Siempre me niego a ir a la casa de mi abuela. Es una mujer de gustos extravagantes.
Cada vez que la veo, me dañan los ojos ese cabello rojo brillante. Detesto que me dé besos en la mejilla con ese labial amarillo que no se va en días. Detesto sus abrazos, sus brazos tan huesudos que me dan escalofríos. Detesto a mi abuela. Huele raro, su perfume siempre me hace estornudar. Detesto a mi abuela, parece tener la energía de una adolescente, aunque termine cayéndose intentando bailar esos bailes de salón que mi mamá me obliga a hacer junto a ella. Detesto a mi abuela cuando pone su música a todo volumen y se pone muy alegre al recordar historias de su juventud... historias que nunca pasaron. Detesto a mi abuela, siempre usa aretes tan grandes que podrían esquivar una bala.
Detesto a mi abuela. La detesto. La detesto. La detesto.
Detesto sus horribles historias que siempre cuenta, donde al final termina delirando sobre ella y el abuelo. Detesto cuando nos sentamos juntos, porque, aunque sus brazos estén fríos, siempre se sienten cálidos.
La detesto. La detesto porque me hace llorar, y no quiero llorar.
Detesto que tenga la camisa vieja del abuelo, azul oscura con rayas blancas.
La detesto bastante. Aunque no quiera ir a verla, ella sigue ahí, postrada en una cama.
Detesto verla porque, cada vez que acompaño a mamá al médico, está ahí.
Su cabello rojo, que antes parecía torres, ahora está desordenado sobre la almohada.
Detesto su ropa; ya no tiene la camisa azul del abuelo, ahora está vestida con una bata blanca.
Detesto sus brazos, porque antes me envolvían con cariño y ahora están llenos de cables.
Detesto su maquillaje, porque sigue insistiendo en maquillarse.
¿Por qué quieres verte bonita para el abuelo cuando te vayas?
Detesto haberme encariñado con ella, porque voy a sufrir.
No quiero llorar. Odio llorar.
Quiero seguir viendo novelas con ella.
Quiero seguir jugando con ella.
Quiero seguir con ella.
Mamá y papá siempre pelean. Mamá termina llorando y papá la consuela.
Y todo es por tu culpa.
Y ahora estoy aquí, en tu funeral, con un ramo de flores muy colorido y extravagante: girasoles, rosas, narcisos, amarillas, blancas, rojas, incluso algunas azules... Muy colorido, como tú.
Pero ahora lo lograste.
Te velaron maquillada, con ese maquillaje raro que siempre usabas.
Tus párpados cansados, con una sombra de ojos azul.
Tus labios fríos, con ese labial amarillo tan brillante y horrible.
Tus aretes en tus manos, esos de los que tantas veces bromeabas diciendo que podían detener hasta un dinosaurio.
Tu cabello, peinado.
Ese cabello rojizo, envuelto en un extravagante peinado.
Y, tal como lo deseaste, estás vestida con tu camisa azul con rayas blancas que era del abuelo, con un pantalón desgastado y botas viejas de trabajo.
Nunca te entenderé, abuela.
Jamás lo haré.
Y nunca sabré.
Te quiero, abuela.