CAPITULO 1
HOPE
Escuche golpes a la puerta.
Deseaba con todas mis fuerzas seguir durmiendo, unos minutos mas no harán la diferencia según yo. Con eso en mente, me removí entre las mantas buscando mayor comodidad.
―Hope Elisabeth Hamilton, levántate ahora.
―Cinco minutos más ―pedí.
―Llegaras tarde.
Solo bastan esas palabras de mamá para hacer que me levantara tan rápido que casi me caigo de bruces al suelo.
Le di un vistazo a la hora en mi celular. Fruncí el ceño. No llegaría tarde. De hecho aun falta más de una hora para el inicio de clases en la preparatoria. No me sorprende que mamá me despertase antes, ella detesta la impuntualidad y al ser su hija siempre le ha importando que yo sea muy puntual.
Camine hasta el espejo de cuerpo completo situado en mi habitación y me detuve frente a él. Nunca fui una de esas personas que se ven grandiosas al despertar, no mentiré al respecto. Tenía las clásicas señales de cada mañana: ojos hinchados, marcas de las sabanas en mis mejillas y, lo que seguramente se volverá una batalla, mi cabello, que parecía un gran desastre con nudos en el.
Deje mi celular en mesita de noche, para continuamente dirigirme al armario y sacar todas las prendas que mis pequeños brazos pudieran sostener. En ese momentos, supe que Naya tenía razón al decir que debía elegir que usaría el día anterior, tal como lo hacia ella cada día. Me sentí tentada a llamarla, pero era muy temprano para escuchar un te lo dije, así qué pase de ello. Lo guardaría para más tarde, ya que estos nunca faltaban. Deje todas las prendas sobre la cama para poder observarlas con más detenimiento.
Pase una mano por mi cabello, si definitivamente será muy difícil quitar todo los nudos en el, lo sabía. Le di un repaso nuevamente a cada prenda. El solo pensar en elegir entre todo el montón, quería volver a la cama y fingir que todo es como antes, cuando no me preocupaba ese tipo de cosas.
¿Qué decía? Yo amaba preocuparme por esas tonterías como cualquier chica normal de mi edad.
No era muy común, pero yo realmente adoraba ser una adolescente común y corriente, incluyendo todos los problemas y dramas absurdos que conlleva, ya lo sé, es una locura. Pero me gustaba preocuparme por la ropa que usaría para un día en la preparatoria ―aun cuando era buenísima para combinar cualquier prenda―pensar en enamorarme; esforzarme por mis calificaciones y pues... todo, a decir verdad.
Termine por elegir unos jeans básicos, una camisa floreada y unas bailarinas. Una excelente combinación en mi opinión. Sabía que a Naya no le parecerá igual. Ella realmente odia esa camisa, pero es de mis favoritas, por lo que evite pensar cara de asco que tendría al verla.
Por lo menos no es la de unicornio con purpurina.
Cierto, ella odiaba muchísimo más mi camisa rosa de unicornio. En mi defensa fue el regalo de mi padre por mi cumpleaños número dieciséis y era muy cómodo.
Me acerque a la ventana a observar la hermosa mañana. Sería algo muy al estilo cuento de hadas decir que ese fue un día solado, las aves cantan dulcemente y la mañana se veía hermosísima. Esa no era la realidad, por lo menos no ese día y, no en ese lugar. La mañana tenía un aire sombrío, incluso, nostálgico con todas esas nubes grises adornando el cielo y el asombroso aroma a tierra mojada ―quizás si el ambiente era asombroso solo para mí como decía mi mejor amiga ―pero ¡bah!. El día aun se veía hermoso a su manera. Poco convencional, sin dejar de ser increíble.
Mi celular sueno anunciando un nuevo mensaje, que al leer se me hizo inevitable no rodar los ojos.
"Hablo en serio, Elizabeth. Si no bajas ahora o yo misma te traeré aquí.
Te esperamos.
Con amor mamá"
¿No es un encanto?
Como sabia que ella era realmente capaz de llevarme arrastrada si no me daba prisa, prácticamente corrí hasta llegar al baño a darme la ducha más rápida de toda mi vida. Incluso pude haber roto hasta mi propio record. Hurra por mí. También me vestí a toda velocidad, arrugando mi camisa en el trascurso, tampoco es como que me importase mucho.
Tome el cepillo para peinar mi cabello mientras desayunaba. A mis padres no les encantaría tal cosa, pero querían rapidez y este era el costo de ella. Haciendo un lado lo demás camine a paso rápido en dirección a la primera planta.
―¡No corras! ―grito papá desde la planta baja mientras, yo seguí yendo a toda velocidad por las escaleras sin detenerme.
―No corría, papá, solo caminaba rápido ―informe tomando asiento junto a él, en el comedor.
Paso una mano por su cabello rubio, igual al mío. Poso sus ojos en mi, dándome esa mirada. Ya saben, esa que usan los padres cuando saben que mientes pero prefieren que por ti mismo confieses tu delito.
―Vale, ya no correré.
― ¿No dijiste que no lo estabas haciendo? ―ahora fue mi turno de darle una mirada con los ojos entrecerrados.
―Eres un tramposo ―me cruce de brazos, el rió.
― ¿Mi beso de buenos día? ―pregunto cambiando de tema.
―Ya estamos muy grande para eso, papá ―inquirí con seriedad.
La seriedad de duro apenas unos pocos segundos antes de reír. Aun sin que le risa cesara del todo me levante y plante un beso en la mejilla. Yo podía tener diecisiete años, pero poco mi importaba cuando se trataba de él.
Siempre fui una niña de papá, ¿y qué? Júzguenme por ello. El y yo siempre fuimos muy unidos. Toda mi vida lo vi como mi héroe y mi mejor amigo, así como el siempre me vio como su pequeña niña. Teníamos una relación increíble desde que mi memoria podía recordar. Ame que fuéramos tan unidos, a pesar de todo.
Escuchamos el repiqueteo de unos tacones en el suelo de madera, el sonido era inconfundible para nosotros. Se trata de mamá. Como siempre ella lucia como una modelo de pasarela. Su cabello castaño se encontraba en una cola alta, llevaba un maquillaje sutil que resalta sus ojos color miel, iguales a los míos y un vestido color negro que le queda muy bien. Traía consigo dos platos, que solo note cuando dejo uno frente a mí y otro frente a mi padre. El parecía embelesado al verla. En serio, se podía notar todo el amor que sentían el uno por el otro.