie.
—¿Por qué dices eso? —titubeó por no saber cómo reaccionar ante mis palabras—. Es una broma, ¿verdad?
—¿Te parece una broma? —la miré de reojo con frialdad indeseada. Se asustó por eso. Tomé su bolsa y se la acerqué.
—Pero, no entiendo... ¿Hablas en serio? ¿Después de todo lo que dijiste? —insistí en que respondiera a mi acto, sin ser yo cortés—. ¿Por qué quieres alejarme de ti tan de repente? ¿Ahora quieres evitarme? ¿Qué clase de apego evitativo es este?
Deja de hacer las cosas más difíciles. Si no lo hago de esta forma no lo entenderás…
—¡Contéstame! —reclamó triste.
—Te dije que te fueras —repliqué al abrir la puerta y le indiqué su camino. No obstante y en medio de su enojo, la azotó al cerrarla.
—¡No me voy a ir! ¡Sé que no puedo ayudarte en esta situación como quisiera, pero tampoco tienes por qué hacer esto! ¡Haré lo que pueda por ti! ¡No me alejes así sin darme una explicación! ¡Es un acto muy irresponsable de tu parte, ¿sabías?!
Detente, por favor... ya basta. De tan solo escuchar sus gritos en mi contra hace que el enjambre que ya es mi cabeza empeore con gravedad. Solo pude cerrar los ojos y tratar sin mucho éxito calmar el malestar.
—¡Soy una inútil lo admito, más no creo ser un estorbo para ti! ¿O lo soy? ¡¿Lo soy?!... ¡Di algo!
—¡Ya basta! —la hice brincar, sus ojos mostraron miedo de nuevo—. ¡¿Es que no entiendes lo que pasa?! ¡¿Necesitas que te lo explique!? ¡Dos personas queridas para mí están muertas! ¡Muertas! ¡No pude protegerlas! Intento hacer algo bien... estoy... —la respiración agitada no me permitió continuar.
Llevé las manos a mi cabello, estoy a punto de estallar. Sara intentó recuperar mi atención, pero la evité al darle la espalda.
—Vete de aquí.
—Alex...
—¡Vete!
Ver cómo sus ojos de volvieron vidriosos me hizo sentir fatal; sé lo irresponsable que soy al cometer un acto tan cobarde como este, pero ya no hay tiempo para explicaciones. Me interesa más que se aleje de este infierno lo más pronto posible. Soltó un último sollozo, salió corriendo por la puerta y la azotó detrás de ella.
Mi corazón late rápido dentro de este silencio, lo escucho con claridad. Recargué mis manos en la mesa, mi vista se fue directamente a la tarta.
—No quiero verte sufrir, no quiero que seas parte de todo eso... —dije lo que no tuve el valor de explicar antes. Una imagen de su familia vino a mi mente en un destello, eso me hace tomar fuerza en mis decisiones—. No quiero verte en una caja de madera... no podría soportarlo. Ya no quiero que alguien más muera por mi culpa —ahora mis ojos son los que muestran el dolor, mismo que descargo en la fuerza de mis puños cerrados—. Si para protegerte debo hacer esto... —recordé a Ana y a Roberto— si debo alejarte de mí… —recordé a mis padres— lo voy a hacer.
Mi teléfono exigió atención con una llamada. En un suspiro traté de volver a la realidad.
—¿Sí?
—Alex, ¿estás ocupado? —preguntó Josh con cautela.
—No, estoy... estoy bien. ¿Qué pasa?
—Encontré algo que quizás nos pueda servir.
—Envíamelo y lo revisaré.
—De acuerdo. No tardo.
Tengo que concentrarme... ya es suficiente drama por un día. No voy a solucionar mis problemas con lágrimas.
Sara
Salí corriendo de ahí sin saber a dónde, pero no iba a parar. Limpiaba seguidamente mis ojos, las lágrimas nublaban mi vista y caían por mis mejillas; si no lo hago la que va a caer voy a ser yo, pero al suelo.
Corrí varias cuadras hasta que mis piernas rogaron por un descanso. Decidí hacer una pausa en un jardín, me senté en una de las bancas. No puedo respirar bien, siento un horrible nudo en la garganta. Por más que intento tranquilizarme no puedo detener el llanto, esto es el colmo.
¿Qué pasó con Alex? ¿Por qué dijo esas cosas? Todo iba tan bien… ¿por qué el buen momento se rompió? Mi teléfono sonó una y otra vez, pero no quiero contestar, estoy segura de que ni siquiera puedo hablar y entablar una conversación.
