Una sirvienta fue al cuarto de Cris para indicarle que la cena estaba lista. Tocó varias veces y no recibió respuesta, al final entró, pero no lo vio por ninguna parte. Le tomó muy poco tiempo darse cuenta de que había escapado; fue rápido a avisarle a Christopher.
Sara
Nos dejaron pasa. El grupo completo se quedó de pie en el recibidor.
—Antes de que digas algo, quiero pedirte perdón por lo de antes. Estoy muy avergonzada y después de pensarlo, concluí que tenías razón.
—¿Qué hace este tipo aquí? —interrumpió Fred, no me dejó terminar de relatar el gran discurso que inventé camino acá—. No es bienvenido.
El resto se limitó a mirar a Cris con odio.
—Él viene conmigo, chicos —aclaré como si les hablara a perros dispuestos a atacar.
Es muy notable el desprecio que tienen hacia Cris, la última vez que se vieron, Fred se fue encima suyo.
—Sara...
—Escucha —ahora fui yo quien interrumpió a Josh—, tengo presente lo que me dijiste y sí, todos ustedes tenían razón.
—¿Qué quieres decir?
—Cómo decirlo... —jugué con mis dedos nerviosa, ¿cómo se supone que diga esto?
—Tenían razón respecto a mí —Cris se me adelantó, lo cual, causo asombro en todos.
—Cris, espera, hay que ir con calma y...
—Soy cómplice del asesinato de Ana y ayudé a que inculparan a Alex.
¡No, no, no, no, no, espera! ¡Así no!
—¿Qué? —preguntó Josh mientras intentaba mantener la calma.
—Espera —levanté levemente las manos—, no hay por qué alterarnos. Vamos a respirar y...
—¡Sara, aléjate de ese sujeto! —señaló Thomas con cierta agresión.
—No, esperen, por favor...
—¡Lo acaba de decir! —reclamó Frank.
—¡Si lo sé! Pero...
—Estás muerto, idiota… —dijo Fred con hastío. Me hizo a un lado, lo tomó por la chamarra y le dio un fuerte puñetazo en la cara que lo llevó al suelo.
—¡Fred, no!—volví a ponerme entre ambos con el fin de alejar a Fred.
—¡Quítate del medio, Sara! —está furioso, de milagro no me empujó.
—¡No, espera, por favor, tienen que escucharlo! —pedí con las manos apoyadas en su torso.
—¡Es un asesino!
Cris no dijo ni una sola palabra, debe seguir aturdido. Apoyó las manos en el suelo para intentar levantarse. Vi a Fred con intenciones de molerlo a golpes, obvio no lo permití. Hice hasta donde pude, pero en cuanto noté que su fuerza me ganaba comencé a implorar:
—¡Por favor, basta! ¡Detente! —insistí al empujar en su contra sin mucho éxito. No logro moverlo.
Frank y Carl se acercaron para ayudarme. Por su parte Cris ya había recobrado la consciencia existencial, limpió la sangre de su boca al notarla molesta.
—¡Eso y más te mereces, maldito desgraciado! —volvió a exclamar Fred furioso—. ¡¿Sabes el daño que le hiciste a Alex?! —trató de liberarse—. ¡¿Qué están haciendo?!
—Sara tiene razón —respondió Carl—, tenemos que escucharlo.
—¡¿Qué?!
—Se atrevió a dar la cara, eso ya es algo —Frank apoyó la iniciativa.
Enojado, Fred accedió a la idea (de mala gana), hizo que lo soltaran y prometió con sus acciones no volver a hacer alboroto. Me vi en la necesidad de ayudar a Cris a levantarse, creo el dolor no le vino nada bien; ojalá no pase a peor.
—¿Por qué lo ayudas, Sara? —preguntó Thomas no muy convencido de lo que hacíamos—. Es un mentiroso sin vergüenza.
—Por favor tienen que creerme, no es una mala persona...
—No, Sara —me interrumpió Cris—, me lo merezco... —volvió a limpiar la sangre de su rostro—. Me merezco esto y más.
—Que bueno que lo sabes —replicó Fred para picar aún más la herida—. ¡Levántate y te daré lo que te mereces!
Carl y Frank lo agarraron de nuevo e impidieron que se moviera. Cris se incorporó por completo y encaró a los cinco:
—No vine a pedir disculpas, sé que soy responsable y aunque suene estúpido quiero ayudar a Alex. Voy a declarar —la revelación sorprendió a Josh, mucho—. Estoy al tanto de todo lo que hizo mi padre, sé con detalle sobre cada acción suya.
—¿Quieres ser el testigo? —preguntó Josh aún sorprendido.
—No puedo limpiar mi nombre, pero puedo probar la inocencia de Alex... y hacer que condenen al responsable.
Los chicos soltaron a Fred, quién ya se había calmado un poco al escuchar lo que Cris dijo.
—Con eso podemos reforzar la palabra de Alex —aclaró Carl al mirar a los otros.
—¿Vas a declarar en contra de tu padre? —preguntó Thomas incrédulo.
Cris guardó silencio. Que le recordaran lo que iba a hacer quería orillarlo a dar un paso hacia atrás y arrepentirse. Josh entendió esto así que no perdió más el tiempo:
—Tenemos que hablar con Alex.
—Yo iré por él —Fred corrió escaleras arriba.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Cris?
—Aunque no quiera debo hacerlo. Tengo que hacerme responsable por mis acciones y cobardía.
—Cris, no eres un cómplice —insistí.
—Lo que hice es suficiente para condenarme. Esto es lo correcto y enfrentaré las consecuencias.
