Honest (editando)

Capítulo 85

Abigail recorría la mansión con la intensión de calmar su ansiedad. Josh le había dicho que todo estaba bien respecto a Alex, pero aún así, un sentimiento de impotencia la atormentaba.


Llegó a una habitación la cual estaba cerca del dormitorio de Darrell y Elizabeth. Ambas permanecían con la puerta cerrada y como era de esperarse no se habían usado en mucho tiempo, pero a pesar de eso estaban impecables.


Esa habitación era diferente, los muebles y la decoración eran de tonos pastel, una cuna estaba en la esquina con un móvil colgando.


Abigail sonrió al verlo y se acercó, deslizó sus finos dedos por los barandales, movió con gentileza el móvil y comenzó a sonar. Emitía una hermosa canción de cuna y varios destellos se vieron en la habitación mientras se movía.


Abigail sonrió y miró con atención. Dichos destellos chocaban con sus ojos, provocaron que brillaran.


Alfred llegó, permaneció en silencio en la puerta y esperó a que Abigail notara su presencia.


—No pensé que esto siguiera aquí—dijo ella.
—Probablemente no surgió el deseo de quitarlo o quizás no hubo valor—contestó él.
—Supongo que fue un poco de ambas...
—¿Le gustan los niños?
—Me encantan,—sonrió—son seres tan hermosos y tiernos, tan frágiles e inocentes...


Hubo un pequeño silencio.


—Quizás algún día goce de la felicidad de cuidar a sus propios hijos.
—Eso si mi padre permite que me desposen—sonrió.
—Algún día debe pasar.
—Eso ya lo veremos.
—La comida está lista.
—Gracias, en seguida voy.
—De acuerdo—se inclinó y se fue.


Abigail se inclinó para tomar una pequeña sonaja morada, la hizo sonar.


—Nunca le faltó nada...


Volvió a dejarla en donde la encontró y se dirigió a la puerta. Dio un último vistazo y el móvil dejó de sonar cuando la puerta se cerró.


Mientras tanto en casa de los chicos


—¡Esto está frio!—reclamó Fred.


Carl rodó los ojos.


—¿Cómo le vas a dar la sopa fría a Alex?—insistió.
—¡La sopa es fría, genio!
—¡Eso no es cierto!
—No me hagan caso, solo vengo por un vaso de agua—dijo Frank al entrar a la cocina.


Ninguno de los dos le prestó atención.


—Que tú te comas todo caliente no es mi problema—aclaró Carl.
—No le vamos a dar esa cosa a Alex.
—Sí, miren ya me fui, adiós—dijo  Frank al salir.
—¡¿Esa cosa?!—reclamó Carl—. ¡Te has tragado esa cosa por más de dos años!
—Ah, sí, puede ser,—contestó Fred—pero lo hice cuando estaba caliente.


Josh hablaba con Alex en la sala sobre la situación actual.


—¿Y qué planeas hacer ahora?—preguntó Josh.
—Necesito revisar unas cosas antes de empezar a moverme,—contestó Alex—pero quiero esperar a Thomas con calma, seguramente está ocupado con los papeles del departamento.
—Probablemente.


Alex se llevó una mano a la cabeza.


—Quiero intentar relajarme un poco... el asunto de los policías todavía me tiene nervioso.
—No te preocupes, aquí estás a salvo y aunque vengan, créeme que estos cuatro no dejaran que se te acerquen.
—No lo dudo—sonrió Alex levemente.
—¡Ya basta!—gritó Carl.


Fred y Carl salieron de la cocina para acercarse a Alex y Josh.


—Muy bien dejemos que él decida—dijo Fred.
—¿Qué prefieres, Alex?—preguntó Carl.
—¿Sopa fría o caliente?
—No tengo preferencia—contestó Alex.
—¿Ves? Te dije que... ¿Qué?


Fred y Carl miraron a Alex confundidos.


—No tengo preferencia—replicó Alex.
—Pero debes preferir entre lo frio o caliente—insistió Fred.
—Cuando se trata de comida no me guío por la temperatura, lo importante es el sabor.


Fred se quedó pensativo y se llevó una mano a la barbilla.


—¿En la sopas es lo mismo?—preguntó Carl.
—Algunas se deben servir frías y otras calientes, si me dejara llevar solo por la temperatura no conocería el sabor de muchas.


Los dos se miraron entre ellos.


—¿Por qué discuten?—preguntó Alex.
—El menso este está duro y dale con quiere que te dé la sopa caliente, pero se come fría—explicó Carl.
—Sabe mejor caliente—insistió Fred.
—¡No te la vas a comer tú!
—Chicos...—llamó Alex.
—El chiste es que sepa mejor.
—¿Cómo sabes que le gusta caliente?—preguntó Carl.
—Chicos...—lo intentó de nuevo.
—Acaba de decir que no tiene preferencias—explicó Fred.


Alex se quedó callado y Josh rió por la situación.


—Deberíamos servirle un plato caliente y otro frio, para ver cuál prefiere—sugirió Carl.
—Aquí vamos de nuevo...—suspiró Josh—. Vamos, chicos, no discutan.


Ambos miraron a Josh.


—Además, ¿cuánta sopa te queda, Carl?
—Pues, un poco.
—Lo suficiente para Alex—indicó Fred.
—¿Y ustedes no van a comer?—preguntó Alex.


Ambos se quedaron en silencio y Josh sonrió.


—Tú eres lo que importa ahora—aclaró Carl firmemente.
—Podemos comer otra cosa, tu dieta es diferente a la nuestra—dijo Fred.


La puerta principal se abrió, Thomas llegó con cuatro cajas de pizza en una mano y con una bolsa de hamburguesas en la otra.


—Eso fue cansado—suspiró aliviado y se recargó en la puerta para cerrarla.
—¿Dónde estabas?—preguntó Fred disgustado.
—Lo siento, me tardé en guardar las cosas en el auto—dijo apenado—y Frank me dijo que trajera comida, eso también me retrasó un poco.


Fred y Carl sonrieron anonadados.


—Me quedaba de paso el restaurante—explicó Thomas.


Frank bajó las escaleras y se aproximó a Thomas.


—¡Por fin! Ya tenía hambre—dijo y abrió una caja de pizza.
—Y nosotros aquí peleando por una sopa—dijo Carl molesto.




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