El padre Roberto García estaba sentado en su escritorio, bebiendo un trago de whisky mientras meditaba en la jornada del día. Era el encargado de la iglesia en Ovalle y a pesar de que el día había estado relativamente calmado, fue una de las confesiones que había tenido lugar unas horas antes de que cerrara las puertas de la iglesia lo que ocupaba sus pensamientos.
Estaba organizando unas cosas para la misa del domingo cuando Gabriel Rojas se acercó a él.
- buenas tardes padre.
- buenas tardes Gabriel, qué raro verte aquí entre semana - dijo Roberto, Gabriel era uno de los que asistían a sus misas casi todos los domingos.
- espero no esté muy ocupado, la verdad
es que necesito confesarme- dijo el algo avergonzado.
-solo estaba organizando unas cosas, pero con gusto te escucharé, pasa al confesionario.
Lo guío con su mano y le dijo que esperara, mientras el padre fue a guardar sus papeles. Mientras caminaba a su oficina pensaba en lo que Gabriel diría, le parecía raro que estuviera allí, cuando lo conoció hace seis meses más o menos y nunca fue alguien devoto, al menos no como su esposa, una mujer amable y siempre dispuesta a ayudar en la iglesia.
Intrigado por lo que un hombre como Gabriel Rojas, un empresario sobresaliente que tenía al menos doce años más que él y que en más de una ocasión lo vio bostezar cuando el daba su sermón dominical, quisiera decirle.
- aquí estoy Gabriel - dijo el padre mientras se sentaba y abría la rejilla para ver el rostro de él.
- gracias padre, sé que es un poco tarde y le advierto que lo que tengo que decir tomara tiempo, se lo pregunto otra vez ¿Tiene tiempo para escucharme?
-para serte franco estaba casi por irme a casa, pero en vista de que casi nunca se le ve por aquí me tiene un poco intrigado con su visita… - dijo el tratando de no sonar grosero, ya había tenido problemas antes con ese tipo de comentarios, pero al parecer Gabriel no tuvo problemas con eso.
-bien, entonces comencemos de una vez antes de que me arrepienta- dijo con una sonrisa débil- bendígame padre por qué he pecado.
-cuéntame Gabriel, que es lo que has hecho - dijo Roberto, creyendo que sería otra historia de infidelidad o que no puede controlar sus vicios.
-espero es el problema padre, he hecho muchas cosas y no sé por dónde comenzar.
-comienza por lo que más te aflige.
-bueno lo que me aflige es muy grave, ¿todo lo que hablemos aquí queda entre nosotros, ¿verdad? - dijo Gabriel un poco nervioso.
-no temas, todo lo que hablemos aquí queda entre nosotros- dijo el padre y era cierto, lo que hablaran allí se quedaría allí.
-pues bien, la cosa es que he matado a más de una persona en mi vida.
-ya veo - dijo el padre tratando de sonar tranquilo, lo que dijo Gabriel lo tomo por sorpresa, pero fue la forma en que dijo lo que había hecho lo que lo dejó helado, como alguien que habla de su rutina diaria, sin importancia.
-no se preocupe padre, no me molestaría si me trata como un monstruo- dijo el seriamente.
-no te negaré que me dejaste helado, pero antes de llamarte monstruo, debo de saber por qué lo hiciste.
-gracias padre, entonces comenzaré.
-te escucho- dijo el padre ocultando su mezcla de ansiedad y curiosidad, siempre había querido toparse con una situación como esa, que alguien llegara con una historia oscura como la que estaba apunto de escuchar.
-crecí en un hogar muy disfuncional, mi padre era un bastardo alcohólico que se la pasaba golpeando a mi madre, diciéndole que era basura y diciéndome a mí que era su peor error, que yo era la razón de que su vida fuera una mierda - dijo sonriendo - yo tenía doce cuando me di cuenta de sus palabras, del desprecio que me tenia y la razón era simple, soy súper dotado, no como Einstein claro, pero estaba por encima de la media, padre. Pero daba igual, todo el esfuerzo, el estudio y mi desesperada intención de recibir su aprobación, el nunca reconocería mi trabajo, por que cada buena nota, cada felicitación escrita y de las pocas ocasiones en que fue a una de mis reuniones en las que mis maestros lo felicitaban por el niño que tenia, le hacían ver el fracaso de hombre que era.
-es duro tener que tratar de ganarte la aprobación de alguien, sobre todo si tienes éxito en áreas que él o ella ha fracasado- dijo más para si mismo que para Gabriel, pero entendía lo que decía no había nada peor que tu padre no reconociera tus méritos eso lo sabía por experiencia propia.
-solo piénselo padre, naces en un hogar pobre, no terminas la escuela, te metes con drogas y alcohol, te casas y tienes un hijo que es mejor que tu en todo lo académico, a eso le sumas tu necedad de culpar a la vida, el sistema y lo que se te ocurra para justificar tus problemas en vez de aceptar que tienes algo malo y cambiarlo - dijo Gabriel mientras su rostro se endurecía - el punto es, que él nunca cambiaria, siempre me decía que si no hubiera tenido un hijo estaría realizando sus sueños, le decía a mi madre que se aprovecho de él para quedar embarazada y así tener a alguien que la mantuviera y le diera una buena vida - dijo casi riendo - como si lo que hacía era darnos una buena vida.