Lo miré con suma tristeza, quiero comenzar a llorar. Fred bajó agitado, cosa que llamó la atención de todos.
—¿Y ahora a ti qué te pasa? —preguntó Frank.
—Alex no está.
—¿Qué dices?
—¡No está!
Alex
Ya es de noche, las farolas están encendidas y hay poca gente en las calles. Camino sin dejar de mirar al frente, pensando en todo lo que ha pasado estos últimos días.
Disfruto el aire del exterior, esta frescura, hace muchos días que no salía de un lugar cerrado. Ya no tengo miedo de nada, ya no estoy nervioso. Estoy decidido a acabar con esto de una buena vez.
Seguí caminando hasta llegar al instituto. Miré a los lados de la calle, la crucé al verificar que no había nadie y me acerqué a la puerta. Se siente tan extraño estar aquí después de mucho tiempo y más en la noche, todo se ve diferente cuando la única fuente de luz es la luna.
Como era de esperarse no vi a nadie. La ventanilla donde debería estar el guardia está cerrada con un breve anuncio de aislamiento. Abrí mi chamarra y dejé ver la llave dorada de Abigail que cuelga en mi cuello, me la quité para mirarla con atención. Al hacerlo recordé aquella conversación:
—¿Qué tanto poder tengo sobre las siete familias?
—¿Poder?
—Quiero que me hagas un favor, pero necesito saber cuáles podrían ser la posibles consecuencias de mis actos.
—¿Qué necesitas?
—Cuando llegaste, te pregunté cómo habías entrado a la casa. Dijiste que poseías una llave dorada capaz de abrir todas las cerraduras de las siete casas.
—Así es.
—¿Qué posibilidad hay de que esa llave abra las cerraduras de las propiedades de las siete familias?
—La llave abre las cerraduras de las siete casas principales —explicó pensativa—, los lugares más importantes. Si es capaz de abrir eso, es probable que abra cualquier otra cerradura que cuide algo que nos pertenezca.
—¿Todos los integrantes de las familias tienen una?
—No. Tengo entendido que es una llave por familia. ¿A dónde quieres llegar?
—Necesito una de esas llaves. En el instituto hay una cerradura que no puedo abrir y si lo que te dije es verdad, la llave dorada puede ayudarme. No obstante, no tengo idea de dónde esté la que pertenece a mi familia; ni siquiera sabía de la existencia de dichas llaves doradas hasta que lo mencionaste, tampoco recuerdo que mi padre o madre manipulara una.
—Probablemente esté guardada en un lugar seguro, pero no tenemos tiempo que perder —abrió la cadena que traía en su cuello, en ella colgaba su llave dorada—. Tómala.
—No, ésta es de tu familia.
—¿Y eso qué?
—Si sólo hay una llave por familia es porque no cualquiera puede tenerla.
—¿Cualquiera? Ah… con que a esto te referías con el poder... hasta que te explicas, cariño —sonrió—. ¿Has olvidado quién eres, Alex?
La pregunta me sonó muy profunda. Soy una casualidad en el universo, una vida insignificante, pero no creo que esa sea la respuesta que busca:
—Alex Blake.
—Exacto, Alex Blake, hijo de Darrell y Elizabeth Blake, hijo de los líderes de esta sociedad. Créeme que no hay nadie más indicado para usar esta llave, no importa lo que diga la gente o los papeles, tú tienes el poder sobre esta organización y estas llaves te pertenecen más que a nadie —dejó la llave en mi mano, la cerró y puso la suya encima—. Haz lo que tengas que hacer.
Sostuve la llave firmemente y la metí en la cerradura de la puerta principal. La giré y escuché el mecanismo abrirse, había funcionado. Qué alivio. Abrí la puerta y colgué la llave de nuevo en mi cuello, por nada del mundo quiero perderla.
Corrí hasta la parte de atrás del edificio donde estaba la entrada a la parte "subterránea". Hice lo mismo que esa vez: usé el medallón para activar el mecanismo y finalmente pude entrar. La última vez que vine, solo di un vistazo y ahí fue cuando la vi: en una vitrina iluminada había una caja tapizada con terciopelo rojo, tenía pequeños acabados de metal, algo parecido a un cofre. Vi todo lo demás ese día, pero no había nada de importancia y era obvio que esa caja guardaba lo que buscaba, evidencias. No solo para poder acusar a Christopher, sino para demostrar y recuperar mi poder, si es que le puedo llamar así.
Una vez frente a la vitrina la abrí, tomé la caja en mis manos con cuidado (es un poco pesada), pero logré sacarla sin dañarla. Volví a descolgar la llave dorada de mi cuello.
—Por favor... —lo intenté, escuché cómo entraba lentamente y se adaptaba poco a poco. La giré y el mecanismo cedió. Logré abrirla. Apoyé ambas manos a los costados de la caja con la cabeza agachada, mi corazón late muy rápido, mis emociones están mezcladas.
Siento un alivio enorme, pero esto no acaba todavía. Abrí la caja y en efecto, me encontré con muchos papeles en sobres dentro. Examiné el contenido de cada uno de ellos cuidadosamente, mientras más papeles veo mis ojos se cristalizan, aquí estaba la solución a todo. Por fin este infierno va a ser parte del pasado.
—Gracias, padre —sonreí con añoro.
Guardé todos los sobres que consideré necesarios en mi mochila, iba a cerrar la caja para devolverla a su sitio, pero me percaté de que aún había algo en el fondo, un pedazo de terciopelo cubría un objeto. Levanté la tela y abrí los ojos con sorpresa al quedarme sin palabras. Esto es…
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Editado: 26.07.2024