Vigésima segunda parte: Última oportunidad.

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2024

Agatha se extrañó cuando Oliver llegó de sorpresa a su hogar aquel día, más no se sintió molesta pues en realidad iba a llamarlo para hablar un rato. No era el mejor del mundo, pero era lo más cercano que tenía a un amigo y necesitaba hablar con alguien en ese momento, había despertado con un mal presentimiento por lo que esperaba que él estuviera dispuesto a oírla… Aunque solo fuera para soltar algún comentario directo e insensible, algo normal en él.

–Iba a llamarte, necesito hablar, creo que Mr. P está tramando algo –Comenzó mientras cerraba la puerta principal, percibiéndolo moverse detrás de ella– Ha estado demasiado tranquilo estos días, y él no es así, seguro debe estar pensando en algo grande para jodernos la existencia como siempre. Aunque me alegra que dejara en paz a Salem, él finalmente está durmiendo bien, ya estaba pensando en planear una cita con una psicóloga o algo por el estilo.

Nada. No pudo evitar fruncir ligeramente el ceño ante su silencio, él nunca la ignoraba, no a ella al menos. Por lo que se volteó y caminó hasta él, quien por alguna razón se encontraba subiendo las escaleras ¿A dónde diablos creía que iba?

–¿Oliver, me estás escuchando? –Se adelantó y se puso delante de él, para impedirle el paso, causando que el pelinegro la observaba fijamente. La castaña sintió un ligero escalofrío que se esforzó en ocultar del chico frente a ella, sentía que había algo raro con él… Bueno, más de lo habitual– ¿Por qué no dices nada?

Él le sonrió encantadoramente mientras la tomaba de los hombros con cierta delicadeza y se inclinaba hacia su rostro.

–Solo meditaba lo que decías, Agatha –Se excusó con algo similar a la burla en su mirada– Te preocupas demasiado, creo que papá solo nos está dando un pequeño descanso, después de todo nosotros debemos cuidar de Salem hasta la adultez ¿verdad? No es un trabajo exactamente agotador, pero tampoco es que no tenga lo suyo, Ariadna está muy cerca todo el tiempo y solo bastaría un ligero descuido nuestro para que destrozara el cuello de Salem entre sus manos.

Ella se quedó en silencio, inmóvil, cuando sintió a Oliver besar su mejilla con suma ternura antes de deslizar los labios junto a su oído para murmurarle algo.

–El ceño fruncido no te queda bien, muñequita, te arrugas –El tono era casi insinuante.

Eso fue suficiente para confirmar su sospecha. Rápidamente tomó del brazo al pelinegro, quien pareció sorprenderse, y, aprovechando esto, ella lo arrojó contra la pared con una fuerza que no debería poseer dada su delgada complexión, anteponiéndose en su camino por el pasillo pues una parte de ella intuía lo que él buscaba. No se la dejaría tan fácil si quería llegar a Salem, no hasta que supiera sus intenciones al menos.

–Tú no eres Oliver –Tras sus palabras el contrario comenzó a reír bajo mientras levantaba las manos, quitándose las lentillas de los ojos y dejando a la vista el color oscuro de estos. Totalmente opuestos al clarísimo azul de los ojos del chico Pritzker– ¿Cómo llegaste aquí?

–Ah, creo que estoy perdiendo mis dotes actorales por estar esperando… ¿Puedo preguntar que me delató? –Él inclinaba la cabeza en una posición más relajada, casi con esos aires de seductor que el demonio solía tener. Lo cual realmente no concordaba con la actitud normalmente caballerosa de su amigo– Digamos que… Hice un trato con la muñeca azul.

Era sumamente extraño ver a Mr. P en la forma de Oliver, Agatha notó lo similar que era el carácter de ambos y a la vez los sutiles matices que los diferenciaban entre sí. También tuvo la sensación de que el ente tenía algún tipo de manía con llamarles “muñecas”.

–Violet...–Susurró la castaña, apretando los puños al reconocer el apodo, la ex del pelinegro se había vestido así para Halloween aquel año– No estudiaste bien a Oliver para intentar imitarlo, él nunca te llamaría “papá” a menos que fuera sarcasmo y nunca me ha llamado “muñequita” –Tras pensarlo un poco, añadió– No de la manera en que tú lo haces al menos.

–Sí…–Soltó una risa con cierta burla– Esa niña aceptó el trato con la clausula de que no lastimara a su Oliver, aceptó morir y aceptó guiar a Caroline por mí desde el otro lado –Esquivó el golpe que la chica le lanzó, riendo aún más– Pero que agresiva, mi querida niña, solo quiero ver como crece mi pequeña inversió…

No debería sentirse tan satisfactorio darle un puñetazo al perfecto rostro de Oliver, fue lo que pensó Agatha cuando sus nudillos impactaron fuertemente contra la mejilla de este. Esto pareció hacerlo enfadar porque antes de que pudiera volver a golpearlo, él sujetó su muñeca en el aire y la volteó para luego presionarla contra el barandal de la escalera, doblándole el brazo por detrás de la espalda.

–¿Para que diablos quieres ver a Salem? Tu no eres de los que hace algo por sus hijos de la nada, siempre buscas algún beneficio que sacar –Impulsó su cabeza para darle un cabezazo, pero Mr. P se adelantó y lo esquivó, para después sujetarle la cabeza en esa posición, con el cuello expuesto. Ella se estremeció cuando sintió la húmeda lengua deslizarse por su garganta– Pervertido.

El demonio soltó una carcajada, aprisionando su cuerpo entre el barandal y él.

–Has crecido maravillosamente, Agatha, y tan lista… Por supuesto que tengo algo planeado para Salem, así como lo tenía para Oliver ¿realmente crees que hice que lo trajeras de vuelta solo porque lo extrañaba? Ese mocoso obstinado ni siquiera admite que soy su padre, solo cuando le conviene –Siseó deslizando los dientes por la delicada piel, sintiendo como esta se erizaba– ¿Pervertido yo? ¿Te has dado cuenta de que es algo que has heredado de mí, querida? –Se mofó, ella podía sentir como sonreía.