Hopeless

Mi familia

Mi hermano entró a mi habitación como una vaca. 

Cerré los ojos al oír la puerta estamparse contra la pared. Rudy estaba cada vez más inquieto desde la llegada de mamá. Ya nos habíamos acostumbrado a estar sin ella, solo los cuatro. 

- Perdón- murmuró.

Lo miré y sonreí, paciente como siempre. 

Aún recordaba su expresión cuando me tocó ir a su escuela a responder por el daño que le había hecho al salón del rector. Había pensado que lo regañaría y lo castigaría por al menos un año, pero cuando llegamos a casa y me explicó el motivo de porqué lo había hecho, me eché a reír y lo abracé. 

- ¿no voy a morir? -me preguntó ese día, asombrado. Le alboroté el oscuro cabello e hizo una mueca con su sonrisa infantil.

- hoy no, enano.

Dejé caer la cabeza sobre la almohada. Había estado pensando en cómo le diría a mamá sobre la muerte de papá, pues había pasado meses internada en el hospital y cuando papá murió no me vi capaz de ir a contarle.

Ya era suficientemente horrible tener que ir a ver cómo se moría lentamente cada día.

 

Rudy se aclaró la garganta, recordandome su presencia.

-¿qué pasa, hermanito?

-Tenemos un problema, Liam. 

Me levanté y atravesé descalzo mi cuarto. Abrí las ventanas de par en par y cerré los ojos al sentir el viento sobre mi cara. Luego me volteé a mi hermano y fruncí el ceño.

-Nop. TÚ tienes un problema. Yo tengo un hermano que no para de meterse en ellos.

-Muy bien. Pues ahora tienes dos.

-¿dos qué? ¿Dos problemas?

-Dos hermanos.

-Somos cuatro, Rudy. Tengo tres hermanos.

-oh, sí. Pero Gavin no suele meterse en líos. Está demasiado pequeño.

Enarqueé una ceja.

-¿A qué te refieres?

Justo cuando mi hermano se disponía a responder, se oyó un estruendo en otra habitación. Salí inmediatamente de la mía, temiendo lo peor. 

Oí a mi hermano seguirme por detrás.

-A esto me refería...

Me detuve de golpe. Mamá estaba vomitando sobre el fregadero, mientras Alice se retorcía sus pequeños meñiques a su lado. Al verme, mi pequeña hermana palideció.

-¿Donde está Gavin? Jesús, Rudy. No te puedo dejar a cargo cinco minutos cuando ya mamá está vomitando y Gavin está quién sabe donde.

Mi hermano me miró, su inocente rostro teñido de confusión.

-¿le hablas a Jesús o a mí?

-a ti, bobo- replicó Alice, mientras miraba preocupada a mamá.

Me acerqué a las dos y puse una mano protectora sobre su espalda. Mamá no había sido siempre tan frágil. Hubo una epoca donde era fuerte y valiente. Pero esos días habían acabado hace mucho.

-¿estás bien?-le pregunté en voz baja, esperando que los niños no notaran la preocupación en mi voz, sin embargo Rudy me susurró

-Alice le ha dicho a mamá sobre papá.

Noté como mi estomago se retorcía. Les había pedido especialmente que no dijeran nada sobre papá, y ellos lo sabían.

-ma- susurré -Todo va a estar bien.

Ella siguió vomitando.

Me cubrí el rostro con el dorso de las manos. Aún me dolía la muñeca por pasarme toda la noche dibujando, pero no me importaba. La hice tomar agua y luego la ayudé a llegar hasta su habitación, mis tres hermanitos siguiéndonos como patitos perdidos.

La ayudé a recostar en su cama vacía y fría, y ella pareció percibir mi tristeza porque empezó a llorar amargamente. Cogí a los niños y los saqué de la habitación, Le pedí a Rudy que los vigilara por unos minutos, y volví a entar a la habitación de mamá. Sin embargo, ya había caído en un profundo sueño que deseé que durara para siempre.

Me senté en la mecedora de al lado, papá se la había comprado para cuando nació Alice, y así pudiera arrullarla sin tener que estar incómoda.  Honestamente era tan incomoda como las sillas del comedor, pero probablemente a papá no le pareció así. Duré unos minutos, asegurandome de que estuviera realmente dormida y no fingiendo que lo estaba para luego cortarse las venas o escapar.

Mamá tenía una enfermedad llamada Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. No era hereditaria, por suerte, pero no tenía cura. Antes de eso, había tenido un transplante de hígado, sin embargo este venía infectado con la enfermedad. Le causaba demencia y transtorno de personalidad. Cada día estaba más débil, y cada día aumentaba la posibilidad de que entrara en coma, o que muriera.




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