Sin dejar de sollozar, veo a las personas pasar con el rabillo del ojo. Cubrí mi cara ruborizada y húmeda lo mejor que pude, no quiero que me vean llorar. El andar de la gente sigue y sigue, hasta que una de tantas se detuvo repentina. Tan pronto se acercó contuve el llanto.
—¿Sara?
Paola
—¡Demonios! ¡Sara contéstame! De solo pensar que está con Alex me enojo más... pero me va a oír, muchachita mentirosa. Sabía que tenía que ponerle un rastreador —camino de un lado a otro ansiosa.
Mi mamá llegó a mi habitación para decirme que me buscaban en la puerta, obvio me levanté de inmediato y corrí hasta allá:
—Que sea Sara, que sea Sara... —abrí la puerta, pero no me encontré con ella, fue con una figura más alta que yo y masculina—. ¡Josh!
—Hola —sonrió por simple carisma ante mi extraño actuar.
—¿Q-qué haces aquí?
— Lamento molestarte… sé que esto es muy repentino, pero me comentaste que unos policías vinieron a verte y quisiera saber si puedes ayudarme con algo.
—¿A-ahora?
—Si no estás muy ocupada lo apreciaría. Si te parece, puedo empezar con Sara, supongo que también fueron a visitarla a ella. ¿Puedo verla?
—Ella... —quise entrar en pánico— no está aquí.
Solo logré desconcertarlo. ¡Demonios! No contaba con esto. Sara solo contemplaba a su madre como "problema", creo que nunca se le pasó por la cabeza que Josh también podría serlo. Después de que nos dio explicaciones, nos dijo que la situación era muy peligrosa y específicamente nos advirtió sobre esto. Por una razón no acudió a ellos en primer lugar… voy a matarte, Sara, si es que Josh no me mata primero.
—No entiendo…
—Ya te dije, no está aquí.
—Es que no puede ser. Acabo de ir a su casa y su madre me dijo que estaba aquí, contigo.
—Qué cosas, ¿no? —no pude ocultar mis nervios más.
—Paola... —comienza a sospechar cosas malas de mí— ¿qué está pasando? Te ves...
—¡Ay! ¡Acabo de recordar que dejé la plancha prendida! —le cerré la puerta en la cara y me recargué en la misma.
¡Demonios, Sara! ¿Dónde estás?
Sara
Levanté la vista tras escuchar mi nombre, aún con lágrimas en los ojos pude identificar a la persona frente a mí:
—Cris…
—¿Qué haces aquí? —el tono de su voz expresó la gran preocupación que siente—. ¿Qué pasó?
Comencé a llorar al momento en que recordé todo lo sucedido. No le permití reaccionar ante lo ocurrido y me aventé a abrazarlo.
—¡Cris! —exclamé entre sollozos y di seguimiento a mi llanto con la cara escondida en su hombro. Me regresó el abrazo aún confundido, pero sin rastros de hipocresía.
Sigo sin poder hablar por el nudo en mi garganta, gimoteos son lo único que sale de mi boca.
—Tranquila, —me dio palmadas en la espalda— estoy aquí...
Cuando logré calmar mis emociones, tomamos un taxi. Supongo que vamos a su casa o quizás me lleva a la mía... no tengo idea, no quiero saber, no quiero saber nada.
Estoy recargada con él, me rodea con un brazo. No dice nada, no hizo ninguna pregunta al respecto, solo rasca mi cabeza con gentileza y con la intención de hacer huir mi pesar.
Una vez llegamos a nuestro destino (su casa), me ayudó a salir para darme la bienvenida. Una sirvienta se acercó a saludarnos y ofreció su ayuda, al momento me escondí en Cris y él habló por ambos.
—Estamos bien, gracias —agradeció amable—. ¿Puedes decirle a mi madre que ya llegué?
—Por supuesto —se inclinó y se fue para cumplir la petición.
—Vamos, por aquí —me guio al dar palmadas en mi mano, que resposa sobre su antebrazo como señal de inocencia.
Después de subir escaleras y caminar por algunos pasillos, llegamos a su habitación. Me cedió el paso, tomé asiento en la cama, cerró la puerta y se sentó a mi lado. Me ofreció un pañuelo, mismo que de inmediato tomé para secar mis lágrimas.
—Puedes descansar un poco si quieres... —me sonrió amable, apoyó su mano en mi cabeza y me dio palmadas—. Todo estará bien, quédate aquí, te traeré algo.
Salió de la habitación y me quede sola, con la infinidad de pensamientos intrusivos que me castigan. ¿Hice algo mal?
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Editado: 26.07.2024